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Más protestas, menos elecciones I Opinión I Humberto González Briceño

Lo concreto es la lucha del día de hoy por arrancarle al régimen no un bono miserable sino un aumento general de sueldos y salarios y hasta quizás, si se puede, obligarlo a dolarizar formalmente la economía.

Humberto González Briceño

La realidad venezolana sigue marcando un ritmo y una dirección que no son los del régimen chavista ni los de su falsa oposición. Mientras chavistas y falsos opositores se preparan para rendir tributo al fetiche electoral como forma falsa para resolver nuestros problemas, los venezolanos azotados por la traición de ambas mafias no quieren saber nada de elecciones. No hay trabajo, no hay dinero, no hay servicios. No hay vida y lo que la gente quiere es protestar.

Chavistas y falsos opositores viven en una burbuja aislados de la realidad. Su discurso le habla a una sala vacía donde la audiencia abandonó hace mucho tiempo. El chavismo insiste en negar con necedad lo evidente. El colapso económico provocado por Hugo Chávez y profundizado por Nicolás Maduro ha sumido a Venezuela en la más absoluta miseria. El bolívar como unidad monetaria nacional no solo se ha megadevaluado sino que no hay empleos para ponerlos en el bolsillo de la gente.

Con un segmento de “emprendedores” que se han dedicado al narcolavado mediante negocios aparentes con fachadas de restaurantes, espectáculos artísticos y deportivos, Bodegones, etc. se han visto ríos de dólares circular por toda Venezuela. Aunque estos de ninguna manera tocan al 90% de venezolanos que pasa hambre, el régimen usa la apariencia de bonanza para armar su discurso de un presunto milagro económico

La realidad es que la mayoría de los venezolanos no forman parte, no pueden formar parte, de esos exclusivos y exquisitos circuitos económicos. Para estos venezolanos, que son millones, solo hay miseria, mendicidad, rebusque y cajitas CLAP.

Las protestas que hemos visto son la reacción desesperada de un segmento de venezolanos que directa o indirectamente dependen de la administración pública y que hasta ahora han venido soportando el deterioro de su condición socioeconómica precisamente por su evidente conexión con el gobierno. Sin embargo, todo tiene un límite. Y la situación en Venezuela es tan dramática que empleados públicos, chavistas o no, no pueden ser indiferentes o neutrales frente a la debacle.

Es un fenómeno interesante cuando vemos a empleados públicos chavistas encabezando las protestas por aumentos de salario. Y más interesante aún es ver a sus compañeros de trabajo que se autodefinen como opositores gritando las mismas consignas. El régimen chavista preferiría unas huestes más dóciles y menos ariscas. La falsa oposición por su parte quisiera que esa energía se enfocara en las primarias y fundamentalmente en ir a votar por el candidato opositor.

Pero la crisis económica ha trastocado las prioridades y nadie quiere hablar de unas elecciones que todos saben no resolverán nada. Las elecciones son la nada, una promesa más en el vacío. La oferta de una ilusión sin garantías. Lo concreto es la lucha del día de hoy por arrancarle al régimen no un bono miserable sino un aumento general de sueldos y salarios y hasta quizás, si se puede, obligarlo a dolarizar formalmente la economía como una forma de compensar el irreversible deterioro del bolívar.

Muchos operadores del régimen chavista se jactan de haber estudiado y memorizado manuales marxistas. Parecería entonces que han perdido el tiempo si no terminan de entender que el colapso económico al que el chavismo ha arrastrado a Venezuela conduce, irreversiblemente, al colapso político y eventualmente a la caída definitiva del régimen.

La inercia es una ficción, un espejismo, en la política. Si el régimen chavista no toma medidas para enfrentar la inflación y la ultra devaluación del bolívar será inevitablemente cambiado, aunque el revulsivo para este cambio salga de sus propias entrañas. Ahí no habrá  comisiones tripartitas, negociaciones, ni elecciones que lo detengan.-

@humbertotweets  

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

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