Cabello celebra que esos 8 millones de venezolanos hayan abandonado al país y les desea que no vuelvan jamás. Y dice “ojala que se vayan más”
Humberto González Briceño
La descomposición y desmantelamiento que hoy sufre Venezuela no es el resultado de un mal gobierno. Sugerir que lo es simplifica la gravedad de la crisis hasta el punto de hacerle el juego al perverso esquema del régimen. Lo que tenemos en Venezuela es el producto de la sustitución del Estado nacional venezolano por otro de distinta naturaleza. Esta estructura con reconocimiento político y jurídico a nivel internacional es el Estado chavista, un poderoso tinglado de intereses criminales que sigue en el poder porque ha logrado doblegar a las Fuerzas Armadas Nacionales.
Un Estado, cualquiera, con un gobierno de izquierda o de derecha de alguna forma trata de mantenerse como una estructura política que defiende el interés nacional. Este no es el caso del Estado chavista que aplica políticas socialistas y de izquierda pero no para preservar el interés nacional sino más bien para destruirlo.
El chavismo actúa como un contrasentido o mejor decir como un absurdo de la política. Pongamos por ejemplo a otros Estados parecidos al chavista tales como los de Cuba y Nicaragua. En ambos casos se trata de Estados de clara orientación socialista y naturaleza totalitaria. Se trata de Estados, que al igual que el Estado chavista, tienen sometida a su población por vía de la violencia. Pero hay una diferencia sustancial. Mientras las élites políticas de Cuba y Nicaragua tratan de preservar la existencia de la estructura estatal para lograr sus propósitos criminales, en Venezuela el chavismo desarrolla todo su emprendimiento criminal al precio de destruir al propio Estado que le da sustento a su régimen político.
No es ni siquiera que los mafiosos que gobiernan Cuba y Nicaragua sean menos criminales que los chavistas, es que hay una gran diferencia en la forma de saquear y mantenerse en el poder. El chavismo parece estar poseído de un absoluto inmediatismo o del convencimiento que en algún momento la gallina de los huevos de oro dejará de funcionar por lo que a todos los niveles de la administración lo que se impone es la lógica de raspar la olla y arrasar con todo.
Hoy Venezuela es un país que cada día deja de ser. O como diría el profesor Agustín Blanco Muñoz, sin exagerado dramatismo, somos un ex país. Aquí se padecen las tragedias de no contar con instituciones que garanticen la seguridad y la convivencia pacífica. Los insólitos problemas materiales derivados del saqueo chavista se expresan en la falta de comida, electricidad, medicinas, transporte, agua, educación…más fácil seria admitir que en la Venezuela chavista falta todo y eso ha llevado a la población a soportar una existencia en términos de supervivencia donde cada día que se vence a la muerte ya es victoria.
A esto hay que agregar el debilitamiento y la inexistencia de instituciones públicas tales como la justicia. Con grupos de operadores que actúan como verdaderas mafias en su saqueo masivo y sistemático del erario nacional no hay nadie pensando en el futuro de ese Estado. Ni siquiera Nicolás Maduro Presidente del gobierno, cuyo entorno también exprime hasta la última gota de petrodólares para enriquecer sus bolsillos aunque esto signifique la desaparición de la nación.
El Estado nacional venezolano hace tiempo desapareció por allá por el año 1999 cuando Hugo Chávez impuso su Constitución. Lo que presenciamos hoy día es la desintegración de la nación venezolana con millones de venezolanos que huyen masivamente ante la ausencia de condiciones materiales e institucionales para vivir decentemente.
Algunos chavistas necios como Diosdado Cabello celebran esta tragedia como un logro. En su programa de televisión, exhibiendo con orgullo su ignorancia, Cabello celebra que esos 8 millones de venezolanos hayan abandonado al país y les desea que no vuelvan jamás. Y dice “ojala que se vayan más”. Diosdado, como la mayoría de los operadores chavistas, de verdad cree que es posible tener un Estado sin población. Muy pronto os chavistas también tendrán que preguntarse si es posible tener un estado sin territorio cuando Guyana materialice la casi segura mutilación del Esequibo con apoyo de la comunidad internacional.
Un Estado que pierde su población y cuyas fronteras están gobernadas por grupos terroristas y narcotraficantes es un Estado que solo tiene garantizada su desaparición. Este Estado que se desvanece y que en ese proceso arrastra a la nación venezolana es la evidencia de una crisis mucho más profunda de lo que la falsa oposición quiere admitir. Si fuesen sinceros dejarían a un lado las demagógicas formas electorales para ocuparse con urgencia de articular un plan de salvación nacional que pase por la expulsión del chavismo del poder, más temprano que tarde y antes de que ellos destruyan lo que queda.