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La negociación en materia petrolera entre los Estados Unidos y la dictadura madurista debe seguir esperando
Oscar Battaglini
Son ostensibles los efectos negativos de carácter económico y político que la guerra de invasión anexionista desatada por Putin contra la República de Ucrania ha provocado a escala mundial. Esto es así, sobre todo en lo que se refiere a la materia petrolera y gasífera, particularmente por la dependencia casi absoluta, a la que ha estado sometida la Unión Europea, respecto al petróleo y el gas rusos; hecho este que el antiguo expía ruso, ha utilizado como un arma de guerra contra los países de la Federación Europea, que en el desarrollo de este conflicto han tomado una posición activa a favor de Ucrania.
Esa pretensión del ex agente de la KGB le ha planteado a la Unión Europea la necesidad imperiosa de quitarse del cuello el yugo que significa la dependencia del petróleo y el gas ruso. Para este momento, varios países de la Unión han tomado la decisión de hacerlo, mientras el resto de sus integrantes discute también la posibilidad de hacerlo en lo inmediato. A esto habría que agregarle el hecho de que los Estados Unidos ya tomó igualmente la decisión de poner término a la cuota petrolera que venían comprándole a Rusia.
Sin embargo, esas decisiones, sobre todo la de los países de la Unión Europea, se enfrenta al problema de disponer en lo inmediato de nuevas fuentes de suministro energético provenientes de otras áreas incluido los propios Estados Unidos, país que no sólo posee grandes inventarios sino una producción interna que le permite cubrir en una gran medida su propio consumo y suplir durante un buen tiempo la demanda de los países de la Unión Europea, en particular de Alemania, país que mayor dependencia tiene del petróleo y el gas ruso.
Otra fuente de suministro petrolero es la OPEP, y es aquí donde toma una gran importancia Venezuela como país potencial suplidor de petróleo. Pero esta potencialidad choca con la situación política existente, la cual ha determinado su no reconocimiento y las sanciones que le han sido aplicadas tanto por la Unión Europea como por los Estados Unidos.
Esa situación materialmente imposibilita cualquier tipo de negociación económica entre ellos; lo cual sólo sería realizable en el caso de que la dictadura madurista de muestras fehacientes de estar dispuesta a entrar a una dinámica política conducente a la normalización política-institucional del país y de la recuperación democrática del mismo con base en las negociaciones de Ciudad de México, truncadas injustificadamente por la dictadura. Aunque ha habido contactos entre esta y la diplomacia norteamericana con ese propósito, hasta ahora no se conocen elementos certeros que apunten en esa dirección. Por lo pronto, los Estados Unidos, al tiempo que le ha renovado la licencia a Chevron para continuar operando en Venezuela durante un tiempo más, ha declarado oficialmente su negativa a comprarle petróleo a Venezuela y a Irán, a pesar, como se ha dicho, de haber suspendido radicalmente sus negociaciones petroleras con Rusia, en medio de la invasión -causada por éste país- a la República de Ucrania.
Es evidente entonces, la urgencia que tienen tanto la Unión Europea como los Estados Unidos de hallar nuevas fuentes de suministro de petróleo y gas distintos a la de Rusia. Pero la consecución de ese objetivo debe implicar la plena confianza de que no se repita o no se utilice la dependencia petrolera como un elemento de chantaje o guerra económica (de bloqueo o embargo) como ocurre actualmente en la guerra desatada por Rusia contra Ucrania, como ya ocurriera cuando fueron los árabes quienes aplicaron este recurso político-económico en contra de occidente. Este es precisamente uno de los problemas cruciales que perturba e imposibilita en la actualidad cualquier tipo de negociación petrolera con la dictadura madurista; la cual no sólo ha manifestado abiertamente su apoyo a la acción guerrerista y criminal de su aliado Putin, sino que ante una situación similar a esta o de cualquier otra índole, podría decretar un cese abrupto del suministro, con las graves consecuencias que ese hecho implica desde el punto de vista económico, social y político.
Esa situación, inevitablemente, conduce a pensar que la negociación en materia petrolera entre los Estados Unidos y la dictadura madurista debe seguir esperando; pues hasta tanto no se produzca –como se ha dicho- una normalización político-institucional del país, de carácter democrático, eso no será posible. De ahí la renovada importancia que en estos momentos asume el diálogo y la negociación política entre el gobierno y la oposición articulada en la plataforma democrática que, como es sabido, es la que tiene el reconocimiento político de los Estados Unidos y de la Unión Europea.
A la luz de esos hechos no resulta difícil comprender que ese fue el motivo que propició el contacto y la reunión habida entre Maduro, su entorno palaciego y la delegación comisionada por la Casa Blanca que recientemente visitara nuestro país. No por casualidad a raíz de ese acontecimiento, fue cuando se comenzó a hablar de nuevo de reanudar las conversaciones en Ciudad de México.
Lo que queda suficientemente claro en todo esto es que, hasta tanto esas negociaciones no se realicen efectivamente y arrojen los resultados que se persiguen, no será lícito pensar en que los Estados Unidos se decidan a levantar las sanciones que pesan sobre la dictadura y a adelantar nuevas negociaciones petroleras.
Así están las cosas, todo depende ahora de que la dictadura madurista de los pasos conducentes a la normalización de la vida político-institucional del país, empezando por su incorporación a la mesa de negociación política de Ciudad de México, y demostrar con hechos su disposición a marchar en la dirección que se le exige.
