La burocracia dictatorial chavista (civil-militarista) no dudará en echar mano al modelo político aplicado por el dictador Daniel Ortega en Nicaragua para mantenerse en el poder
Oscar Battaglini
Con el chavismo gubernamental se cumple fatalmente la tendencia propia de una gente que en el ejercicio del poder empobrece al extremo, bloquea y/o paraliza completamente el desarrollo histórico normal de sus respectivas sociedades. Pero lo más sorprendente y absurdo de esa conducta de quien así actúa desde el poder, es su obcecada resistencia, no sólo a deponer esa posición (a pesar del enorme repudio que tal conducta concita entre la inmensa mayoría de sus conciudadanos), sino que se vale de todos los mecanismos imaginables (fraudes electorales, argucias leguleyas, mentiras y engaños sistemáticos, coacción y represión física, persecución, chantajes, amenazas, cárcel, persecución de asesinatos de políticos, etc.
Esos elementos, que permanecen presentes con ese propósito en los planes continuistas de la dictadura, sse han venido acentuando en la misma medida en la que se ha ido haciendo cada vez más notable el proceso de deslegitimación política que la afecta profundamente; y también, en la medida en … que se hace más evidente la posibilidad cierta de su derrota en las elecciones presidenciales de 2024.
La cerrada e intransigente negativa de la dictadura madurista a ceder en materia de derechos políticos con relación a esas elecciones, conducen a pensar que mantiene en pie la resolución de no levantar las restricciones que han venido perturbando e impidiendo la realización de procesos electorales libres en nuestro país, o de la forma como se vienen efectuando en el resto de América Latina y del mundo.
Eso es, en definitiva, lo que han querido decir Maduro y otros voceros de su círculo de poder cuando en varias oportunidades no sólo se han retirado de la mesa de negociación con la oposición democrática, sin que hayan existido razones válidas para ello, y cuando han afirmado y ratificado –de la misma manera- su determinación de no retornar a esa mesa de negociación.
Todo indica -salvo que la presión política nacional e internacional fuercen en una dirección opuesta- que la dictadura militarista no hará concesiones en el ámbito político y que, por el contrario, no sólo endurecerá las restricciones existentes, sino que impondrá otras del mismo signo antidemocrático. Esto, por supuesto, no tiene un carácter azaroso; se corresponde sobre todo con el convencimiento que tiene la dictadura -tal como se ha dicho- de que no podrá “ganar” la próxima elección presidencial, a menos que termine imponiéndose mediante la realización de un fraude electoral brutal, burdo y escandaloso, como hicieron López Contreras en 1937 – 38, y Pérez Jiménez en 1952 y 1957.
En lo inmediato la dictadura tiene centrada su atención en el sabotaje de las primarias, a fin de impedir que la oposición democrática se articule alrededor de una candidatura unitaria. Con esta intencionalidad perversa se ha puesto en marcha un plan dirigido:
1-a presentar las primarias no como una iniciativa política concebida por el sector mayoritario de la oposición democrática, para superar la división que actualmente la afecta gravemente, sino como la decisión de un sector minoritario y sectario de ella, que antes que unificar sus fuerzas internas las dividirá aún más.
2- a intentar infiltrarlas por todos los medios con actores políticos de la oposición colaboracionista, con alacranes y aventureros de toda laya con el fin de abortarlas desde adentro.
3-a desestimular la participación de los sectores sociales mayoritarios en la escogencia democrática de la candidatura unitaria de la oposición.
4- a crear confusión en el electorado de las primarias mediante encuestas de laboratorio, y toda la industria mediática de “opinión” controlada por ellos (periodismo tarifado).
5- a estimular el temor de que si las primarias se hacen con la mediación técnica del CNE, y con la incorporación de las captahuellas, quedaría en evidencia la identidad del electorado que en ellas participen.
Conviene señalar además que a esos aspectos no se reduce el cálculo siniestro y retorcido de la dictadura madurista sobre su permanencia indefinida en el poder. A este respecto son muy conocidas las expresiones públicas y privadas de Maduro, de Cabello y otros personeros del entramado oficial chavista quienes siguen repitiendo que ellos no saldrán del poder “ni por las buenas ni por las malas”; de ahí que no resulte exagerado pensar que llegado el momento, la burocracia dictatorial chavista (civil-militarista) no dudará en echar mano al modelo político aplicado por el dictador Daniel Ortega en Nicaragua para mantenerse en el poder; o incluso, al autogolpe de Estado con idéntico propósito.
¿Qué duda puede haber en que desemboquemos en una situación como esa, después de haber presenciado la destrucción del país y la conversión de lo poco que queda de él en una “industria” para el exclusivo beneficio de la burocracia en el poder.
¿Cuál es el límite que esa burocracia no está dispuesta a traspasar (a violar) a fin de mantener bajo su poder y control esa industria, como viene haciendo con el quantum de la renta petrolera que todavía percibe el Estado venezolano; del oro y de los demás minerales que sustrae del Arco Minero, y sobre el cual no existe ningún control, ni se conocen las cifras a las que asciende su comercialización.
He ahí la causa básica del conflicto político que mantiene en tensión a la sociedad venezolana; es decir, del conflicto que ubica de un lado a esa burocracia (megabandas de cuello rojo) enriquecida a costa de la necesidades y las penurias de un pueblo noble; formada en el autoritarismo, e el abuso de poder y la destrucción de todo cuanto cae bajo el ámbito de su poder; y del otro, la inmensa mayoría de los venezolanos, que tienen ante sí la imperiosa y urgente necesidad de ponerle término a un régimen político (militar) que ha destruido al país, y de retomar el camino para su recuperación democrática y la regeneración de todo lo destruido por el chavismo oficial.
Esa es la perspectiva previsible para el país y para los venezolanos, a menos que la dictadura madurista decida imponerse, tal y como hemos señalado, mediante la violencia del fraude electoral o del autogolpe de estado.
En todo caso lo deseable es que el proceso político nacional, que va de aquí al año 2024, culminen en unas elecciones libres, que le devuelvan a la República la normalidad político – institucional democrática.