La UCV es un vivo y combatiente ejemplo del reguardo de ese caudal propio del espíritu de un pueblo
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN
La Universidad nace como un centro de estudio y de acopio del conocimiento humanístico y científico. Las primeras Universidades, en los siglos XII y XIII, surgen en Italia, Inglaterra y Francia, como proyección de las Escuelas Monásticas. Prontamente van más allá de las materias teológicas, incorporando la filosofía, la medicina y las leyes. Y se cumple la siembra de un modelo universal de los altos estudios, del pensamiento sistemático, de la investigación innovadora. Al tiempo que se incorporan los estudiantes, jóvenes que ansían enrumbarse en el camino del conocimiento, y cuya presencia da sentido funcional al acto docente.
JUVENTUD Y REBELDÍA. Quien dice juventud, dice actitud cuestionadora, dice rebeldía. Y así fue, ha sido, y será, el ánimo reformista de los universitarios. Índole transformadora que encuentra eco en profesores y autoridades de la Universidad, conscientes, como están, de que son los guías inmediatos de potenciales pensadores y científicos del futuro. De hecho, desde los inicios surge la condición del «estudiante» como miembro de un gremio aparte, específico, en medio del estricto panorama profesional medieval. ¿Y no ha sido siempre esa la condición particular del universitario: la de pertenecer a un gremio con personalidad propia en el concierto del desarrollo del conjunto social? Pero, es una categoría que no significa campo aparte o refugio aristocrático. Por el contrario, la naturaleza del espíritu universitario es la de, por igual, reivindicar su identificación particularizada y su integración en la dinámica social. En la práctica, el universitario es perfecta muestra del vigor que se nutre de la fuente de la vida nueva y de la voluntad de servicio que dimana de la conciencia colectiva. De allí que, indefectiblemente, la Universidad, y en particular el joven universitario, se corresponda con una personalidad rebelde ante cualquier intento de imposición forzada por autoridades administrativas y políticas. Por ello, todos los gobiernos fracasan en su torpe y empecinado empeño en dominar la Universidad. Puede que la acosen y la conduzcan a la crisis económica; pero, jamás, absolutamente jamás, se adueñarán del rebelde espíritu universitario.
SABER Y ESPÍRITU CRÍTICO. No es aventurado decir que la Universidad aúna la inspirada dedicación del monje con la duda metódica del pensador racionalista. Y ello se proyecta en el ánimo revulsivo del universitario, a nivel de docentes y de estudiantes. Allí radica la esencia del conocimiento creador que el profesor estimula en el aula y el alumno proyecta y engrandece en su ingenio y su constancia. De poco sirve el conocimiento si no se le somete a la revisión innovadora, que convierte en provechoso fruto la pródiga simiente. Todo en una dinámica incesante, propia del avance científico indetenible y de la adecuación del pensamiento ontológico y social a los requerimientos de la permanente evolución histórica de la colectividad. La ciencia, el saber filosófico y la creación artística se hermanan en una totalidad universitaria.
ACADEMIA Y DEMOCRACIA. Veamos el ejemplo donde se inscribe nuestra experiencia personal. Se trata de una Universidad regida sustancialmente por la elevación académica y la apertura democrática. Es una institución que encuentra sus orígenes en 1721, cuando el rey de España, Felipe V, por real decreto convierte, en Caracas, el Colegio Seminario de Santa Rosa de Lima en Universidad. Es el germen de la Universidad Central de Venezuela. Al comienzo se ofrecieron, en latín, clases de teología, medicina, filosofía y derecho. Su primer Rector, en 1827, fue el doctor José María Vargas. En 1856 se trasladó la Universidad al Convento de San Francisco, hoy Palacio de las Academias. Hecho extraordinario en la vida pública de esta Universidad fue el movimiento estudiantil (1928) contra la interminable dictadura de Juan Vicente Gómez. En 1955 se instala en el campus de la Ciudad Universitaria. El 5 de diciembre de 1958 se produce un acontecimiento decisivo para la estructuración contemporánea de la Universidad venezolana: la aprobación de la Ley de Universidades. En 1960 se viven protestas estudiantiles por reivindicaciones sociales. Y en 1969, durante el gobierno de Rafael Caldera, se produce el allanamiento de la UCV (Operación Canguro). Pues bien, esa Universidad, como otras instituciones universitarias del país, no ha dejado en ningún momento de ser un centro de estudio, de reflexión y de crítica social. Es un imperativo histórico, hasta la actualidad; y así ha de ser, como se ha dicho, porque esa es la vocación histórica y el papel contestatario que se corresponde con el espíritu universitario. Es la reivindicación de la libertad del pensamiento, Ya lo decía AndréS Bello, fundador y primer rector de la Universidad de Chile en su discurso inaugural (1843): «La libertad, contrapuesta a la docilidad servil que lo recibe todo sin examen,…será, sin duda el tema de la Universidad en todas sus diferentes secciones». La UCV que se gesta y vigorosamente se desarrolla a partir de 1958 -tal como la vivimos- ha sido el más notable experimento educativo del más alto nivel, dentro de un riguroso espíritu académico y un irrenunciable sentido democrático, que yo haya conocido. Allí, una comunidad de estudiantes, profesores, empleados, obreros y autoridades, cohesionada por la fe universitaria, ha resguardado los principios básicos de autonomía, de libertad de cátedra, de elevación de niveles profesionales, de apertura universal al conocimiento y su problemática ideológica. Hasta los tiempos que corren. Aunque, su panorama se haya ensombrecido por el abandono oficial y el desequilibrio consecuente, ese espíritu universitario, que une el saber al cuestionamiento, sigue allí, latente, auto protegido; y es tarea imperativa rescatarlo, como el símbolo primordial que representa.
VÁLVULA: «La Universidad nace como núcleo activo del saber y del desarrollo humanístico y científico; aunado este conocimiento a un espíritu contestatario que se corresponde con el planteamiento de reivindicaciones sociales. Los jóvenes y docentes que la integran son garantía de una irreductible posición crítica, que no se doblega ni se somete ante ningún gobierno de turno. La Universidad puede ser despojada de los recursos económicos que legalmente le corresponden; pero, jamás será sometida por una imposición política. La UCV es un vivo y combatiente ejemplo del reguardo de ese caudal propio del espíritu de un pueblo. Rescatarlo, en medio de la crisis funcional a que está sometida la institución, es tarea tan urgente como dignificante». glcarrerad@gmail.com