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El eterno sueño imperialista I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

Estados Unidos, Países Bajos, Alemania, Portugal, Bélgica, Francia y España, conservan territorios coloniales o tutorados

Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN                   

       En la más somera revisión histórica asombra constatar que así como las guerras son ominosas señales permanentes del desarrollo a nivel internacional, de igual manera sobresale la tendencia al establecimiento de imperios, como una especie de extrapolación territorial del estado o sistema emergente. La impresión que se deriva de tal pretensión es la de que se trata de un afán incontenible de poder expandido, una especie de poder universal.   

      EXPANSIONISMO. El primer paso hacia la concreción de una política imperialista es el planteamiento de la supuesta existencia de una necesaria y justificada expansión de las fronteras. El territorio originario se considera insuficiente, y se impone como objetivo indispensable agrandarlo, conquistando tierras vecinas, cualquiera que sea su condición histórica y su tradición cultural. Es la toma del poder vecino, a partir del dominio del que ya le es propio. ¿No ha sido éste el origen de los imperios y de la política imperialista? Ejemplo de alta resonancia histórica es el de las rivales ciudades-estado de la antigua Grecia; no por ser el más antiguo, sino porque al respecto hay mayor documentación. El argumento imperialista ha sido el mismo desde siempre: apoderarse de estados vecinos por la fuerza, como necesidad de supervivencia. Así ocurrió con el Imperio Mongol, en el siglo XIII, que llegó a dominar 32 millones de Km2. De igual modo, con el imperialismo nazista, en Alemania, cuando Hitler comenzó por anexarse los territorios fronterizos donde se hablaba alemán y se tenía relación con la cultura alemana. Y es el mismo argumento que utiliza actualmente Putin en la invasión rusa de Ucrania. ¿Soñó Hitler con la Gran Alemania del pasado? Sin duda. ¿Sueña Putin con  la Gran Rusia de los zares y de la URSS? Seguramente. 

    TENTACIÓN DEL PODER. Imbricada con el expansionismo, surge la sensación de poder omnímodo, si no universal, sí en unas extraordinarias dimensiones. A tanto llegó la expansión del Imperio Británico, que todavía en las primeras décadas del siglo XX, incluía más de 35 millones de km2; y el Imperio Español que, a fines del siglo XVIII, abarcaba 30 millones de km2: y por ello se decía que en estos imperios «nunca se ponía el sol»: cuando anochecía en uno de sus extremos, en otro amanecía. De dominios de esta categoría, forzosamente, derivaba una sensación de poder, que se hacía infinita en su grandeza, con la ambición de un poderío universal sin límites. Esa tentación dominante rige, a través de la historia, hasta la actualidad. Y no extraña ver cómo el imperialismo sobrevive en el ánimo profundo de gobernantes de nuestros días, que sueñan con tiempos idos y con situaciones anacrónicas. Hubo también en la América precolombina imperios de grandes dimensiones y despóticos dominios de un pueblo sobre otro; así surgió un Imperio Maya, un Imperio Azteca, y un vasto Imperio Incaico, que a comienzos del siglo XVI se calcula que cubría 40 millones de habitantes. Sí, la historia mundial está marcada por hitos imperialistas        

    SUJECIÓN Y COLONIALISMO. Una de las formas más perversas del poder imperialista es la del colonialismo. Ha sido la expansión colonial la fuente del poder de los imperios estatuidos. El modelo fue el del más extenso y poderoso imperio de la historia: el Imperio Británico, basado en la talasocracia (dominio marítimo, con la mayor flota comercial, de guerra y de piratería) y fundado en el reparto abusivo de colonias en Asia y África. Y ese perverso colonialismo se refleja en la política imperialista no sólo del Reino Unido, sino por igual de Países Bajos, Alemania, Portugal, Bélgica, Francia, España, Estados Unidos. Todos conservan territorios coloniales o tutorados. No debe olvidarse que ha habido teóricos del imperialismo. Algunos tan tristemente célebres como Mussolini, quien afirmaba que «el imperialismo es la base de la vida de todo pueblo que tiende a extenderse económica y espiritualmente». Más evidente sinceridad es imposible. Y como Stalin, cuando se refería a las «regiones periféricas» (limítrofes) de la URSS, y de cómo era necesario anexárselas, para evitar que fueran dominadas por las fuerzas contrarias del «imperialismo internacional». Es decir, que frente al «imperialismo Internacional» había que desplegar el «imperialismo nacional». Con el añadido de que es un proceso indetenible: una vez que una región es anexada, su frontera, en el otro extremo, colinda con una nueva «región periférica», y así se extiende el imperio. Pero, hay imperialismos disfrazados, como el soviético, de la URSS, que llegó a dominar 35 millones de Km2, integrando 15 países, hasta 1991, que ahora son independientes. Y el imperialismo económico y político, donde se disputan abiertamente Estados Unidos y China, como máximos exponentes internacionales. Al final, retornamos a nuestro planteamiento inicial: el imperialismo es el sueño de expansión y poder de mandatarios absolutistas, mandones circunstanciales y mentes deformadas y deformantes.       

     VÁLVULA: «La vasta sucesión de imperios a través de la historia demuestra hasta qué extremo diversos países han vivido la doble condición de colonizados y de colonialistas. Ha sido la sujeción del imperialismo padecida por ellos o impuesta a otros. Pero, lo más vergonzante internacionalmente es constatar que seguimos pareciendo en la actualidad las supervivencias del colonialismo y los embates del imperialismo».                                                                                                                                                                                                     glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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