Articular una rebelión cívico militar presupone la existencia de una vanguardia o una dirección política que se asuma como tal en la coyuntura y organice al bloque civil para coordinarlo con el militar.
Humberto González Briceño I OPINIÖN
Cuando desde hace unos meses argumentamos en estas páginas en contra de votar en tiranía lo hacíamos con la convicción de que el chavismo se robaría las elecciones como lo ha hecho a lo largo de estos 25 años. Entonces votar por el solo hecho de votar cuando ya se sabe que no existen condiciones ni garantías nos parecía una extravagancia. Además la falsa oposición con su siempre ánimo electorero hacia sus mejores esfuerzos para tratar de persuadir a los venezolanos que el sistema electoral chavista era a prueba de fraude. Y con esa idea se votaba.
Pero hay que admitir que una cosa es robarse las elecciones al estilo de Tibisay Lucena tratando de cubrir las formas y fingiendo algo de pudor y otra cosa bien distinta es el robo a mano armada perpetrado por Elvis Amoroso en forma tan chapucera que ni los números que mostró en su boletín cuadran.
Aunque sabemos por experiencia que el chavismo está dispuesto a hacer lo que sea para atornillarse en el poder tenemos que admitir que no podíamos prever que lo harían en forma tan torpe. Toda la puesta de escena para presentar a Nicolás Maduro como ganador de esa elección ha sido tan burda que ni los propios chavistas se lo pueden creer. Aquí se cuentan los aliados internacionales del chavismo tales como Lula de Brasil y Petro de Colombia que jamás podrían justificar semejante asociación con el chavismo ante sus propios electores.
No dudamos en asegurar que la manera improvisada y audaz como se hizo el anuncio fue clave para encender la rabia popular ante un resultado que nadie se lo cree. También tenemos que admitir que aunque anticipábamos el rechazo ciudadano al fraude no lo previmos en la intensidad y magnitud que se ha manifestado en los últimos días al punto de poner en jaque los planes de control de orden público del régimen.
La reacción espontánea e instintiva de la gente en la calle es la respuesta a una pregunta que quedó pendiente en toda la campaña. ¿Cómo se cobra? Nunca ha estado en discusión que desde el 2004 el chavismo perdió apoyo popular, pero el control de todas las instituciones del Estado les permitía imponer sus resultados. En una democracia jamás nadie se pregunta ¿cómo se cobra? porque existen garantías e instituciones que funcionan.
Pero en realidad la pregunta ¿Cómo se cobra? admite en forma intrínseca que bajo el régimen chavista no basta con ganar electoralmente para que entreguen el poder, hay que obligarlos a ellos.
La coyuntura que se vive hoy en Venezuela está caracterizada por la confrontación en la calle, una vez más, de civiles desarmados frente a las fuerzas armadas chavistas con armas letales y superioridad de fuego. Aunque cuantitativamente la gente en la calle protestando es mayoría cualitativamente las fuerzas represivas están en posición de aplastar la protesta sin importar que el costo sea una masacre más. Esto es algo que no se puede desestimar.
La única forma de poder cobrar el triunfo electoral que abrumadoramente obtuvo Edmundo Gonzalez el 28 de julio no es haciendo diligencias ante las instancias del Estado chavista sino articulando una verdadera rebelión cívico militar. Articular una rebelión cívico militar presupone la existencia de una vanguardia o una dirección política que se asuma como tal en la coyuntura y organice al bloque civil para coordinarlo con el militar.
Esto por supuesto plantea un reto inevitable y es agotar todos los esfuerzos para provocar la necesaria ruptura del componente militar del chavismo que permita ganar aliados que completen los factores de la ecuación (rebelión-civil-militar) y cambien la correlación de fuerzas. Igualmente hay que decir con responsabilidad que sin una dirección política y sin una propuesta insurreccional planificada y organizada las protestas en la calle volverán a dejar inocentes asesinados y esperanzas frustradas, una vez más.
EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.