Difícil la situación para los Ortega, teniendo ante sí un pueblo de tradición cristiana haciéndoles oposición
Juan José Monsant Aristimuño I PALESTRA I Siempre el enemigo
Recuerdo con nitidez, cual si fuera de ayer la nota de prensa, la figura del sacerdote nicaragüense Bismark Carballo siendo sacado a empujones, desnudo, de la casa de la oficial encubierta Maritza Castillo, luego de tenderle una trampa organizada por el Ministerio del Interior de la Nicaragua de 1982. En aquél entonces Daniel Ortega, del sector tercerista del FSLN, era el Coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (1981-84).
La Junta no ocultó su simpatía por el régimen cubano bajo el tutelaje de Fidel Castro, lo que impulsó la primera división del país recientemente liberado de la larga dictadura de los Somoza (1934-1979).
Una de las voces contrarias fue la de la Iglesia católica, al observar las posturas autoritarias cada vez más excluyentes. Entre esas voces se encontraba las del joven sacerdote Bismark Carvallo, director de la Radio Católica.
Difícil la situación para los Ortega, teniendo ante sí un pueblo de tradición cristiana haciéndoles oposición, sumada a los medios de comunicación, entre ellos el diario La Prensa, el sector privado y el campesinado, quienes aspiraban democratizar la república y seguridad jurídica a las instituciones y al ciudadano; lo que no esperaban fue la imposición de un sistema totalitario al estilo de la Unión Soviética. Y menos el tutelaje insolente de los cubanos castristas.
En esa realidad, se gestó desde la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE) un plan para silenciar a Carballo, restarle audiencia a Radio Católica e inhibir al clero nicaragüense.
Allí es donde entró en acción la agente Castillo Mendieta, solicitándole guía espiritual, exponiendo sus problemas emocionales y oyendo los consejos del sacerdote. Establecida la relación, meses después una noche lo llama desesperada y le implora ir a su casa, en medio de una crisis nerviosa. Él, con la candidez de la buena fe, se acercó y al entrar, los agentes armados que lo esperaban le agredieron, le despojaron de su ropa y lo sacaron a la calle, donde ya se encontraban, previamente citados, los medios de comunicación nacionales e internacionales.
Esta situación tuvo un efecto comunicacional inmediato, y así se demostrare la trampa armada de una relación amorosa entre el sacerdote y la mujer, ya el daño estaba hecho.
Y ahora, de nuevo, Daniel Ortega con el impulso de su cónyuge Rosario Morillo (muy de árboles de la vida, ritos, colores y abalorios de protección) va más allá: cierra templos, arresta y exilia sacerdotes y obispos, confisca inmuebles, declara persona “non grata” al Nuncio, extraña órdenes religiosas y, en general, se aísla sin temer las consecuencias; quizá porque está consciente que no habrá sanciones internacionales, más allá comunicados y condenas formales.
@jjmonsant
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