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Las redes sociales: ¿el nuevo Cuarto Poder? I Letras al margen I Gustavo Luis Carrera

Las redes sociales se presentan ante los usuarios como la gran oportunidad de ejercer la natural libertad de opinión.

Gustavo Luis Carrera I  LETRAS AL MARGEN  

             Cuando surgió la prensa escrita, se la vio como la tribuna abierta a la comunidad, como la oportunidad de difundir colectivamente una idea, una información, un  conocimiento. Y así fue, por mucho tiempo. Era la apertura de una posibilidad comunicativa hasta entonces ausente. En sus páginas circulaban noticias, pero también poemas; datos económicos, pero igualmente reflexiones filosóficas. De hecho, sobresalió su

poder ideológico, su vigorosa capacidad para difundir una forma de pensar.        

            LA INFORMACIÓN EN PAPEL. El periódico toma forma en el papel: hojas que se distribuyen entre los lectores. Es, pues,  un órgano de comunicación para quienes pueden leer. Y al comienzo, inclusive hasta mediados del siglo XX -incluyendo la actualidad en buena parte del mundo- era muy elevado, cuando no dominante, el porcentaje de analfabetas. En la práctica, en sus inicios, el periódico requiere de la existencia previa de la imprenta. Es imposible no recordar que la imprenta y el periódico desempeñaron una función fundamental en la propagación de las ideas independentistas en América. En la práctica, no resultaba muy costoso editar un periódico; eso explica la proliferación de semanarios y revistas en el siglo XIX y hasta mediados del XX. Sin embargo, desde los comienzos se hizo evidente que la difusión de ideas podía ser manejada por interese poderosos, afirmando o desmintiendo a capricho. Esta dualidad condujo a la desconfianza pública, que se revela en el dicho popular: «papé aguanta tóo» («papel aguanta todo»).   

            EL «CUARTO PODER». A finales del siglo XVIII se considera que aparece, en Inglaterra, el primer periódico. Observadores agudos del instrumento informativo creado, de poderosa influencia colectiva, no tardaron en decir que surgía un «cuarto poder»; o sea, además de los tres clásicos: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Así, se fundaba un extraordinario instrumento de manipulación social: lo dicho por el periódico era la santa verdad; y a su voluntad, el papel impreso podía hacer prestigios o demolerlos, con efectivas consecuencias. Llegó a tanto la identificación del periódico con el sentir de las personas, que se decía «libertad de prensa» por «libertad de opinión» o «libertad de pensamiento». (Así se ve en Fermín Toro, en su texto «Europa y América» (1839). En efecto, el periódico impreso se impuso como una muestra de libertad comunicativa y de amplia difusión ideológica. Esta función social se consolidó en los tiempos más recientes, con la aparición de las cadenas periodísticas, verdaderos gigantes informativos, de gran tiraje; que han representado, ni más ni menos, el Cuarto Poder. 

            LA INFORMACIÓN DIGITAL.  El surgimiento del Internet, en 1991, significó el comienzo de la rivalidad entre las comunicaciones digitales y la prensa editada. Se señala que en 1997 surge la primera red social; y ya esto fue el inicio de una competencia evidente. El periódico impreso es lento y tardío frente a una vía digital expedita, abierta a toda hora y dispuesta a servir a cualquier usuario. Las redes comenzaron como rutas para el intercambio de información, opiniones y juegos entre amigos de grupos determinados. En seguida, su proyección hacia la colectividad las convierte en verdaderas «redes sociales». La prensa escrita está en desventaja: sus informaciones se hacen rápidamente obsoletas; es costosa y estática. Las redes son «en vivo», ágiles, actualizadas y gratuitas. Cada día hay menos lectores de periódicos y más «redhabientes». Van despareciendo los periódicos; mientras se incrementan las redes.

            LAS REDES SOCIALES Y LA LIBERTAD DE OPINIÓN. Las redes sociales se presentan ante los usuarios como la gran oportunidad de ejercer la natural libertad de opinión. Pero, en la práctica, las convenciones internacionales y los intereses de los grandes capitales que las manejan, manipulan las redes; aunque no se puede desconocer su apertura a la participación personal y subjetiva del público.  ¿Son las redes sociales el nuevo Cuarto Poder? Así lo parece. Y ya han comenzado a presentarse graves y confusos problemas públicos. Se difunden tantas noticias falsas y acusaciones irresponsables por las redes que han terminado por envilecer el sistema comunicativo; hasta el extremo de que sus propios usuarios desconfían de la veracidad de lo que allí se difunde. Tratando de evaluar verazmente la realidad, es inevitable aceptar la función comunicativa sin igual que logran las redes. Y su destino está abierto a convertirse en verdaderas tribunas informativas, con proyección directa sobre la llamada «opinión pública» (que, como hemos señalado en oportunidades anteriores, es cada vez menos «opinión» y menos «pública», ya que es reflejo de la manipulación informativa que la maneja). En suma, con los mismas capacidades y los mismos vicios de los periódicos, manejados por intereses económicos y políticos, las redes son, indefectiblemente, el Cuarto Poder, que otrora estuvo representado por la prensa. ¿Garantizará este sistema digitalizado y de alta tecnología, la libertad de opinión? El tiempo lo dirá. Y como asienta el saber popular: lo que ha de verse, no se porfía.  

            VÁLVULA: «La baja presencia actual de la prensa se corresponde con un incremento, siempre ascendente, de la comunicación digital. Es evidente que las redes sociales cumplen una función incomparable en la divulgación inmediata y permanente de noticias, ya sean verdaderas o falsas (tal como lo hacen los periódicos). ¿Significa esto que las redes son el nuevo Cuarto Poder que representaba la prensa escrita? Tal parece que sí. Y las consecuencias de este fenómeno contemporáneo quedan abiertas a las interpretaciones. La historia dirá la última palabra».        

glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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