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Una sociedad hipócrita y apoltronada I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

La negación de aceptar como válida la hipocresía, denunciándola o haciendo mofa de ella: tal ha sido el recurso que han esgrimido mentes y grupos rebeldes.

Gustavo Luis Carrera I  LETRAS AL MARGEN                 

             El enjuiciamiento de la organización social ha sido una constante histórica, que adquiere formas de mayor consistencia en los tiempos modernos. Sobre todo en la denuncia de la ausencia de libertad verdadera y de respeto auténtico de los derechos humanos. Y en particular se ha protestado contra la mentira manejada como un sistema de propaganda adormecedora y la omisión en la debida toma de decisiones, para no alterar una cómoda situación establecida. Y aherrojada como una forma de dominio. Cabe aproximarse tentativamente al tema.   

         EL ENGAÑO DE LAS APARIENCIAS. Una sociedad no es; una sociedad parece ser. Al menos esto es lo que resulta del intento de captación a fondo de la realidad de un grupo social. La primera impresión es eso: la percepción inmediata de una apariencia.   Esto lo saben perfectamente los estructuradores del grupo social: los detentores del poder político y económico; es decir: los manipuladores de una colectividad. Están conscientes de que la estratagema consiste en «crear» una «realidad», a su conveniencia, que les garantiza la perspectiva de nunca perder su poderoso dominio. Y así ha sido siempre. A los ciudadanos sólo les ha quedado el recurso, afirmativo de su personalidad, de la protesta o de la burla. La negación de aceptar como válida la hipocresía, denunciándola o haciendo mofa de ella: tal ha sido el recurso que han esgrimido mentes y grupos rebeldes, a lo largo del siglo XX hasta la actualidad. Así, se puso en entredicho la sinceridad de una sociedad que se decía pacifista, mientras propiciaba guerras mundiales; que aparentaba combatir la pobreza, explotando más a los trabajadores; que ha hablado de igualdad social, agudizando las diferencias: cada día hay pobres más pobres y ricos más ricos. Una sociedad que pretende ponernos a escoger entre un fracasado socialismo, incapaz de acabar con la pobreza, sometiendo todo al despotismo oficial; y un capitalismo, igualmente incapaz de acabar con la pobreza, sometiéndolo todo al arbitrio de un paradigma que se rige por los beneficios y los intereses económicos. En uno y otro caso, se ha conformado una sociedad hipócrita, que a través del burla burlando de la propaganda pública, ha establecido el engaño de las apariencias.          

A los ciudadanos sólo les ha quedado el recurso de la protesta o de la burla”

         LA OCULTA INDIFERENCIA. Mientras se impone el recubrimiento con el disfraz de las mentiras, la sociedad oficializada (política y capital) no da muestras de sentirse aludida. En el fondo, todo parece seguir igual, sin novedades que lamentar. Por eso, ante esa sociedad apoltronada, bien arrepantingada en su cómodo sillón, dondenada altera su paz privada, no ha quedado otro recurso, como decimos, que el rechazo público y la burla de refugiarse en el absurdo y la irreverencia. Eso fue lo que, en su tiempo, se propuso Erasmo de Rotterdam con su «Elogio de la locura», y que se polariza, intensamente, en el siglo XX, con todas las rebeldías públicas y notorias de grupos y movimientos que no cesan hasta la actualidad. Esa indiferencia, aparente y cómplice, no refleja el sentir de una colectividad. Es el rostro falso y oportunista de quienes, detrás de bastidores, manejan las marionetas que simulan una realidad.        

¿NO SIGUE SIENDO ASÍ? De inmediato nos pone en alerta la pregunta: ¿no continúa sucediendo lo mismo? Veamos. La «civilización» está acabando con la naturaleza: el ambiente, contaminado, se degrada y provoca un caos climático; la invasión rusa a Ucrania ha originado una guerra que la «sociedad universal» no ha podido contener; la explotación de mano de obra femenina e infantil sigue vigente en empresas y maquilas internacionales; la represión de la disidencia política y social está vigente en medio mundo, con encarcelamiento e inclusive la pena de muerte; la indiferencia ante la brutal injusticia representada por la pobreza es asombrosa. Nada pueden los organismos internacionales contra este estado de cosas. Vivimos una situación tóxica, contaminante. Y se aparenta que las cosas van bien, que hay una recuperación porque los índices macroeconómicos así lo señalan. ¿Quiénes son los responsables de la hipocresía? Los dueños políticos y económicos de la estructura social: el poder gubernamental y el poder crematístico. Las mismas tentaciones de siempre: mando y dinero. En la Biblia se tilda de hipócritas a los intérpretes de la ley (gobernantes) y a los fariseos (que aparentaban ayudar a la gente). A nosotros nos corresponde hacer el balance y señalar donde se ocultan los responsables de una sociedad hipócrita y apoltronada.

        VÁLVULA: «La condena de una falsa estabilidad social y de una ausente valoración de los derechos humanos ha sido el instrumento crítico defensivo de los ciudadanos, desde siempre, hasta los tiempos actuales. La sociedad hipócrita, que mira hacia otro lado cuando le muestran sus miserias, y que nada parece alterar su cómodo asiento acostumbrado, tiene ser señalada, destacando la responsabilidad de sus gestores políticos y económicos».                                                                                                                                                                                                             glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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