Quienes sí pueden estar deleitándose con este pan y circo son precisamente las clientelas chavistas que siguen estos eventos cada día como una telenovela en la ansiosa espera por el capítulo final.
Humberto González Briceño
No hay duda que las acciones desplegadas por el gobierno de Nicolás Maduro y su Fiscal títere Tarek William Saab no representan una verdadera lucha contra la corrupción del régimen. De ser así tendrían que caer el propio Nicolás Maduro, el Fiscal, los hermanos Rodríguez, Diosdado Cabello y todos sus allegados porque la corrupción y el saqueo es la esencia del régimen desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999.
Sorprende a los desprevenidos que en un Estado donde la corrupción es parte del sistema y de la política ahora se presente una coreografía que simula perseguir a los corruptos. Los más cautos entienden que lo de la corrupción no es más que una cortina de humo para tapar lo que en realidad está ocurriendo dentro del régimen.
Son las sangrientas luchas intestinas para resolver quién controla el Estado chavista lo que está en el fondo de la cuestión. El argumento de la lucha contra la corrupción no es más que el pretexto para ajustar cuentas entre los jefes de las bandas que operan dentro del chavismo.
No hay sorpresa con los nombres de los imputados y los hechos que se les atribuyen, ya que en la mayoría de los casos se trata de situaciones que ya mucho antes venían siendo denunciadas y documentadas por periodistas de investigación. Y si hay algún espacio para el asombro es porque muchos suponían que este tipo de conflictos por el poder se podrían dirimir en la más absoluta discreción en las entrañas del propio régimen evitando que la sangre llegue al río.
Pero copiando la fórmula soviética, bien refinada por el régimen cubano de los Castro, el estado chavista intenta presentar estos eventos como una lección para desanimar a aquellos que acaricien la posibilidad de disputarle el poder a Nicolás Maduro al tiempo que despliega una intensa campaña de propaganda para tratar de negar su propia esencia corrupta.
Irónicamente solo en un régimen tan corrupto como el chavista podría existir un cuerpo parapolicial llamado Policía Contra la Corrupción lo cual es la mejor evidencia que se trata de una anomalía sistémica y no incidental. Este cuerpo cumple con la doble función de perseguir a posibles adversarios de Maduro y sus respectivos operadores además de desplegar acciones efectistas y de propaganda.
Esta supuesta lucha contra la corrupción no impresiona a ningún venezolano que entiende que la corrupción está en el ADN del régimen chavista. Quienes sí pueden estar deleitándose con este pan y circo son precisamente las clientelas chavistas que siguen estos eventos cada día como una telenovela en la ansiosa espera por el capítulo final. O mejor decir, al borde del paroxismo por saber si finalmente Tareck El Aissami será liquidado o no. Mario Silva en un críptico y premonitorio mensaje les previno: “Nervios de acero camaradas…”.