El rector de Universidad de Los Andes (ULA), Mario Bonucci, ha puesto el dedo en la llaga y develado sin ocultar nada, el rostro de la universidad venezolana
Absalón Méndez Cegarra
Universidad autónoma y democrática es la frase que suele utilizar todo universitario que se respete, especialmente, autoridades universitarias, para culminar alguna pieza oratoria. La frase, en la actualidad, no dice nada, está vacía de contenido, pero, suena bien a los oídos de un público que no entiende mucho o casi nada de autonomía y democracia universitaria.
La autonomía y la democracia universitaria, conquista de la lucha universitaria de varias generaciones, llevadas al plano legal y constitucional, no existe en Venezuela, solo es un grato recuerdo de la Universidad que se oxigenó a partir del año 1958, con la promulgación de la Ley de Universidades y, tiempo después, en 1999, con su incorporación al texto constitucional de la República Bolivariana de Venezuela.
Algunas personas, se atreven a decir, todavía, que la autonomía es para la Universidad lo que la democracia es para el país. Sin autonomía, no hay universidad. Pareciera que se ignora lo que significa ser autónomo y ejercer autonomía con un Estado-gobierno con modalidades de actuación autoritarias y antidemocráticas, con vocación totalizadora y centralista, que no admite fisuras de ninguna naturaleza.
Las seis universidades nacionales autónomas existentes hasta la fecha, clasificadas así en la nomenclatura universitaria y legislativa y, las cuasi-autónomas, por mandato de sus estatutos, han sido las instituciones de educación superior más afectadas por la intervención gubernamental, no solo se les ha estrangulado presupuestariamente sino se les ha atado de manos para funcionar cabalmente y cumplir su misión rectora en el sistema de educación superior o universitario. En la actualidad, está negada la práctica, llamémosla autonómica, de elegir sus autoridades y darse sus propias normas de gobierno. El control total y absoluto de las universidades está en manos del gobierno central, mediante dos mecanismos o instituciones: la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), convertida en especie de súper-ministerio o Consejo Nacional de Universidades, órgano, que, ciertamente, dirige todo el sector universitario; y, el Sistema Patria, instancia que tiene a su cargo la nómina y el pago de la nómina universitaria.
El Rector de la Ilustre Universidad de Los Andes (ULA), el doctor Mario Bonucci, valientemente, en nuestra opinión, más allá de afectos y desafectos a su gestión rectoral, ha puesto el dedo en la llaga y develado sin ocultar nada, el rostro de la universidad venezolana, la crisis que la carcome día a día hasta hacerla sucumbir por completo.
En entrevista para un medio televisivo regional, el Rector de la ULA, señaló lo siguiente: 1,” En el año 2016, la ULA tenía una matrícula estudiantil de 48.000 inscritos, hoy, tiene 24.000 estudiantes”. Ha perdido, por la diáspora, el 50% de la matrícula estudiantil. Estudiar en una universidad pública, es costosa. La gratuidad es una gran mentira constitucional. 2. “La deserción de profesores, empleados administrativos y obreros es alarmante. El 6% de los cargos docentes, quedan vacantes; igualmente, el 10% de los cargos administrativos y obreros. Nadie quiere prestar servicios a la universidad debido a los bajos salarios”. 3. A pesar de todos los ataques, la universidad mantiene abiertas sus puertas, pero eso se debe a los nuevos héroes universitarios, los profesores, quienes financian la universidad con el dinero que perciben en otros empleos”. El efecto inmediato, es la disminución del tiempo de dedicación, ya no tendremos profesores a dedicación exclusiva o tiempo completo, a lo sumo, medio tiempo y tiempo convencional. 4. “La universidad está abierta, sí; funciona normal, no. La universidad está herida de muerte. La universidad y el país viven una crisis sin precedentes. Del presupuesto que se solicita, el gobierno aprueba entre un 20 y un 40%. Para el año 2023, se aprobó el 43% de lo solicitado; pero, del presupuesto aprobado en el año 2022, ha llegado, a la fecha, el 3%”
Esta es la universidad nacional autónoma que tenemos en Venezuela. Lo indicado por el Rector de la ULA sucede en mayor o menor magnitud en todas las demás universidades. El gobierno está empeñado en acabar con las universidades y lo está logrando, sin prisa, pero, sin pausa. Todas las piezas han sido colocadas inteligentemente en su lugar y se mueven sabiamente en el tablero universitario. Muchas manos, internas y externas, están prestando fiel y consecuente ayuda al gobierno para colocar la lápida en la sepultura de la universidad venezolana. ¿Qué hacer? Se preguntaba el líder soviético V. Lenin, en su momento. Se nos ocurre, abrir plenamente la universidad a la juventud venezolana, eliminar las trabas del cupo universitario, poblar las aulas de nuevos estudiantes, promover un nuevo movimiento estudiantil que luche por sus derechos y reivindicaciones. Sí, hay estudiantes, hay profesores. Vincular a estudiantes y profesores con las comunidades para buscar arraigo popular. Invitar a profesores jubilados que se mantengan activos volver a las aulas y; mediante la creación de un fondo especial, bonificar su participación académica brindándole además otro tipo de gratificaciones. Impulsar la prestación de servicios y la producción de bienes por parte de la universidad. Revisar la política de ingresos propios y la de internacionalización de la universidad. Y, como quiera, que la llamada gratuidad de la educación hasta el pregrado no es tal, entonces, cobrar una matrícula módica a los estudiantes que la puedan pagar, cobrar algunos servicios, estacionamientos, por ejemplo, en donde sea posible, programar eventos de todo tipo: deportivos, culturales, científicos, con entradas a precios módicos. Crear zonas rentales. Romper con tanta traba burocrática universitaria. Soltar amarras. No estamos, en nada, siendo originales. Ideas de este tipo son del reverendo padre jesuita Luis Ugalde, dadas a conocer hace poco en un interesante artículo. Debemos hacer algo inteligente. Propio de la sociedad del conocimiento.
@absalonmendez1