La élite política e intelectual norteamericana resolvió hacerle el juego a Zelensky, a través de una guerra proxy mal disimulada, con el objetivo de destruir a Rusia.
Humberto González Briceño
Para los escolásticos la prudencia era la virtud de actuar en forma justa, adecuada y moderada. Definida por ellos como la recta ratio agibilium no se puede confundir con el temor o la ambigüedad. La prudencia es la virtud que debe practicar un político o un estadista al tomar decisiones que afectarán de un modo u otro a su sociedad política. Por ejemplo, desde el punto de vista moral la decisión de declarar la guerra a otro estado se puede considerar como condenable, pero si es necesaria para la permanencia de ese estado y para el logro de sus planes y programas podría ser necesaria y hasta prudente. Con esto queremos reafirmar una idea que explicó muchas veces el filósofo español Gustavo Bueno, no hay guerras buenas o malas, hay guerras prudentes o imprudentes.
Para entender el conflicto entre Rusia y Ucrania y sus posibles desarrollos hay que desagregar lo moral de lo político. Antes de que se nos acuse de pro fascistas debemos insistir que no estamos justificando el daño a la vida de Ucranianos y Rusos víctimas de la inevitable confrontación entre imperios. Lo que intentamos exponer es la necesaria separación entre moral y política para valorar un conflicto desde la perspectiva de una dialéctica de imperios y no desde un deber ser. Quizás abordando las razones políticas reales del conflicto se podría evitar más bajas humanas y la guerra en lugar de jugar al maniqueísmo dicotómico entre el bien y el mal para justificar a uno de los bandos y satanizar al otro.
Aquí no estamos frente a un Vladimir Putin que un día enloqueció y decidió invadir Ucrania y masacrar a sus habitantes. Esta es una idea que sirve como material de propaganda pero es absolutamente inútil desde el punto de vista político porque reduce el conflicto a un mero simplismo psicologista. Hay causas objetivas y materiales que han llevado a Rusia a actuar de esa manera como lo habrían hecho los Estados Unidos o Inglaterra si países vecinos se estuviesen movilizando para expandir sus territorios más allá de sus fronteras.
El papel que están jugando los Estados Unidos y la OTAN es el de instigadores»
Si tratamos de examinar las causas que llevan a los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN a confrontar abiertamente a Rusia nos encontraremos con una verdadera lucha de imperios entre el diseño de un mundo unipolar gobernado política, financiera y militarmente por los Estados Unidos y sus aliados, y por otra parte el de un mundo multipolar donde imperios como los Estados Unidos, China y Rusia tendrían que coexistir y entenderse.
Es sorprendente ver cómo la élite política e intelectual norteamericana resolvió hacerle el juego a Vladimir Zelensky para a través de una guerra proxy mal disimulada intentar el ambicioso objetivo de destruir a Rusia. La forma como los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN participan en el conflicto deja poco o ningún espacio para una salida rápida y negociada que salvaría millones de vidas de ucranianos y rusos. Por el contrario pareciera que hemos entrado en una dinámica irreversible y desenfrenada donde el resultado final que se busca es la destrucción de Rusia. El suministro masivo de armas letales y recursos a Ucrania solo valida el deseo de lograr un resultado no negociado que en la previsiones de de sus instigadores no puede ser otro que la derrota definitiva de Rusia.
Es una verdadera tragedia que las pautas de la política internacional sean dictadas por comediantes como Zelensky»
Uno de los problemas con el suministro masivo e indiscriminado de armas a Ucrania es precisamente la inestabilidad política de ese país y la incertidumbre sobre las fuerzas reales que controlan ese gobierno. Se desconoce, por ejemplo, la influencia del Batallón Azov en el gobierno y las Fuerzas Armadas de Ucrania. Incluso si se produjera lo que buscan los Estados Unidos y la OTAN, la derrota militar de Rusia, el resultado sería un inevitable proceso de balcanización en la región con grupos ahora poderosamente armados que llevarían sus conflictos a países vecinos y al resto de Europa. Aunque en Estados Unidos se insista en satanizar a Rusia y a Putin presentándolos como enemigos de la civilización occidental la realidad es que siempre resultará más prudente en términos políticos entenderse con una potencia como Rusia, con estructuras y políticas estables, que con pequeños e imprevisibles experimentos como Ucrania que muy probablemente terminarán como una caja abierta de Pandora.
Es muy difícil prever cómo se podría revertir este conflicto a una fase real de negociación para terminarlo cuando el papel que están jugando los Estados Unidos y la OTAN es precisamente el de instigadores. Eventos aparentemente simbólicos como la visita de Boris Johnson, Francisco Guterres y Nancy Pelosi a la zona de guerra no se pueden interpretar como un mero apoyo a Ucrania sino como una provocación deliberada, tratando de producir el casus belli si eventualmente algunos de estos altos funcionarios hubiese perecido al estar en la zona de combate.
La prudencia no busca complacer las emociones de la muchedumbre, más bien es el ejercicio de la cautela para evitar daños o daños mayores. Estas son las horas más dramáticas de la imprudencia porque los factores de poder no están actuando para terminar el conflicto sino para justificarlo y prolongarlo sin importar un desenlace letal para millones de personas. Es una verdadera tragedia que las pautas de la política internacional sean dictadas por comediantes como Zelensky y no por estadistas como Roosvelt, Churchill y Stalin que aun siendo adversarios actuaron con prudencia y pragmatismo.