Todo sistema político en decadencia engendra su contrario (tesis-antítesis).
Jesús Antonio Petit Da Costa
La historia de la República de Venezuela, como la universal, está dividida en ciclos o épocas. Eso lo sabemos desde cuando estudiamos bachillerato. La época que se inició en 1830 con el predominio del Partido Conservador terminó con la Guerra Federal. La época del liberalismo amarillo, con predominio del Partido Liberal, que comenzó en 1863, terminó en 1899 con la insurrección de los andinos. A su vez, la época de predominio de los andinos (1899-1945), la más larga, cuyo partido no era civil (todos los viejos partidos políticos desaparecieron) sino militar, la FAN que ellos fundaron, se prolongó hasta 1945. En dicha época todos los presidentes fueron militares andinos. Entre 1948 y 1958 el partido militar FAN hizo una restauración tardía del militarismo andino, que terminó en una rebelión. En la época llamada República Civil (1959-1999) todos los presidentes fueron civiles de los partidos predominantes AD (social-demócrata) y Copei (demócrata-cristiano), electos por los civiles. Durante esta época de 40 años el partido FAN, fundado por Gómez en 1910, actuó sólo como poder fáctico, sin derecho al voto reservado a los civiles, pero fue de influencia determinante. En 1999 el partido militar regresó para ser el partido político gobernante llamándose FANB, teniendo un satélite civil (PSUV) como poder fáctico de influencia relativa. Para que se vea claro, el ahora jefe civil del partido militar se disfraza de militar para adaptar su imagen a la realidad poniéndose el uniforme prestado de Comandante en Jefe, inventado para que el partido militar, que detenta el poder real, lo reconozca como su jefe.
Cada etapa histórica ha tenido una bandera de enganche, enarbolada por sus líderes para ponerle fin a la etapa anterior y darle base popular a la encarnada por ellos. La primera fue la independencia para separarnos de España y luego para separarnos de Colombia, tomando el poder la oligarquía conservadora. La segunda reaccionó contra el centralismo de la oligarquía conservadora gobernante gritando Federación. Tomó el poder la oligarquía liberal implantando un liberalismo sui-generis que se conoce como “liberalismo amarillo”. La tercera reaccionó contra la inestabilidad y desorden que trajeron los liberales federalistas, repartido el poder entre caudillos locales, gritando en contra: “Unión, Paz y Trabajo”, para lo cual impuso la tiranía del Gendarme Necesario con una centralización excesiva, base del Estado Nacional. La cuarta época llegó como reacción contra la tiranía del gendarme necesario, siempre andino, gritando como lema: “Democracia.” Y la quinta y última por ahora se proclamó como la “Quinta República”, cuya puerta de entrada fue la Constituyente, declarando luego su ideología como el Socialismo del Siglo XXI.
La historia registra el fin de cada una de las épocas anteriores por su agotamiento debido a varias causas. Una común a todas es la crisis de liderazgo. Explicable por el papel de la personalidad en la historia, que se nota más en las sociedades como la nuestra de antecedentes tribales, proclives al caudillismo. Así la primera se fue con Páez, el caudillo. La segunda se fue con Guzmán, su caudillo. La tercera sobrevivió a Gómez, su caudillo, en una agonía interminable hasta fenecer en 1945 (exactamente 10 años), cuando el partido militar sufrió una crisis interna por conflicto generacional y los jóvenes militares pactaron con los civiles. La causa de la demora en caer: se iniciaba la era petrolera de constante mejoría económica. La cuarta se fue con Betancourt, Caldera y Jóvito, sus caudillos. La quinta no se fue con Chávez, su caudillo, porque su muerte temprana coincidió con un vacío de liderazgo por la muerte súbita en 1999 de los grandes partidos de la etapa anterior (AD y Copei). Una situación semejante a la de 1936, cuando no había emergido un nuevo liderazgo que llenara el vacío dejado por los viejos partidos.
Ahora (11 años después de Chávez) está emergiendo ese liderazgo, cuando precisamente el enemigo no tiene pueblo que, por el contrario, lo repudia. No cuenta siquiera con el apoyo del 10%. Sin líder carismático ni repuesto que lo reemplace, en una pavorosa situación económico-social y crisis humanitaria, todo presagia el final de la época chavista-madurista (24 años), porque todo sistema político en decadencia engendra su contrario (tesis-antítesis), lo que repercute en el partido militar. Esta dialéctica rige en los procesos político-sociales, por la cual concluimos que nos aproximamos al final inexorable de esta época, la más negra de nuestra historia.
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