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Itinerario / El acto heroico de vivir I Letras Al Margen

El destino aguarda, sin pausa. Su vocación es irrevocable: acontece fatalmente, sin evasivas ni apelaciones.

Gustavo Luis Carrera  I  LETRAS AL MARGEN                   

         Meditar sobre nuestra relación de dominio con el mundo y acerca del acto de valentía que es vivir, es indagar el sentido de la propia existencia, Y hay que hacerlo con unas gotas de humor y una ración de dramatismo; bajo la mirada escéptica del destino.

                                   Itinerario                                                                                         

A los 20 años:   quieres adueñarte del mundo.

A los 30 años:   crees que ya te adueñaste del mundo.

A los 40 años:   te parece que adueñarse del mundo es más difícil de lo que suponías.

A los 50 años:   hallas que el mundo es tu dueño.

A los 60 años:   descubres que ya el mundo no quiere ser tu dueño.

A los 70 años:  te consuelas considerando que el mundo es un mito y que pretender adueñarse de él es una simpática quimera juvenil.

A los 80 años:   se te revela, tardíamente, que has perdido el tiempo, que el mundo es tu mundo,  y que  no necesitas adueñarte de lo que ya te pertenece; o te resignas, y te conformas con ver pasar la vida restante, que lleva tu mundo a cuestas.

 A los 90 años:  definitivamente adquieres la absoluta certidumbre de que, después de todo, nunca ha valido la pena adueñarse de un mundo éticamente minusválido, envilecido por los niveles de pobreza, ensangrentado por las guerras, degradado por el mercantilismo y sentenciado   por   la   contaminación ambiental.   

A los 20 años quieres adueñarte del mundo y a los 70 te consuelas considerando que el mundo es un mito y que pretender adueñarse de él es una simpática quimera juvenil»

                                           El acto heroico de vivir                               

        El cedazo de la memoria cumple fervorosamente su función selectiva, con el debido rigor; sólo atraviesan y sobreviven las presencias dignificadas.   

        “Vivir es un acto de vanidad, dijimos una vez; sin desdecirnos ahora. Se vive aparentando que se escoge un plan de vida, cuando es ese plan el que nos escoge a nosotros, y nos conduce, nos manipula, nos pone contra la pared; y encima se burla, haciéndonos decir la contraseña de la más cruel arrogancia: “En mi vida mando yo”.  Nuestras vidas son los ríos, que sólo detienen su persecución de sí mismos en el mar. El símbolo manriquiano basta para iluminarnos: vivir es un acto de porfía, que vale en su propia dinámica, sin reparar en un desenlace inexorable, que en vez de negar su denuedo, lo enaltece: el verdadero valor consiste en cohabitar con el miedo, convirtiéndolo en un rostro perfectamente familiar.

     Entonces, ¿vivir es un heroico acto de valentía? ¿Y es que habría manera de negarlo?”.

       Nada perturba tanto como la interrogante del acontecer que nos espera a la vuelta del camino incierto o en la esquina sin nombre. Cualquiera denominación que se dé a esta incertidumbre es una defensa virtual ante lo arcano. 

        “El destino aguarda, sin pausa, como una sombra que antecede. Su índole es indecible; pero, su vocación es irrevocable: acontece fatalmente, sin evasivas ni apelaciones. No es un tribunal; en sí conlleva ya una sentencia. No enjuicia; encarna un fallo acontecido.

        Es el sino: un enigma predeterminado: no se conoce su condición, pero se sabe su infalibilidad. Es el hado romano, a fin de cuentas un oráculo irrevocable.

        Cualquier vía de búsqueda conduce a la misma interrogante: ¿el destino nos espera, o nosotros lo concitamos? Como quiera que se vea, el destino ya es, sin haber sido».

        Válvula: «La competencia de dominio con el mundo más parece un suicidio existencial que un combate donde hay la posibilidad de ser salvado por la campana. Y la valentía implícita en el acto de vivir es una realidad confirmada por la factura económica de cada mes y el riesgo devastador de las decepciones. Todo ello al arbitrio del libro del debe y haber del destino».                                                                                                                       glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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