El nuevo reto de este tiempo, y del que ha de venir, es el de proteger la naturaleza, madre de la vida humana, que se resiste a ser su anuladora. A diario llegan los avisos de una naturaleza agredida, violentada, degradada.
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN
El proceso evolutivo de la humanidad ha estado signado por cambios y enfrentamientos en el orden interior y exterior de los Estados. Internamente, por las relaciones entre el mandatario y el pueblo sometido a él. Externamente, por la siempre conflictiva vinculación con otros territorios; por lo general en la rivalidad devenida de las pretensiones de dominio imperialista del uno sobre el otro. Modernamente han cambiado los términos de este estado de cosas; pero esencialmente se ha mantenido tal discordancia. Sin embargo, los tiempos actuales plantean una problemática vital en otra dimensión.
MÁS ALLÁ DE LA POLÍTICA. La pugna entre la monarquía y la república marca todo un magno período de la historia mundial. Los monarcas absolutos -de poder total concentrado en una persona- van dejando el lugar a presidentes electos por votantes libres de poblaciones totales. Surgen formas intermedias o híbridas, donde al lado, o por encima, del monarca o rey, se implanta el poder decisorio de un parlamento y el orden prioritario de una constitución. En cualquier caso, lo que pretendemos señalar es que este enfrentamiento político fue encontrando salidas relativas; aunque a veces absolutamente falsas, pues hay supuestas «repúblicas» que esconden dictaduras, y nominales «reinos» que sostienen sistemas de parlamentarismo efectivo. Ese es el cuadro político por encima del cual se yergue un nuevo nivel de decisión fundamental para el devenir de la raza humana. Ya no es un problema de enfrentamientos armados, aunque sigan ocurriendo, como esta insólita y anacrónica invasión del gobierno de Rusia a Ucrania. Ya no es cuestión de una rivalidad internacional como lo fue la degradada Guerra Fría. Ahora es un reto para toda la humanidad.
POR ENCIMA DEL AVANCE TECNOLÓGICO. Es innegable que vivimos en una dimensión tecnificada, o más bien tecnologizada. A diario se producen asombrosos avances en una competencia técnica sin fin. Grandes empresas mundiales, increíbles ultramillonarios y zares de la publicidad se ocupan, cada día, de presentar un nuevo invento, una renovada proposición tecnológica, que deja maravillado a todo el mundo, y genera los consumidores que adquirirán esos productos, enriqueciendo aún más a los «genios» de la tecnología. No es posible ignorar los múltiples productos, casi mágicos, de esta tecnología en favor de la salud y del bienestar. Nadie osaría negar los evidentes beneficios de este progreso tecnificado. Aunque sí cabe señalar que detrás del éxito de equipos, vacunas, sistemas de comunicación, medios de transporte, medicinas de salvación, planean oscuros intereses económicos, muy lejos de aparentes propósitos altruistas y solidarios. En todo caso, lo que aspiramos a plantear es que más allá de las contradicciones de una controversial sociedad tecnologizada, hay un reto superior, decisivo para todo el orbe.
ES CUESTIÓN DE SUPERVIVENCIA HUMANA. El reto es la protección de la naturaleza. Un asunto de vital significación que impone su importancia radical en el tiempo actual y para todo el futuro. Las señales del deterioro están a la vista. A diario llegan los avisos de una naturaleza agredida, violentada, degradada. Y parecería que la humanidad no advierte el riesgo, la amenaza cierta, apocalíptica. Basta con dar un vistazo a los hechos y las situaciones de conocimiento general. Su enunciado es interminable. Desastres naturales. Cambio climático. Contaminación ambiental: esmog. Pandemias. Sequía. Escasez de agua potable. Contaminación por el uso del petróleo y el carbón. Falta de fuentes alternas de energía no contaminante. Inundaciones. Deslizamientos de tierra. Contaminación de mares y ríos. Gases de efecto invernadero (que elevan la temperatura), La subida del nivel del mar. El veneno del plástico. Disminución de insectos (por los fertilizantes, los plaguicidas incontrolados, la deforestación y el cambio climático). El deshielo de los glaciares. La desforestación implacable. La minería contaminante. La acidificación de los océanos (que amenaza la fauna marina). El riesgo contaminante de la energía nuclear: plantas, barcos, submarinos, armas. Amenaza de exterminio de especies de animales y de insectos (¿se ha pensado cómo sería el mundo sin las abejas?)…La lista es, realmente, interminable. ¿Qué esperanzas tenemos? «No se puede jugar con la Madre Naturaleza», dicen los científicos. Mientras esperanzados -y esperanzadores- grupos ecologistas, sobre todo integrados por jóvenes, se expanden y crecen sensiblemente en diversas zonas del mundo. ¿Son la esperanza? En cierto modo sí. Y ellos, más que nadie, saben que el verdadero reto actual y del futuro no es político ni tecnológico, se refiere a la protección de la naturaleza. Es y será la tarea esencial para la supervivencia de la humanidad.
VÁLVULA: «Si hasta ahora han prevalecido los intereses políticos y tecnológicos en las relaciones humanas a nivel internacional, los hechos demuestran que la agresión al medio natural por parte del ser humano es el más directo camino a su propia destrucción. El nuevo reto de este tiempo, y del que ha de venir, es el de proteger la naturaleza, madre de la vida humana, que se resiste a ser su anuladora. Si no resguardamos el mundo natural, cancelamos el mundo humano». glcarrerad@gmail.com