El teniente de la Guardia Nacional Pedro Naranjo Machado, de 27 años, en la gráfica junto a su padre, el general retirado Pedro José Naranjo Suárez. Ambos militares venezolanos se encontraban en el exilio y EEUU entregó al teniente Naranjo a Maduro el pasado 14 de diciembre.
Humberto González Briceño
Siempre hemos sido críticos de la política exterior norteamericana frente al régimen chavista por varias razones que podemos sintetizar en dos: 1) Porque en un balance de sus resultados a lo largo de dos décadas esta política ha ayudado a que el chavismo siga en el poder, muy parecido a lo que ha pasado con Cuba; y 2) Porque dicha política parece ignorar, en forma deliberada, los peligros que representa para la seguridad nacional de los propios Estados Unidos tener en su área de influencia a un Estado con alianzas militares activas con países como Irán y Rusia.
Pero suponemos que el Departamento de Estado norteamericano cuenta con operadores que se han planteado el tema de las relaciones con el régimen chavista no como un ejercicio de improvisación sino en estricta defensa de los intereses de los Estados Unidos, por encima de los intereses de cualquier otro país, nación o pueblo, así se trate del pueblo venezolano que aún hoy sigue viendo a los Estados Unidos como un país amigo de la causa liberadora.
Pero en los terrenos movedizos y traicioneros de la geopolítica los intereses de la nación venezolana por sobrevivir a la barbarie chavista no necesariamente tienen que coincidir con los intereses imperiales de los Estados Unidos. Y esa realidad por muy dura que parezca, porque lo es, solo confirma una vez más que los Estados no tienen amigos, ni siquiera aliados, sino intereses.
Mientras para los venezolanos es vital librarse por cualquier medio del chavismo, para los Estados Unidos la prioridad máxima parece ser asegurarse un proveedor confiable y barato de petróleo en la región, papel que el chavismo está dispuesto a jugar con tal y se le permita seguir abusando del poder.
La liberación de Saab y la entrega del Teniente Naranjo: Una inmerecida bofetada a los millones de venezolanos que aún esperan que los EEUU presione al régimen chavista para unas elecciones justas»
En negociaciones directas con el régimen chavista los EEUU no sólo canjearon a Alexa Saab por ciudadanos norteamericanos detenidos arbitrariamente en Venezuela sino que además le entregaron al gobierno chavista al Teniente de la Guardia Nacional Pedro Naranjo quien con toda razón había solicitado asilo en los EEUU. Lo que sorprende e indigna es que a Naranjo no solo le hayan negado el asilo sino que a diferencia de otros casos en los cuales el deportado es enviado a un país que garantice la integridad física de la persona, en este fue entregado directamente a sus verdugos y potenciales asesinos.
La liberación de Saab no es obviamente un evento fortuito sino, al igual que la entrega del Teniente Naranjo, una decisión que responde a una política definida y orientada a reconocer y entenderse por intereses pragmáticos con el chavismo. Que no se diga que se trata de un asunto de cumplir las leyes norteamericanas. Porque la misma discrecionalidad y clemencia que operó para Alex Saab ha podido ser invocada y beneficiar al Teniente Pedro Naranjo.
Llama la atención que los operadores de la política exterior norteamericana caigan en el mismo juego del chavismo de usar personas privadas de libertad como fichas de negociación, tal como se ha visto en estos casos.
Sería una absoluta ingenuidad pensar que la liberación de Saab y la entrega del Teniente Naranjo es el precio para unas elecciones transparentes, con condiciones y garantías en Venezuela. Pero, la experiencia nos dice que el chavismo usa estas negociaciones para aliviar presiones internacionales, vía propaganda, y ganar tiempo hasta las próximas negociaciones.
La liberación de Saab y la entrega del Teniente Naranjo solo pueden tener el efecto de una sorpresiva en inmerecida bofetada a los millones de venezolanos que aún esperan ilusionados que los Estados Unidos presione al régimen chavista para que acepte unas elecciones justas, reconozca el resultado, y entregue pacíficamente el poder. Es mucho esperar de nuestro aliado más preocupado hoy por la guerra Rusia-Ucrania que por el barranco hacia el cual va embalada la nación venezolana.
Esto no quiere decir que esa política no cambie en el futuro. Puede cambiar. Esperemos que para entonces, cuando los intereses geopolíticos de los EEUU y los del pueblo venezolano se vuelvan a realinear, aún quede algo por salvar.
EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.