Fue un sabio, sin vanidad; un revolucionario, sin espíritu demoledor; un innovador, sin temeridad; un perseverante, sin fanatismo; un visionario, sin soberbia.
Gustavo Luis Carrera
América es el Nuevo Mundo. Así se le vio, y así fue llamada. Y en efecto, era un inmenso territorio del cual no había noticias. Pero, este Nuevo Mundo advenía a un mundo donde ya existían, desde tiempos inmemoriales, Asia, África y Europa. Universo donde, para la época de la conquista de tierras americanas, prevalecía el dominio económico y espiritual de Europa. Así, los modelos establecidos eran europeos. De ello da fe, en el siglo XIX, Fermín Toro. Y a comienzos del siglo XX, comienza a imponerse el modelo norteamericano; de lo cual hacen señaladas advertencias connotados ensayistas hispanoamericanos: Rodó, Blanco Fombona. Lo cierto es que América Latina siempre ha estado expuesta al sometimiento a modelos importados. Si alguien advirtió a tiempo esta amenaza, y sus consecuencias, fue Simón Rodríguez. Veamos las lecciones del Maestro de América.
CONCIENCIA HISTÓRICA. Simón Rodríguez (Caracas, 1771-Amotape (Perú), 1854), cuyo nombre completo era: Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, ha quedado como un símbolo de la emancipación educativa de América Latina. Pero, no sólo fue el renovador de los sistemas de enseñanza y promotor inicial de la educación pública gratuita, para ambos sexos y sin discriminaciones raciales; sino que, por igual, demostró constantemente su preocupación por los sectores menos favorecidos de la sociedad (probando con ello su gran diferencia con los postulados de Rousseau, limitados éstos a la enseñanza de nobles y principales). De hecho, Simón Rodríguez, al igual que Simón Bolívar, no veía a Venezuela como una individualidad territorial; su visión era continental, en la proyección de países unidos por tradiciones, lengua y significación social y política. Y su gran preocupación era el reto americano de naciones donde había el dominio de un reino, de una corona extranjera. Afirmaba que las sociedades pueden existir sin reyes; que era fundamental la creación de ciudadanos, no de súbditos; y que «nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente, nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte». La educación del pueblo es señalada por él como el fundamento de la democracia, de la anulación del riesgo a ser sometido al despotismo (la misma idea desplegada en un ilustre pensamiento de Simón Bolívar). La función del maestro, es para Simón Rodríguez, la de enseñar conocimiento y educar para la vida ciudadana; de igual manera considera que debe orientarse el pensamiento ciudadano: pensar en los demás, para que ellos piensen por todos. Es una visión coherente con la historia, con la política y con la formación educativa de América, fundida en la personalidad del nuevo ciudadano americano.
ADVERTENCIAS Y PROPOSICIONES. Para Simón Rodríguez la educación es el fundamento de la sociedad, y en ello destaca particularmente la importancia del maestro de primeras letras, constructor básico de lo que será el joven alumno. Propuso y creó escuelas-talleres donde se estudiaba a la vez que se aprendía un oficio. Centró su promoción de ideas en la creación de ciudadanos, para garantizar el presente y el futuro de las nuevas repúblicas. Tuvo conciencia de la necesidad de formar artesanos y técnicos, para desarrollar actividades económicas, porque el riesgo era permanecer como fuente de materia prima: «En las colonias americanas, España establece una economía extractiva de piedras preciosas, especias y alimentos. Hay una economía de puertos». En 1828 señaló la necesidad indispensable de que América debía colonizar sus vastos territorio inhabitados con pobladores americanos, para que no vinieran de fuera invasores a dominar los pueblos (¡qué otra historia sería la del Esequibo venezolano si se hubiera hecho caso al maestro Rodríguez!). Advirtió sobre la necesidad de desarrollar conciencia del cuidado de los bosques, que son la protección de la vida. Y su gran proyecto: América debe sustentarse en sus propias capacidades, sin complejos ni sometimientos, porque iguales derechos a los de todo el mundo tenemos los americanos; apliquemos y defendamos esos derechos.
LECCIÓN PERMANENTE. La lección profunda y esencial que nos dio el Maestro Caminante de América queda sustentada es sus palabras: «¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su Gobierno, y originales de fundar unas y otro. O inventamos o erramos». Allí está lo que él luego desarrolla: debemos confiar en nuestros talentos; no es necesario tener un apellido extranjero, europeo o norteamericano, para ser considerado y valorado (a este respecto se burla, diciendo que si su apellido fuera inglés o francés, se le consideraría mucho más; y con ánimo irónico se cambió, para sus publicaciones, su nombre a Samuel Robinson). Su sensibilidad social lo lleva a advertir el peligro de la mecanización industrial, que idiotiza al obrero, mientras tiende a eliminar puestos de trabajo, Por su experiencia con la Revolución Francesa, advierte sobre el peligro de las revoluciones descontroladas, que terminan imponiendo lo que dicen combatir. Es evidente la actualidad, la validez permanente de la lección rodriguiana; América es original, distinta, nueva, y sus planes y soluciones deben ser originales, distintos y nuevos, para ser funcionales en su medio. Parte sustancial de su pensamiento innovador se recoge en «Sociedades Americanas», que comienza a publicarse en Arequipa (Perú) en 1828, con reediciones y ampliaciones hasta 1842. Simón Rodríguez fue un sabio, sin vanidad; un revolucionario, sin espíritu demoledor; un innovador, sin temeridad; un perseverante, sin fanatismo; un visionario, sin soberbia. Y aun así, fue un ser humano, con pasiones, errores y sueños irrealizables. Pues bien, ese Maestro, ese Caminante Americano, nos advierte, para siempre: «O inventamos o erramos».
VÁLVULA: «Mensaje fundamental dentro del pensamiento educativo, social y político del Maestro de América, Simón Rodríguez, es el de producir proyectos y soluciones acordes con las características particulares de este Nuevo Mundo, confiando en nuestros talentos, sin permitir que invasores vengan a dominarnos y a imponernos decisiones inoperantes en tierras americanas. Su consejo, respecto a lo que viene de fuera, es de honda sabiduría: «Tomen lo bueno, dejen lo malo, imiten con juicio, y por lo que les falte, inventen». La vigencia permanente de este llamado a la propia invención creadora lo convierte en paradigma material y espiritual para toda esta América bullente, siempre gestante, a la cual pertenecemos». glcarrerad@gmail.com