Parecería que los gobiernos se degradan indefectiblemente en enfrentamientos bélicos mortales, arrastrando en esa vorágine a los pueblos.
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN
Cuando oímos hablar de civilización, tendemos a suponer que vivimos en ella. Hay un hecho cierto: no estamos en el precario nivel del primitivismo. Pero, ¿hay garantías de que hemos alcanzado una real y firme condición civilizada? Si se determina que el desarrollo social se corresponde con la paz y el respeto de los derechos ciudadanos, muy poco podemos aducir a favor de la idea de que estamos, a cabalidad, en un orden civilizado. Las señales del planteamiento surgen de suyo.
EL CONFLICTO BÉLICO. Se ha hecho tan común el estado de guerra, que resulta imposible mencionar un período histórico sin aludir a enfrentamientos mortales. La guerra es algo así como el signo de los tiempos. Y no nos referimos a lejanas etapas históricas. El siglo XX se inicia y se cierra entre guerras. La lista es de vasta extensión: dos «guerras mundiales», guerra en Afganistán, en Irak, en Vietnam, en Argelia, en Corea, en el Líbano, en Gaza, en Libia, en Siria, en Yemen, en frontera de Armenia y Azerbaiyán, guerras civiles diversas; y la enumeración puede continuar ominosamente. Ya hemos señalado, en anterior ocasión, que casi puede decirse que en las guerras se resume la historia de la humanidad. Y nos estamos refiriendo a seres humanos, racionales, no a animales, sólo instintivos. Ahora se ha añadido un gran signo de degradación de la civilización: la invasión del gobierno ruso a Ucrania, desatando una guerra particularmente cruenta, con proliferación de víctimas civiles. Y ya no es cuestión de simpatías o de rivalidades políticas; es asunto que atañe a todo el planeta: ¿si puede surgir, y prolongarse indefinidamente, una guerra surgida por espíritu invasivo, es posible hablar propiamente de un mundo civilizado en forma global?
Los signos civilizados en nuestra sociedad son cada vez más señales externas, ocultando un ominoso sustrato bárbaro, siempre al acecho»
LA VIOLENCIA INSTALADA. «La violencia es el arma de quienes no tienen la razón», se ha dicho hasta la saciedad. Pero, parecería que es una idea totalmente ignorada por gobiernos, de una parte, y criminales y terroristas, de la otra. Para el primero, suele ser su forma de detentar el poder. Para los segundos, su manera de agredir, atemorizar y destruir. Como quiera que sea, la presencia de la violencia en la sociedad se muestra de manera ostensible. Ante una manifestación pacífica o con leves excesos controlables, el gobierno suele responder con aplicación desmedida de la violencia. Y por cierto, descubrimos, que hay una violencia «legal», la de las fuerzas armadas y policiales. Pero esta «legalidad» no justifica la brutalidad y el asesinato. Ante fuertes críticas, el gobierno tiende a responder con la violencia de la cárcel. Y de su parte, los justificadamente descontentos caen en extremos de violencia, incitando a destrozos o saqueos. Entonces, ¿no está instalada la violencia en nuestra sociedad?
La invasión del gobierno ruso a Ucrania, desató una guerra particularmente cruenta, con proliferación de víctimas civiles”
¿DÓNDE SE ENCUENTRA LA CIVILIZACIÓN? Esta es la gran pregunta de nuestro tiempo. ¿Podemos hablar, cabalmente, de haber alcanzado un respetable grado de civilización? Los novelistas realistas del siglo XX, con Rómulo Gallegos en primer lugar, se esforzaron tenazmente en proclamar la necesaria lucha contra la barbarie, imponiendo la civilización, Los seres humanos se agrupan en sociedades para defenderse de peligros externos; pero, acontece que después deben defenderse de los mismos peligros incoados por ellos en las colectividades. De igual modo, los gobiernos prometen imponer el orden, pero no aclaran que será por la fuerza de las armas, desconociendo los derechos civiles. Y allí surgen las dudas acerca de la efectividad de la tan vanagloriada civilización. Las guerras y la violencia siguen marcando el proceso histórico general, de todo el orbe, significando que el orden mundial civilizado, a plenitud, es un desfasado mito. Después de tanto tiempo, todo conduce a pensar que seguimos determinados por lo que planteaban los novelistas realistas del siglo pasado: la secular lucha entre Civilización y Barbarie.
VÁLVULA: «La guerra y la violencia son recursos de la barbarie. Y con tales extremos oprobiosos convivimos a diario. Parecería que los gobiernos se degradan indefectiblemente en enfrentamientos bélicos mortales, arrastrando en esa vorágine a los pueblos. No es exagerado decir que los signos civilizados en nuestra sociedad son cada vez más señales externas, ocultando un ominoso sustrato bárbaro, siempre al acecho». glcarrerad@gmail.com