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¿Honestidad y política son términos antitéticos? I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

El propio Simón Bolívar ya lo proclamaba: «La mejor política es la honradez».

       Gustavo Luis Carrera  I  LETRAS AL MARGEN              

            La experiencia secular señala que el diálogo en forma de debate ideológico es un modo efectivo de contraponer ideas y de buscar perspectivas de reflexión y análisis. Así lo hemos expuesto en ocasiones previas; y convencidos de ello, lo aplicamos, productivamente, de nuevo.     Demos la palabra, entonces, a los habituales discutidores, Alius y Ego, dejando las conclusiones a los lectores receptivos. 

       Ego:-Si uno va al diccionario, encuentra que la política es la materia que trata del gobierno de un Estado; pero, que también se refiere al conjunto de actividades destinadas a ejercer la autoridad en una colectividad. Es decir, que es una teoría y una práctica. / Alius: -Y quizás más de lo segundo, porque, ¿cuántos políticos no llegan al poder sin tener que estudiar teoría política? / Ego: -Muy cierto. Digamos que la política es una actividad de hecho, no de derecho. / Alius: (Riendo): -Sé a qué te refieres. A los políticos que brincan del anonimato a la cumbre gubernamental, sin estudios ni requisitos culturales. Son muchos los casos. / Ego: -Pero, el planteamiento que te traigo es la relación de la política con un arquetipo de la conducta humana, la honestidad. La que, por cierto, el mismo diccionario define como propio de la persona honesta, es decir: la que es honrada, incapaz de robar, estafar o defraudar. / Alius: -¿Y tú pretendes aproximar ambos términos: política y honestidad? Eso parece juntar fuego con gasolina. / Ego: -Pero, ¿eres tan pesimista así? Reaccionas como se dice popularmente, como «gato escaldado»./ Alius: -Exacto. El dicho completo es: «Gato escaldado, cuando ve agua hirviendo, huye»; y otra versión dice que «huye hasta del agua fría». (Riendo). Sí, en ese tema soy gato escaldado. ¡Cuántos políticos deshonestos no forman una larga lista en numerosos países! / Ego (Sin contener la risa) -Claro. Sin duda tienes razón. Pero, lo que te propongo es que examinemos si política y honestidad son términos antitéticos, irreconciliables. Vayamos a la raíz del problema; e inclusive hagamos alusión a lo más cercano, a lo de este país. / Alius; -De una vez te digo que el político tiene muy poca memoria y muy poco nivel ético. No estoy diciendo que sea un tarado o un sinvergüenza. No. Me refiero a que es oportunista; es decir, no tiene principios fijos. Y a que es capaz de mirar hacia otro lado mientras sus acólitos y sus paniaguados se benefician de los dineros públicos, como una forma de asegurarse su apoyo irrestricto. / Ego: -No te discuto eso. Pero, mira, vayamos a lo práctico, a lo más próximo, a lo de este país nuestro. De 1958 a 1999, durante un lapso de cuarenta años, en Venezuela hubo cinco Presidentes, en siete períodos presidenciales; y nunca se les señaló por deshonestidad, ni de ellos, ni de sus familiares. / Alius: -Bueno, hubo una excepción. Un Presidente fue enjuiciado y destituido por desviar diecisiete millones de dólares para un fin político en el exterior: ayudar en el proceso de recuperación democrática a un país centroamericano. / Ego: Sí. Pero, todos sabemos que en ese caso actuaron fundamentalmente el resentimiento y el odio. ¿Cómo se supo el hecho, si era una partida secreta? Allí participaron la venganza del Fiscal y la revancha de su propio partido. Además, en todo caso, se planteaba un asunto de malversación, no de peculado. / Alius: -Exactamente. Y te doy la razón. Pero, mira mi escarmiento en el tema se refuerza con un hecho de gran actualidad. Ahora, de repente, el propio gobierno reconoce  la desaparición, mejor dicho: robo, de tres mil millones de dólares, bajo la mascarada de la empresa petrolera nacional y otros departamentos administrativos. ¡Es algo que no tiene precedente ni semejanza con nada! / Ego: -Es más, algunos dicen que sustrajeron, o dicho sin subterfugios, se robaron, más de veinte mil millones. ¡Es inaudito! ¡Es la entronización del peculado! Pero, volvamos a nuestro tema inicial: ¿tienen que ser deshonestos los políticos? / Alius: -Mira, Ego, el caso es tan notorio que recuerdo que en Japón se hizo común que mucha gente opinase de modo pragmático, diciendo: «que roben; pero que hagan algo de utilidad pública». / Ego: -¡Pero, eso no es consuelo! ¡Robar es robar; así sea con máscara de interés común! / Alius: -Mi querido amigo, lo que quiero es llamar tu atención ante un hecho tan repetido que hay que darle la categoría de experiencia, amarga experiencia, sin duda. El asunto es así: estos individuos llegan a los máximos cargos ejecutivos de un país y ven pasar por sus manos tanto dinero que, como se dice popularmente, algo se les queda en las uñas: y otra parte la dejan para que sus cómplices roben y se comprometan en la defensa del régimen, que es al mismo tiempo la defensa de lo robado. ¿Ves dónde está la clave vergonzante? / Ego: -Sí, la veo. Y no dudo que tengas razón. Pero, me niego a aceptar la unión deshonestidad-política como un hecho fatal. Hablábamos antes de presidentes que nunca fueron acusados de probada deshonestidad. Además, no porque haya políticos iletrados que llegan al más alto nivel, hay que decir que los políticos son iletrados. / Alius: -Fíjate, Ego, ¿cuál es el sueldo de un presidente en Europa? El de Francia, unos quince mil euros mensuales, y el de España, unos ocho mil; y esa suma, ya que tienen cubiertos todos los gastos, puede ser ahorrada. Parece más que suficiente. ¿Cuánto gana un presidente latinoamericano?  No se sabe. Y ahí se aplica aquello de «manos libres». ¿O me equivoco? Lo que quiero decir es que todo se confabula propiciando la deshonestidad. / Ego: -Pero, una cosa es la práctica desalentadora y otra el rango de los principios y los valores éticos. El propio Simón Bolívar ya lo proclamaba: «La mejor política es la honradez». Él consideraba esto fundamental. Y lo sigue siendo. / Alius: -Nadie puede negar tus razones. Pero, no olvides que entre deshonestos no se percibe, ni se condena, la deshonestidad. Hasta que la deshonestidad del otro afecta los intereses propios. Esa es la «moral», así entre comillas, que ellos aplican. / Ego: -Pero, mira, mi querido Alius, no puedes negar que tiene que haber políticos honestos. / Alius: -No solamente tiene que haberlos, sino que los hay, y los habrá. Pero, a conciencia ellos de su deber con un pueblo: y de su parte el pueblo en ejercicio de su vigilancia en defensa de sus derechos y, en este caso, de sus dineros. Digamos que el principio queda a salvo: la honestidad no es irreconciliable con la política. Salvemos el ideal, por encima de la mala praxis que se muestra a ojos vistas. / Ego: -¡Lo has dicho muy bien, ínclito amigo: la honestidad debe prevalecer en la conciencia del político, y el pueblo es salvaguarda y vindicador de la honestidad.

La honestidad no es irreconciliable con la política. Salvemos el ideal, por encima de la mala praxis que se muestra a ojos vistas”

         VÁLVULA: «De hecho, la praxis dominante tiende a plantear que la honestidad y la política son términos antitéticos, irreconciliables. Son tantos, y tan escandalosos y cercanos, los casos de enriquecimiento ilícito de altos jerarcas de los gobiernos, así como de sus familiares y cómplices, que la opinión común parece coincidir en señalar que no hay forma de conciliar ambas categorías. Pero, en la salvaguarda de los valores, inclusive con ejemplos históricos de honesto cumplimiento, hay que reivindicar la obligación esencial del político de ser honesto y el veredicto decisivo del pueblo en su responsabilidad como vigilante y censor del respeto a la honestidad».                                                                                                                    glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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