Sin una reactivación real de la economía dolarizar los sueldos y salarios solo agregaría más presión sobre un régimen cuya suerte hoy depende de las compras de petróleo que le haga los Estados Unidos.
Humberto González Briceño
En menos de 6 meses regresan las protestas masivas que recorren toda Venezuela exigiendo salarios dignos para vivir. Maestros y empleados públicos de diversos sectores han puesto a un lado su filiación chavista o antichavista para hacer causa común en una lucha por superar las condiciones infrahumanas en que están sumidos la mayoría de los venezolanos.
Los recursos que controla el régimen por vía de la renta petrolera se pierden entre la burocracia y la corrupción. Muy poco queda para cumplir las promesas salariales a los empleados públicos y militares. Y nada queda para reinvertir en la reactivación del parque industrial, la industria petrolera o activar el comercio.
Nicolás Maduro es el heredero de la fallida política económica de Hugo Chávez. El desmantelamiento de la economía nacional comenzó muy temprano en el 2003 cuando Chávez decidió convertir a PDVSA en su botija personal para enriquecer a su camarilla y pagar por sus antojos mesiánicos y populistas.
El asalto al tesoro nacional sumado a un proceso compulsivo de estatización acabó con la industria y el comercio en Venezuela dejando algunas raras excepciones que solo pueden ser explicadas por sus conexiones con el chavismo o por la titánica voluntad de sus emprendedores. Pero el papel de la empresa privada durante el chavismo ha sido reducido a su menor expresión.
Una de las evidencias del fracaso de la política económica del chavismo es la destrucción de la moneda nacional. Poco importa que el chavismo le ponga nombres truculentos a la moneda, le quite ceros y le asigne un valor nominal simbólico. No hay forma que el bolívar retenga su valor porque es un reflejo de una economía destrozada.
En su mejor estilo estafador el régimen hábilmente ha permitido una dolarización de facto de la economía, aunque por razones políticas se niega a adoptar el dólar como moneda de curso legal. Sin embargo, en la mayoría de las ciudades de Venezuela se comercia en dólares que además es la única moneda aceptada por los pranes y operadores chavistas para el pago de sus comisiones y coimas
Los bolívares megadevaluados son para pagarles a los empleados públicos y para quienes no son parte de esas exclusivas burbujas de la economía donde se ejercita vigorosamente el narcolavado tales como el negocio de espectáculos, restaurantes, ventas de vehículos importados y bodegones con delicateses.
El reclamo que hoy hacen los trabajadores y empleados públicos es por un aumento de salarios porque nadie puede vivir con 6 dólares al mes. El gobierno de Nicolás Maduro vuelve a estar contra las cuerdas obligado a decretar sucesivos aumentos de salarios este año si de verdad quiere llegar con vida a las elecciones del 2024. El problema con estos aumentos es que al ser en bolívares devaluados no resolverán el asunto de fondo disparando de la misma forma la inflación.
No se puede descartar que en una salida desesperada inspirada por la irresponsabilidad tipo “Dakazo” el chavismo decida dolarizar los salarios antes de las elecciones para tratar de mitigar el descontento nacional. Pero sin una reactivación real de la economía dolarizar los sueldos y salarios solo agregaría más presión sobre un régimen cuya suerte hoy depende de las compras de petróleo que le haga los Estados Unidos.
Aunque el régimen chavista aumente el salario varias veces este año y dolarice la economía esto no será suficiente para lograr la paz social porque sencillamente hoy hay menos dinero para repartir y no hay forma de producir nada en Venezuela. La inviabilidad del modelo chavista comienza a ser cada día más evidente e ineludible para sus propias clientelas y operadores.