La emoción espontánea de las masas es un efecto pasajero que quedará diluido en una nueva decepción sin que el esfuerzo signifique en sí mismo un modesto avance en la tarea de derrocar la tiranía.
Humberto González Briceño
Ya resulta un fastidioso lugar común repetir todas la maniobras que ejercita el régimen chavista para perpetrar su fraude electoral el 28 de julio. Se trata de toda una serie de medidas para garantizar que Nicolás Maduro será proclamado nuevamente presidente de Venezuela aunque sea contra la voluntad del 80% de los venezolanos.
Se ha documentado en forma clara y suficiente cada una de las instancias que llevan irreversiblemente a este fraude. Desde la inhabilitación de candidatos y electores hasta la manipulación de los centros y mesas de votación.
Pero los abusos no cesan. Se habla de otras medidas que estarían en proceso tales como la eliminación por vía judicial de la tarjeta electoral de la MUD lo que dejaría a la oposición con la opción de llamar a votar por la tarjeta del partido Un Nuevo Tiempo de Manuel Rosales. También se ha dicho que para este proceso el CNE chavista restringirá la participación de los testigos electorales en las mesas a aquellos que estén inscritos en esos centros de votación.
La oposición de la PU/MUD parece decidida a ir hasta el final en la vía electoral aunque les eliminen su tarjeta icónica y hasta, como consecuencia de ello, le inhabiliten nuevamente a su candidato.
La respuesta ante la arremetida del régimen chavista se ha limitado a tratar de cumplir con unas exigencias de naturaleza electoral que cada día se ven como imposibles en un proceso prácticamente inviable como modelo de transparencia y equilibrio.
El único recurso que parece disponible para la PU/MUD es tratar de tener testigos en todas las mesas de votación y ante la amenaza de que a estos también se les impida participar se habla en forma ambigua de una “observación ciudadana”
En algún momento habrá que hacer una pausa para repensarlo todo y preguntarse cuál es la razón que arrastra a la oposición de la PU/MUD a aceptar las condiciones más infames para hacerse parte de la madre de todos los fraudes electorales. ¿Cuál podría ser la justificación de continuar en un esfuerzo tan compulsivo como inútil para medirse con un régimen que prácticamente tiene los resultados en la mano y solo queda anunciarlos?
Cada día que pasa se hace más evidente que la vía electoral en tiranía es una estrategia fallida que conducirá irreversiblemente a una nueva derrota y a nuevas oleadas de desánimo y emigración.
La estrategia electoral ni siquiera se podría justificar como un intento de hacer algo frente a no hacer nada porque ese hacer algo también está llegando a la nada. En otras palabras, la oposición de la PU/MUD con María Corina Machado y Edmundo Gonzalez podrán tener un plan electoral para movilizar el voto y cubrir la observación del 100% de las mesas electorales, pero eso no significa absolutamente nada frente a las infinitas posibilidades con que cuenta el régimen para presentar un resultado a su medida.
Es cierto que la PU/MUD tiene un plan electoral para el 28 de julio pero precisamente una de las debilidades de ese plan es que es prisionero de la estricta legalidad que impone el régimen chavista y que obliga a participar respetando celosamente sus tramposas reglas.
La emoción de la fantasía electoral llegará hasta el momento que se anuncien unos resultados que desafían la realidad pero que serán presentados como la verdad oficial del régimen. Frente a esto la oposición de la PU/MUD no tendrá la posibilidad de pedir una auditoría (al CNE chavista) o apelar judicialmente (ante el TSJ, también chavista).
Y aunque millones de personas con razón quieran salir a expresar su rabia e inconformidad en la calle tampoco es probable que esa oposición convoque a una movilización popular. Aquí es cuando estos opositores se convierten en fieles cumplidores de la pseudo legalidad chavista y se evidencia que no tienen un plan político para el 28 de julio, ni para lo que vendrá después. La emoción espontánea de las masas es un efecto pasajero que quedará diluido en una nueva decepción sin que el esfuerzo signifique en sí mismo un modesto avance en la tarea de derrocar la tiranía.
EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.