, , ,

La política: ¿servicio social o profesión rocambolesca?

Charles De Gaulle (1890-1970): «La política es algo demasiado serio para dejarla en manos de los políticos».                 

Gustavo Luis Carrera  I  LETRAS AL MARGEN              

        Pocas actividades humanas han sido tan discutidas, controvertidas y hasta difamadas, como la política. Las conceptualizaciones se sitúan en los dos extremos: una visión teórica, positiva, principista; y una visión práctica, crítica, destructiva, infamante. Ambos extremos difícilmente encuentran un punto intermedio de equilibrio. De hecho, predomina el enfoque cuestionador. Y ello por una razón muy simple: se basa en la experiencia cotidiana. Veamos los enfoques y su posible punto de equilibrio.

        OPINIÓN COMÚN. Partamos de la visión más extendida, en la opinión mayoritaria. En ella se tiene bajo sospecha, por no decir rechazo, la sola palabra «política». Los motivos de tal desconfianza son múltiples, sobre todo basados en la experiencia. ¿Quién no ha visto a un político mentir, ofreciendo demagógicamente lo imposible? ¿O desdiciéndose, descaradamente, de lo que sí ha dicho? ¿O cambiando de partido como quien cambia de camisa? En fin, los ejemplos son innumerables. Y en todos los casos se destacan la mentira y la falsedad. Por ello, es explicable que en la opinión colectiva prevalezca un concepto cuestionador, y hasta de repulsa, ante el ejercicio de la actividad «sospechosa» representada por la política. Inclusive, los dichos con carácter peyorativo son comunes: «Creerle a un político es suponer que la mentira es una verdad»; «Tener fe en las promesas de un político es aceptar la demagogia como virtud»; «Esperar que un político cumpla sus ofrecimientos es creer en cuentos de camino». Y así, siguen las afirmaciones de desconfianza esencial. ¿De dónde vienen los reparos fundamentales? Sencillamente, de la experiencia. Es decir, de la indiscutible práctica aleccionadora.

La política bien entendida, como servicio social honesto y solidario, sigue siendo un desiderátum que muy pocos alcanzan»

        VISIÓN TEÓRICA. En principio, la política es una actividad natural, lógica, en el grupo humano. Así lo establece Aristóteles. Y su maestro, Platón, decía que la política, y el gobierno, debían ser cosas de los más inteligentes, o sea de los filósofos. Y en verdad que eso, de tanta trascendencia, que compromete el destino de todo un pueblo, debería corresponder a una verdadera vocación de servicio público. Afirmaba Ghandi que la más elevada política es la que puede ser aplicada lo más completamente posible a un pueblo. Es decir, donde prevalezca el favor común. La política ha de verse como la aspiración de manejar los bienes públicos en beneficio de todos; y a ello debía dedicar su esfuerzo y su ingenio quien se ejercita en el terreno abierto del interés ciudadano. Servir a un pueblo; no servirse de un pueblo en beneficio propio y de los suyos. Esto, que puede sonar a sueño idealista, es, sin embargo, la norma lógica y justa de la auténtica política, incontaminada y honesta. Es indudable que los hechos tienden a negar la teoría. El político se desvive prometiendo, y luego revive tratando de explicar por qué no se cumplieron sus promesas. Igualmente se ve cómo políticos -donde se incluyen diputados, ministros y presidentes- parten del supuesto de que no se escogen acompañantes, sino que se adoptan partidarios y participantes; es decir que se «alquilan» voluntades por un período indeterminado. O sea, realidades que derriban la construcción de una visión teórica de la política.    

El cambio, astuto y circunstancial, del político, en sus ideas y sus acciones, produce la natural desconfianza de la gente»

        PROFESIÓN DIVAGANTE. La actuación de los políticos es tan elusiva y contradictoria que genera, lógicamente profundas sospechas. En la política no hay principios fijos. Actúan la improvisación y el oportunismo. «La política no es la moral; ella se ocupa solamente de lo que es oportuno», decía el escritor estadounidense Henry David Thoreau, discípulo de Emerson, Para algunos es el juego elusivo de las apariencias.          Muchos coinciden con el aserto de que la política es el arte de servirse de las personas   haciéndoles creer que se les sirve a ellas. Sobre la improvisación del político es incontrovertible la afirmación del escritor británico Robert Louis Stevenson: «La política es, quizás, el único oficio para el cual no se considera que ninguna preparación sea necesaria». Los hechos conducen a reconocer que la política es una profesión rocambolesca. Entendiendo por rocambolesco (término aceptado por la Academia de la Lengua; proveniente de la novela francesa del siglo XIX «Las hazañas de Rocambole») lo propio de las aventuras inverosímiles y las astucias de un pícaro delincuente, que a veces es ladrón y a veces es un justiciero. Al final, tenemos que convenir en que la política puede ser muchas cosas, con un signo negativo o positivo según las opiniones. Pero, en cualquier caso, hay una advertencia -que algunos atribuyen al general Charles De Gaulle-, muy prudente y sabia: «La política es algo demasiado serio para dejarla en manos de los políticos».                    

             VÁLVULA: «¿La política es un mal necesario? No exactamente. Se ve como un terreno de arenas movedizas, donde no cabe la moral y en cambio predomina el oportunismo. El cambio, astuto y circunstancial, del político, en sus ideas y sus acciones, produce la natural desconfianza de la gente. La política bien entendida, como servicio social honesto y solidario, sigue siendo un desiderátum que muy pocos alcanzan».   

glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

https://larazon.net/category/carrera/