El Estado chavista concentra todos los elementos de un régimen político neofascista que debe ser denunciado y combatido como tal.
Humberto González Briceño
Desde hace varios años hemos planteado la necesidad de caracterizar al régimen político venezolano como paso previo para el diseño de una política y una estrategia viable y sostenible de oposición. No hacerlo, como ha ocurrido, lanza los esfuerzos opositores por caminos confusos e inciertos que impiden entender con exactitud a quién nos enfrentamos.
¿Estamos frente a un mal gobierno que puede salir mediante elecciones? ¿Es este un régimen autoritario que concede algunas libertades públicas que deben ser aprovechadas? ¿O acaso estamos frente a un cuadro mucho más dramático y escabroso que nos negamos a admitir?
Deliberadamente hemos propuesto la necesidad de distinguir entre el Estado nacional venezolano que con sus instituciones representaría a la nación venezolana y el Estado chavista que por el contrario con sus órganos defiende los intereses parciales del chavismo. Esa caracterización nos parecía útil para mostrar por contraste que el problema de fondo que enfrentamos no es el de un mal gobierno o un régimen autoritario sino más bien el de un régimen político que se fabrica su propia legalidad a la medida de sus intereses.
Pero esa distinción deliberadamente no abordaba el asunto de la naturaleza de ese Estado chavista aunque podría mostrar algunas pistas. Hoy después de 25 años de chavismo en el poder y más específicamente luego de lo ocurrido el 28 de julio creemos que es impostergable abrir el debate sobre la esencia de ese régimen político que en forma provisional y genérica hemos denominado el Estado chavista.
Los elementos característicos del Estado chavista se nos muestran como un régimen neofascista, variación de un sistema totalitario con todas sus implicaciones.
Es un neofascismo ya que aunque el régimen instaurado en Venezuela no tiene ninguna conexión histórica e ideológica con los procesos totalitarios de la Alemania de Adolfo Hitler o la Italia de Benito Mussolini, mantiene casi intactos los elementos definitorios de un Estado fascista sobre todo en cuanto a la premisa de establecer un Estado que controle todos los aspectos de la vida social de un país.
Esta forma particular de fascismo encuentra su núcleo fundante en el proceso iniciado por Hugo Chávez y su Constitución en 1999. Hábilmente Chávez y su grupo secuestraron los símbolos patrios de Venezuela y la doctrina de Simón Bolívar que hasta ese momento habían sido patrimonio de todos los venezolanos. A partir de la llegada de Chávez y su grupo al poder lo bolivariano sería asociado al chavismo y las expresiones bolivarianismo y chavismo serían usadas en forma indistinta e intercambiable.
De allí en adelante comienza el proceso para imponer esa ideología particular (el chavismo-bolivarianismo) al resto de la sociedad y presentarla como la ideología oficial de la nación venezolana. Como consecuencia de esta nueva filosofía se le cambió el nombre histórico a la República de Venezuela por el de “República Bolivariana de Venezuela”. En los tiempos de la Constituyente de 1999 resultaba difícil para la mayoría de los venezolanos oponerse al nuevo nombre propuesto porque todos en el fondo nos considerábamos bolivarianos. Pero con la nueva denominación estábamos obligados a ser bolivarianos chavistas y adoptar la ideología oficial del nuevo Estado.
Una de las características de los regímenes fascistas es la concentración del poder en manos de un caudillo o del partido oficial eliminando en la práctica los pesos y contrapesos que deben existir en un sistema político con separación de poderes y estado de derecho. Este es el papel de partido único y oficial que está reservado para el PSUV en Venezuela. Militantes y operadores del PSUV controlan todas las instancias del poder público tales como el poder ejecutivo, el legislativo, el judicial, el electoral y por supuesto el militar.
La represión de las libertades políticas e individuales es otra característica del fascismo. Es más que evidente que en Venezuela se persiguen políticos, periodistas y estudiantes por razones políticas. La disidencia es castigada con desapariciones forzosas, tortura y asesinato perpetrados por los órganos del Estado chavista.
Igualmente, como en todo régimen fascista, existe una ideología única y oficial que es impuesta mediante educación alienada y propaganda. En la educación primaria y secundaria los libros de Historia de Venezuela han sido sustituidos por basura ideológica y biografías de Hugo Chávez.
Como las funciones del Estado chavista se confunden con las del partido PSUV tanto a los operadores políticos, militares, y policiales como a las clientelas se les ha entrenado mediante campañas de propaganda que todo adversario del PSUV en realidad es un enemigo del Estado chavista y su eliminación estaría plenamente justificada.
Ya en otros artículos hemos explicado que la neutralización de los adversarios políticos del PSUV/Estado chavista ocurre en dos etapas perfectamente definidas: El linchamiento moral con campañas de desprestigio para presentar a las víctimas como traidores a la patria; y luego el linchamiento físico que se materializa en desapariciones, torturas y asesinatos los cuales quedarían plenamente justificados por la ideología fascista del Estado chavista.
He discutido con operadores del régimen chavista lo que ocurrió el 28 de julio. Y la mayoría de ellos están conscientes de que Nicolás Maduro perdió las elecciones frente a Edmundo Gonzalez. Pero esto no lo admiten con resignación ni vergüenza. Por el contrario, aseguran que la defensa de la patria (chavista) y su Estado justifican plenamente desconocer el resultado electoral de la mayoría ya que se trata de la decisión inconsciente de un pueblo que fue manipulado por la derecha. He aquí una manifestación del hombre superior (consciente) frente a los demás, esencial en el fascismo.
Esta forma particular de interpretar la realidad es usada intensamente en el sector militar para racionalizar lo contradictorio que significa defender un régimen que no tiene apoyo popular y reprimir en su nombre a la población civil desarmada. Es una racionalidad típicamente fascista que enajena a los suyos, los aliena y les convence que si algo está en contradicción con su ideología o la verdad oficial entonces sencillamente esa realidad es falsa.
El Estado chavista concentra todos los elementos de un régimen político neofascista que debe ser denunciado y combatido como tal. No hacerlo pensando que el chavismo es un mero Estado autoritario con el cual se puede negociar es un grave error que de no ser corregido por la dirección política opositora bien podría costar otros 25 años más de destrucción de la nación venezolana.- @humbertotweets
EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.