La gigantesca ofensiva propagandística del Estado está dirigida a poner a ganar las presidenciales al peor presidente que ha tenido el país, cuyo gobierno ha desencadenado una catastrófica crisis.
Oscar Battaglini
La trampa y la acción de fuerza son las opciones aberrantes que le quedan a la burocracia dictatorial madurista en su afán de pretender prolongar indefinidamente su permanencia en el poder.
Sabe esa burocracia por los numerosos indicadores que así lo confirman, que ya pasaron los tiempos en los que el chavismo ganaba las consultas electorales casi sin esfuerzo y en los que vivía cuantificando con jactancia las veces en las que tal resultados se había producido. Ahora casi no habla de eso, o por lo menos no lo hace como antes. La razón es muy clara, y es que el chavismo ha devenido (en medio de la catástrofe en la que ha hundido al país) en una minoría política y electoral; que si bien en el pasado reciente (2018-2023) pudo mantenerse a flote debido a la división y la fragmentación, y el abstencionismo de las fuerzas democráticas, en esta oportunidad han decidido participar unitariamente, elevando y fortaleciendo de ese modo la posibilidad cierta de derrotar a Maduro de forma contundente en las elecciones presidenciales en desarrollo.
Dicho eso, es preciso advertir -sobre todo por el amplio conocimiento que se tiene del carácter anti-ético y la enorme brutalidad del régimen político al que nos enfrentamos- que el logro de tal objetivo no será fácil y que seguramente los venezolanos que deseamos un cambio de la actual situación política del país en paz, nos veamos envueltos en el desenlace final de las presidenciales en curso, en una situación aún más compleja, difícil y peligrosa de todas las que hemos vivido hasta ahora bajo el dominio del actual, régimen político.
Esto quiere decir que la burocracia dictatorial en el poder, va a intentar por todos los medios que tiene a su disposición, proporcionados por el Estado, burlar de nuevo la voluntad popular y de esa manera darle cumplimiento a su pretensión de continuar usurpando la dirección política del país.
Flota en el ambiente, el posible pronunciamiento de la fuerza armada chavista desconociendo la victoria del candidato de la oposición democrática”
Esa intencionalidad que se oculta en todos los movimientos e iniciativas políticas que la burocracia dictatorial (civil-militar) viene promoviendo desde que se vio forzada a entrar en la dinámica electoral presidencial, segura como está (con base en los registros de los sondeos de opinión serios que se vienen haciendo en el país) de que no tiene ninguna posibilidad de salir victoriosa de esa prueba político-electoral. He ahí la explicación, en primer lugar, de la gigantesca ofensiva publicitaria y de propaganda dirigida a poner a ganar las presidenciales al peor presidente que ha tenido el país del siglo XX al presente, y quién sabe si de todos los tiempos, al tipo cuyo gobierno ha desencadenado una catastrófica crisis que tiene entre sus principales indicadores: una reducción de más del 80% del PIB, un deterioro extremo de la infraestructura operativa de la actividad petrolera, que ha generado una caída descomunal de la producción (de aproximadamente 3 millones, 500 mil de b/d a menos que un millón de b/d), una significativa disminución de la capacidad productiva de las Industrias Básicas de Guayana, de la industria manufacturera y de la agricultura (incluida la ganadería), la caotización de los servicios públicos de agua potable, electricidad, gasolina, etc., el colapso de los hospitales, de la educación pública de todos los niveles, una masiva migración hacia el exterior de más de 8 millones de venezolanos, la desarticulación e instrumentalización de las instituciones y de todos los poderes públicos, la conculcación de todos los derechos sociales y políticos que el pueblo venezolano venía de conquistar en las jornadas de lucha por la democracia de 1936 y del 23 de enero de 1958.
El desenlace final de las presidenciales podría ser más difícil, complejo y peligroso que todas las situaciones vividas hasta ahora»
Es evidente que con esta ofensiva propagandística lo que se persigue es crear una matriz de opinión en la que Maduro aparezca ganando las elecciones en la madrugada del 29 de julio y sea declarado como tal por Amoroso como hizo con los resultados del referendo sobre el Esequibo. En segundo lugar, de la maniobra de relacionar a dirigentes políticos de la oposición con la banda chavista que terminó de desbancar a PDVSA y con supuestos magnicidios, para de ese modo seguir disponiendo de pretextos que «justifiquen» nuevas inhabilitaciones y el desarrollo de su política represiva. En todo esto llama la atención el papel de primer plano desempeñado por el Fiscal accidental designado como tal por la Asamblea Constituyente espuria bajo la presidencia del teniente Cabello. En tercer lugar, de la operación militar «el Esequibo es nuestro», que viene siendo montada en la frontera con Guyana, y que cualquier momento puede ser activada para crear una situación de guerra con ese país que «obligue» a decretar un Estado de excepción y la suspensión de las presidenciales.
En cuarto lugar, de la amenaza que flota en el ambiente, de que ante la derrota electoral de Maduro la fuerza armada chavista se pronuncie desconociendo la victoria del candidato de la oposición democrática, con lo cual se produciría una crisis política de proporciones nacionales e internacionales.
Por supuesto nadie en su sano juicio quiere que eso pase, pero desgraciadamente estamos ante una posible que ha venido siendo promovida por la regresión dictatorial chavista (de Chávez y Maduro) por distintas vías:
1) Mediante la conversión de la fuerza armada chavista en un actor político beligerante con injerencia en todos los espacios del poder público nacional; violando de manera flagrante la Constitución de la República en sus Artículos 328 y 330 que lo prohíben expresamente.
2) La sistemática e intensiva difusión en su interior de una prédica militarista en la que el elemento militar y el gobierno de Maduro (el cual es presentado como un gobierno producto una supuesta inión cívico-militar-policial) aparecen como los depositarios impolutos de la ética, la virtud y de la patria, mientras que la representación de la oposición democrática es presentada como la anti-ética y como traidores a la patria.
Recientemente, el pasado 4 de mayo le oímos a Maduro este discurso en una parada militar en Fuerte Tiuna, en el que solo le faltó llamar expresamente a los militares allí reunidos a levantarse en armas si él perdía las elecciones del 28 de Julio en el caso de que esas elecciones se lleven finalmente a cabo.
Frente a tales amenazas, no cabe otra respuesta que comenzar desde ya a denunciarlas y disponerse a enfrentarlas hasta su derrota final.