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La UCV está a media marcha

Por mandato de las organizaciones sindicales, el personal administrativo y obrero debe asistir dos días a la semana, lo que, en la práctica, se reduce a dos ratos mañaneros

Absalón Méndez Cegarra

En la Universidad Central de Venezuela (UCV), hace un año,  junio 2023, el gobierno nacional   dio licencia para que se llevaran a cabo las elecciones de autoridades rectorales, decanales y de representantes profesorales ante el Consejo Universitario (CU), luego de un largo y prolongado paréntesis que duró 15 años e hizo, prácticamente, olvidar a los miembros de la  comunidad universitaria que, por mandato de la Constitución y de la Ley de Universidades vigente, la UCV tiene autonomía plena  para elegir sus autoridades o forma de gobierno.

A los treinta días siguientes del acto eleccionario, las autoridades electas tomaron posesión de sus cargos y se inició un nuevo tiempo universitario, cifrado por grandes esperanzas de cambio y transformación universitaria, como se había advertido en la campaña electoral.  El nuevo equipo rectoral se integró con profesores provenientes de diferentes opciones electorales lo que, al parecer, al menos así se aprecia desde lejos, ha dificultado la conformación de un verdadero equipo de gestión que adelante un proyecto de Universidad cónsono con los tiempos que vivimos y el desarrollo alcanzado por el conocimiento y las tecnologías de la comunicación e información. A esto se suma un CU sectorizado, feudalizado, muy poco interesado por la Universidad, su organización y funcionamiento.

El legado dejado por 15 años de gestión universitaria no ha sido posible conocerlo hasta ahora. Inexplicablemente el balance objetivo, sincero y ponderado no se ha hecho y, posiblemente, no se hará, pues, el silencio cómplice y complaciente juega a favor del olvido.

El día de la toma de posesión de las nuevas autoridades ha debido declararse a la UCV en estado de emergencia, como bien fue propuesto por algunos sectores universitarios, no para pasar facturas o revanchas, sino para conocer el cuadro de condiciones reinante en la Institución, después de un gobierno interino o de encargaduría, el cual tuvo que hacer frente a una pandemia que lo paralizó todo.

Al equipo rectoral, que, ya, no es nuevo, pues ya consumió un año del período de ejercicio legal, le ha correspondido hacerse cargo de una Universidad que luce muy bonita por fuera, hermosos jardines y remodelaciones en algunas de sus edificaciones, pero, muy mal por dentro, con enormes dificultades de organización, funcionamiento, sin recursos presupuestarios, pésimas condiciones generales de trabajo y una ausencia marcada de su personal docente, administrativo y obrero que hace de la UCV, una Institución con un día a día precario y de incumplimiento de obligaciones laborales, justificado por la desvalorización del trabajo, lo que se traduce en bajos salarios, irrespeto a la carrera académica y jerarquías institucionales, al punto,  que, para los trabajadores universitarios: profesores, empleados y obreros, el trabajar y cumplir con las obligaciones laborales, resulta antieconómico, no trabajar es más económico que hacerlo. El escaso funcionamiento que muestra la Universidad es porque algunos de sus trabajadores la financian mediante la prestación de un servicio personal no remunerado.

Estamos seguros que al cumplirse un año de gestión universitaria se mostrarán logros importantes y, ciertamente, los ha habido, sería absurdo negarlos; pero, se ignorará un hecho fundamental, esencial para la vida y el quehacer universitario: la presencialidad de los universitarios.

Ante este hecho, nos permitimos sugerir a las autoridades universitarias con todo el respeto que se merecen, que sinceren el funcionamiento de la Institución. La UCV está semicerrada, a media marcha. Por mandato de las organizaciones sindicales, no de las autoridades universitarias, algo increíble, el personal administrativo y obrero con residencia en Caracas, debe asistir dos días a la semana, lo que, en la práctica, se reduce a dos ratos mañaneros. Y, el personal que habita en las ciudades satélites o dormitorios, un rato a la semana, razón por la que la Universidad está desolada por las tardes y noches y durante las mañanas un conjunto de puertas cerradas con letreros anunciando el nuevo horario de trabajo establecido, discrecionalmente, por el propio personal. El gremio profesoral, por alguna razón, guarda total silencio. Los profesores, no importa donde vivan, están obligados a cumplir con sus funciones de acuerdo a una programación académica que bien puede ser diurna o nocturna, sin pago de horas extras, horas nocturnas y pago de transporte.

No pedimos normalidad, sería mucho pedir. Pedimos, regularidad en el funcionamiento institucional. Sinceridad en el actuar.

La sugerencia en cuestión comprende tres fases: Primera fase: Un diagnóstico serio, objetivo e imparcial sobre el personal al servicio de la Universidad. Distinción entre la nómina de pago y la nómina real. Que dé cuenta de quienes trabajan y quienes no, quienes asisten con regularidad a sus labores y quienes no lo hacen, Quienes disfrutan de permisos remunerados y no remunerados. Quienes se han marchado por la libre y siguen cobrando sueldos sin trabajar, como si nada. Cuantificación de las horas hombre al servicio y disposición de la Universidad. Esto es esencial para garantizar gobernanza institucional. Segunda fase: el CU, sobre la base del diagnóstico señalado, debe decretar un horario de trabajo a tiempo parcial, medio tiempo, de 8.00 A.M a 12 Meridiano, para todo el personal. Este horario no afecta en ningún aspecto la precaria remuneración percibida y, aunque el trabajo sigue siendo desvalorizado, se corresponde con el número de horas que el personal, objetivamente, le está dedicando a la Institución. Y, tercera fase: Solicitud, a quien corresponde, de una prima de transporte para todo el personal, diferenciada y efectivamente causada, mediante control de asistencia y horario, para todo el personal: docente, administrativo y obrero, independientemente de cargo y jerarquía, que incluya al personal jubilado activo que preste servicios a la Universidad, equivalente al costo del pasaje urbano y extraurbano, por días laborables, durante el mes de trabajo. Esta prima debe tener efectos salariales.

A corregir esta situación de hecho es a lo que llamamos sincerar y regularizar el funcionamiento de la UCV y, temo, de todas las universidades nacionales. Manos a la obra.

@absalonmendez1

EL AUTOR es abogado y licenciado en trabajo social. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV. MSc en Administración Privada, doctor en Ciencias Sociales. Ha participado en la redacción de la Ley Orgánica del Sistema de los Seguros Sociales, Ley de Vivienda y Hábitat, Ley del Régimen Prestacional de Salud, Ley del Régimen Prestacional de Empleo, entre otras.

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