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Diálogo: ¿Existe la justicia humana? I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

ARISTÓTELES fue el primero en afirmar que la justicia es la base de la sociedad.

Gustavo Luis Carrera   I LETRAS AL MARGEN                  

        Como tenemos sabido -y afirmado en oportunidades anteriores-, el diálogo indagador, o sea la confrontación de ideas, es la mejor manera de bucear en profundidad acerca de cualquier tema. Una visión se contrapone a su antagonismo, y por esta vía se estimula el espíritu crítico del lector. Sin más preámbulos, acudamos a la dialéctica de Alius y Ego, nuestros habituales discutidores.  

        Ego: -Siempre me ha intrigado que se hable de la «justa justicia. Porque esto implicaría que hay una justicia que no es justa. / Alius: -Vayamos por partes. Veamos qué dice el diccionario. Si buscas «justicia», el vademécum de las palabras señala: «lo que es justo». Y si buscas «justo», te indica: «lo apegado a la justicia». Entonces, como verás, no define la justicia; y deja todo a la buena comprensión del lector. / Ego: -Yo diría que lo remite al concepto práctico, es decir el juicio previo, o más claramente, el prejuicio, de cada uno al respecto. / Alius: -Exactamente. ¿Y sabes por qué? Porque todo intento de definición de la justicia es inválido, no suficiente. Coincide con los literatos que intentan definir el cuento y la novela. Pero, no nos salgamos del tema.Recuerdo una caracterización: «Dar a cada quien lo que le corresponde». Y uno queda con dos preguntas: ¿quién decide la adjudicación?; y luego: ¿cuándo hay dos personas enfrentadas, cómo se hace justicia a las dos? / Ego: Pero, esas no son preguntas. Son demoliciones. Intentar responderlas es destacar la relatividad de la justicia. / Alius: -Precisamente por allí quería yo comenzar: la justicia no es un principio absoluto; es un precepto abstracto. / Ego: -Amigo, creo que exageras. ¿Abstracción en algo que se aplica habitualmente? / Alius: -Pero, es que justamente por allí empieza todo. La pregunta es: ¿eso que se imparte es en realidad la justicia? Creo que no digo nada nuevo si señalo que hay que poner en duda si el sistema judicial aplica la justicia. Y eso por una razón muy sencilla: quienes administran lo que llaman la justicia son individuos expuestos al prejuicio y a la corrupción. Recuerda que ya la Biblia (Isaías) dice: «¡Ay de los que por soborno absuelven al culpable y niegan justicia al inocente!». Como ves, no es nada nuevo. / Ego: -Te observo, de inmediato, que desde hace mucho tiempo he llegado a la conclusión de que la justicia es un precepto necesario para la organización estructural de una sociedad. Al igual que pueden serlo la igualdad y la equidad; y eso, dejando aparte la idea relativa de libertad. Pero, esa concepción teórica, ¿tiene una efectiva e incuestionable aplicación social? Creo que cualquier mente racional considerará que la justicia es teórica, principista y, a fin de cuentas, inaplicable de manera absoluta. / Alius: -Coincido contigo, mi querido Ego. Hay que analizar que si la justicia es un factor de paz en la sociedad, ¿cómo es posible que pueda nacer de la violencia? / Ego: -¿Cómo? ¿A qué te refieres? / Alius: -A que la acción violenta desatada por las revoluciones pretende ser presentada como un acto de justicia. A que existe la pena de muerte. A que la prisión es un antro de violencia. Y estas son formas de aplicar la llamada «justicia». / Ego: -Muy oportuno tu señalamiento. Desde los tiempos más remotos hubo la conciencia de que la justicia era casi inalcanzable. El poeta gnómico de la antigua Grecia, Teognis, destaca que la justicia implica la suma de todas las virtudes; lo cual, de antemano, se muestra como un imposible. Mientras de su parte, Aristóteles creo que fue el primero en afirmar que la justicia es la base de la sociedad; aunque pienso que él iguala la justicia con la ley. En fin, en todo caso, lo evidente es que cuando se comienza a hablar de la justicia, no se tiene idea de la complejidad tramposa del tema. / Alius (riendo): -¿Dices «tramposa» por las trampas de jueces y magistrados en la aplicación subjetiva de la justicia? / Ego (con una sonrisa): -Sí, claro. La experiencia así lo demuestra. La Biblia habla de los hambrientos y los sedientos de justicia. Y el Talmud señala que el mundo se mantiene por tres cosas que son una sola: la verdad, la concordia y la justicia. Y en ambos textos primigenios se destaca la misma complejidad: la carencia fatal de la justicia, de una parte, y cómo su existencia es un mito, junto a los otros valores míticos: la verdad (que es tan diversa como las visiones que se tienen de ella) y la concordia (que es uno de los valores que se niegan constantemente, en rivalidades y guerras). Como se ve, la relatividad de la justicia como valor humano es de vieja data. / Alius: -Ya que aludes a criterios de marcada antigüedad histórica, puedo agregar que en el siglo XVII se representaba a la justicia como una mujer que no mostraba las manos y tenía los ojos vendados; es decir, sin manos para recibir dádivas y sin libertad para mirar y escoger a quien favorecer. Pero, todo esto lo que revela es una gran desconfianza en la capacidad humana de aplicar una verdadera justicia; o como decías tú al comienzo una «justa» justicia. / Ego: -Inclusive el término se ha corrompido. La «justicia» le dicen a lo que no es más que la policía. Y «ajusticiar» es matar. Hasta se llega al extremo de confundir la justicia con la venganza: muchas veces cuando se pide que se haga justicia, lo que se busca es que se ejecute una venganza. Recuerda el principio primario de: «ojo por ojo». / Alius: -Te advierto que por este camino llegaremos a la conclusión de que la justicia es imposible en el mundo. Lo cual conduce a pensar que la única justicia real es la divina, la que los creyentes consideran como atributo de Dios. / Ego: -Cierto. Aunque esa justicia celestial exige que primero mueras, para merecerla. / Alius (en una semi sonrisa): -Dices muy bien. La verdadera justicia es una entelequia. Si sólo existe la justicia divina, ¿qué sentido tiene exigirla en este mundo? / Ego: -Tiene el sentido de reclamar lo que debería ser. Lo mismo de cuando exigimos el respeto a la libertad y a la igualdad. ¡Luchar por la verdadera justicia, honesta y equitativa, es reclamar el resguardo de uno de los valores humanos esenciales! ¡Dejar de hacerlo sería aceptar que la iniquidad venza sobre la dignidad! / Alius: -Mi querido Ego, sean tus palabras un justo corolario de una amena y productiva plática.

                VÁLVULA: «La justicia es un valor humano esencial. La dificultad de su aplicación real lo hace parecer un mito, una aspiración inalcanzable. Hasta el extremo de que para muchos es un imposible en el mundo de los hechos; en tanto que otros, creyentes, sólo tienen fe en la justicia divina. Como quiera que sea, así como la sociedad se aglutina en torno a la ley y a la justicia, de igual manera toda la colectividad debe responder al compromiso imprescindible de luchar por el establecimiento de una justicia honesta y equitativa».                                            

glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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