“En la vida cotidiana percibimos una verdad, que nos trasmiten los sentidos; aunque debemos reconocer que esta es una dimensión subjetiva, personalizada”
Gustavo Luis Carrera
[Hemos señalado que el diálogo auspicia, como ningún otro procedimiento, la confrontación de las ideas, considerándolas desde distintos puntos de mira, en una perspectiva de disquisición analítica. Un enfoque es sometido al debate, y de allí tiene más probabilidades de llegar a una conclusión objetivada, que la visión subjetiva de un solo ponente]. [Veamos, en esta oportunidad cómo se desempeñan nuestros opinadores Ego y Alius].
Ego: -Si digo la verdad no sólo estoy en lo cierto, sino que mi afirmación debe prevalecer por encima de cualquier duda. / Alius: -Como que no has tomado en cuenta lo riesgosa que es esa palabra. ¿Tú crees que existe la verdad? / Ego: -No solamente lo creo, sino que me parece imposible dudarlo. Si tú te refieres a que existe la mentira, como negación de la verdad, esa es otra cosa. / Alius: -Dejemos a la mentira tranqujla, de momento. Me refiero al hecho concreto de saber si existe la verdad, o de si hay más de una verdad. / Ego: ¿Cómo? ¿Vuelves a la misma relatividad que expusiste con relación a la existencia de una sola realidad? / Alius: -Justamente, sí. De una vez te digo que son diversas las verdades que se manejan a diario, y en particular en ciertos campos profesionales y discrecionales. Sé que así lo entenderás, porque confío en tu raciocinio alerta, o como quieras llamarlo. Y no estoy bromeando; lo digo muy en serio. / Ego: (Con una sonrisa) Gracias por lo que me toca. Sobre todo viniendo de ti, que no te caracterizas por dar cumplidos. Ahora, con respecto a lo que expondrás, ya veremos qué consideración merece de mi parte. Habla; y sigamos en ruta. / Alius: -Voy a comenzar por lo más evidente: si tres excursionistas van por un camino y se encuentran con un tigre (y no te rías), y todos corren, cada uno por su lado; cuando vayan a contar lo sucedido, cada quien dará su versión de lo ocurrido: el más osado dirá que no se asustó y que corrió por prudencia; el más comedido afirmará que sintió un temor relativo y que corrió por instinto; y el más espontáneo reconocerá que casi se murió del susto y que corrió a más no poder. ¿Cuál de los relatos refleja la verdad? Cada uno es cierto para cada cual. Lo único verdadero es que allí estaba el tigre; pero, las versiones de lo ocurrido son tantas verdades como pretenden sus autores. O sea que lo que quiero señalarte de entrada es que la verdad es relativa: puede ser una visión particular o inclusive deformada intencionalmente. / Ego: -(Sonreído) Te confieso que me parece gracioso el ejemplo del tigre; porque yo también correría. Pero, mira, Alius, eso es algo distinto. Tú señalas que hay diferentes versiones de un hecho real Pero, en alguna parte permanece la verdad, a la espera de ser descubierta. / Alius: -En principio sí. Pero, en la práctica a veces nunca se sabe la verdad. Te pongo el ejemplo más evidente y aleccionador. Como es bien conocido, en un juicio ante un tribunal existen varios planos de veracidad. Al menos hay cinco verdades: la verdad de lo acontecido, que quedará evidenciado o no; la verdad que surge del proceso, basada en las pruebas presentadas o no, es decir, lo que permite formar el expediente; la verdad judicial, captable en el fallo, en la sentencia, del juez; la verdad agresiva de quien acusa; y la verdad defensiva de quien es acusado. Inclusive habría que agregar la verdad fotográfica -y audiovisual-, a base de fotografías escogidas, o trucadas (con photoshop), y de tomas intencionalmente montadas para la televisión. Eso, sin contar la verdad de la opinión pública, que se nutre de prejuicios y de murmuraciones, y que es manipulada por los medios de información. Y al final, el observador se pregunta: ¿dónde está la verdad auténtica, legítima? Lo habitual es que la primera verdad a la que me referí, la verdad «verdadera», como se dice, y que es la que tú proclamas, no se conozca nunca cabalmente. Y entonces todo se basa en una cadena de «verdades» presumibles o aleatorias. ¿No te parece obvio? / Ego: -Reconozco la justeza de tu visión relativista. Sobre todo el ejemplo del juicio tribunalicio es indiscutible. Pero, no es fácil aceptar que la verdad no existe, porque eso es como decretar el imperio de la mentira o al menos de la apariencia. ¿No lo consideras un peligroso extremo? /Alius: -Pero, es que yo no niego que la verdad existe. Lo que pretendo es prevenirte sobre el uso contundente de una afirmación que puede ser solamente subjetiva, tuya, y de nadie más. / Ego: -Entonces, ¿quiere decir que hay tantas verdades como enfoques que cada quien haga de la realidad? ¡Es el relativismo de los escépticos! /Alius: -Cierto. Y no olvides que el escepticismo es el germen de la duda, y que la duda metódica es el basamento de la filosofía y de la ciencia. / Ego: -No hace falta que me lo digas. Si algo me merece respeto es el escepticismo, convencido como estoy de que no aceptar verdades universales e inconmovibles es el mejor antídoto contra el fanatismo. Pero, volviendo a nuestro tema, poco nos falta para asegurar que la verdad es un mito. / Alius: -No. Digo que es una categoría relativa, subjetivada. Y fíjate que no hemos tocado el punto de la provisionalidad de la verdad: lo que es verdadero hoy, puede no serlo mañana. / Ego: -En nombre de la prudencia y para evitar la fatiga que produce el debate reiterativo, te propongo terminar aquí nuestro diálogo. Y para eso te planteo aceptar que la verdad es una palabra multívoca, que tiene numerosos significados. / Alius: -De acuerdo. Sólo agregaría que es un vocablo aleatorio, que se resiste a ser aprisionado en un esquema fijo. / Ego: (Sonreído) Me parece excelente lo de negarse a entrar en una prisión conceptual. Acepto, de buen grado, terminar; mientras abrigo la esperanza de que hemos ayudado a la reflexión esclarecedora sobre las verdades que se nos revelan en el camino hacia la verdad.
VÁLVULA: «La búsqueda de la verdad es la guía maestra de la investigación científica y de la especulación filosófica. Pero, los caminos para llegar a ella pueden ser infinitos. En la vida cotidiana percibimos una verdad, que nos trasmiten los sentidos; aunque debemos reconocer que esta es una dimensión subjetiva, personalizada. De hecho, la verdad es siempre relativa, cuando no debatible. Y sobre todo puede ser recubierta de ropajes falsarios, escondiendo la mentira. A fin de cuentas, lo obvio es que alcanzar la verdad es un objetivo que exige prudencia y denuedo».
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