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Guerra: aventura incierta I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

Un sintomático ejemplo de estas deformaciones belicistas lo tenemos, actuante, en el enfrentamiento que significa la guerra incierta entre el grupo Hamas y el Estado de Israel.

Gustavo Luis Carrera ILETRAS AL MARGEN                  

       La guerra es un signo degradante que ha acompañado la historia de la humanidad. En efecto, como hemos destacado anteriormente, es imposible reseñar el desarrollo de la llamada civilización sin aludir a los infaltables conflictos bélicos. Pero, decir guerra es decir riesgo mortal: la ruta es ambivalente: se muere o se mata. Así de elemental. Así de inhumano.   

      GUERRA DE INDEPENDENCIA. Suele diferenciarse, como una excepción a todas luces justificable, la lucha armada en pos de la independencia de un territorio  dominado por fuerzas extranjeras. Un digno ejemplo clásico para nosotros, los latinoamericanos, es la lucha independentista ante la metrópoli española, a comienzos del siglo XIX. En el fondo, priva la idea de que es un derecho exigir la capacidad autonómica de los pueblos de darse su propio destino. Y así suene esto a un sueño, con frecuencia sólo realizable en parte, el derecho internacional no niega la validez, la justeza, de la voluntad emancipadora. Esto no significa que deje de tratarse de un riesgo mortal, sólo que su inspiración legítima recubre el lado oscuro de toda acción bélica.   

La historia está llena de guerras. La historia está llena de desafuero y oprobio»

    GUERRA IMPERIALISTA. Cuando la guerra tiene por objeto apropiarse de territorios ajenos al propio, se denomina guerra imperialista, y adquiere un indiscutible carácter de invasión abusiva y anexionista. Es el caso más común, históricamente repetitivo. Ya hemos comentado que la historia internacional es casi la historia de los imperios. Pero, lo que nos interesa subrayar es que siempre se trata de aventuras a todo riesgo, para bien o para mal del invasor. Un claro y aleccionador ejemplo vivo de guerra imperialista lo tenemos ante nosotros: la invasión de Ucrania por parte del gobierno ruso; y que, por cierto, ha incluido una evidente lección de lo que queremos destacar: toda guerra es una aventura incierta. La supuesta toma de Ucrania ha resultado, para las tropas rusas, un reto de enormes dimensiones; complicándose en un mortífero combate lo que se suponía una acción de breve tiempo. Todo ello bajo el fantasma inevitable de la incertidumbre.  

    DEFORMACIONES TERRORISTAS. Sin ser propiamente una «declaración de guerra», suceden actos de terrorismo, aislados, destinados a producir espanto y muerte. Son acciones fanáticas que aspiran a sembrar el terror. Su índole inhumana y devastadora provoca el rechazo universal. Son atentados contra las personas y las instituciones, indiscriminadamente, matando civiles inocentes. Su sentido destructivo a partir de un impulso discriminador, basado en el odio religioso, político e inclusive étnico, produce la aversión generalizada. Ya no es una guerra, sino un asesinato masivo. Un sintomático ejemplo de estas deformaciones belicistas lo tenemos, actuante, en el enfrentamiento que significa la guerra incierta entre el grupo Hamas y el Estado de Israel. Una incertidumbre que, como siempre, es de inciertas proyecciones.

       AVENTURA A TODO RIESGO. La observación histórica conduce a la conclusión de que toda guerra es una aventura incierta. Es una acción extrema donde la condición humana positiva es suplantada por la barbarie desatada, haciendo de las personas fantasmas de ellas mismas. Y no se aprovecha la lección histórica: ante la furiosa voluntad guerrera, los gobiernos, e inclusive las sociedades, cierran los ojos ante la advertencia de la experiencia, y se lanzan en pos de objetivos tan difusos como aventureros. ¿No hay escarmiento posible ante la guerra? En principio, sí. La guerra es una sombra funesta que está agazapada en el lado oscuro de la condición humana. Y parecería olvidarse que es una incógnita indefectiblemente demoledora. / Y por cierto, viene al caso señalar que la guerra es una práctica exclusiva del género humano. En efecto, los animales no «hacen la guerra» entre sí o con los de otra especie. Los animales atacan y devoran sus presas para comer o en defensa de su territorio; pero, no «declaran la guerra» indiscriminada contra ningún grupo. Solamente los humanos son capaces de «entrar en guerra» contra otros humanos. ¿Debería esta condición exclusiva de las personas hacernos meditar sosegadamente? Sin duda

    (Adenda léxica. Pírrico. Cuando se dice que en una guerra hubo una «victoria pírrica», se alude a Pirro II, rey de Epiro en el siglo III a.C., y ello significa que el triunfo se obtiene al precio de cuantiosas y destructivas pérdidas).    

      VÁLVULA: «Toda guerra es un paso en el vacío. Su desenlace incierto amenaza con la destrucción y la muerte. Por más justificada que se pretenda, nunca pierde su esencia mortífera y desoladora. La historia está llena de guerras. La historia está llena de desafuero y oprobio».                                                                                                                                                                                                glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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