A pesar de estar formalmente rotas las relaciones entre Venezuela y los EEUU las negociaciones entre ambos continúa en forma fluida, directa y sin intermediarios.
Humberto González Briceño
Hay varias cosas que son evidentes en la actual coyuntura política que vive Venezuela. El régimen chavista opera con estrategias y métodos propios de un sistema totalitario como el cubano y ensaya su propia versión de fascismo. La inmensa mayoría de los venezolanos desconoce, repudia y ha expresado rechazo a ese régimen de varias maneras. La naturaleza totalitaria y fascista del régimen chavista lo lleva a cancelar las instituciones democráticas y usar la fuerza para mantenerse en el poder.
En ausencia de garantías constitucionales para la participación política es imposible aspirar a un cambio de régimen desde las entrañas del mismo régimen o respetando su pseudo legalidad como vanamente ha intentado la falsa oposición electoral en estos 25 años.
Para sacar del poder a un régimen fascista y totalitario como el chavista no existe otra salida que las vías de fuerza bien sean éstas derivadas de un conflicto interno o externo. Internamente las opciones serían un levantamiento popular que logre apoyos de sectores militares o una rebelión militar dentro de las propias fuerzas militares chavistas. Ambas opciones lucen hoy distantes por la ausencia de una resistencia organizada políticamente y la represión masiva y sistemática que aplica el régimen a la población civil desarmada y a sus propios militares para prevenir una rebelión.
Esto deja sobre la mesa la opción de una eventual intervención militar internacional cosa que se dice muy fácilmente pero que por sus graves implicaciones nunca logra materializarse. Lo primero que hay que comprender es que ningún país, ni siquiera los Estados Unidos, está obligado a intervenir en el conflicto interno de Venezuela para corregir la situación. Y esto es así porque la racionalidad de cada estado es actuar en defensa de sus propios intereses no en defensa de los intereses de otros.
Casi siempre se invoca la presunta jurisdicción universal de los derechos humanos para justificar la intervención de un Estado en los asuntos internos de otro, pero ese argumento retórico en realidad enmascara una realidad geopolítica cuando un Estado llega a la conclusión que es vital para sus intereses intervenir en los asuntos de otro.
El punto aquí es entender que ningún país entrara en un conflicto directo con Venezuela solo para salvar a los venezolanos del fascismo chavista. Y mientras esto sea así no veremos más que declaraciones diplomáticas de condena al régimen y solidaridad con los venezolanos unas más altisonantes que otras, pero nada más.
El chavismo entiende esta dinámica y la explota en su beneficio. Esto le permite atacar a los Estados Unidos en foros internacionales como la ONU al mismo tiempo que en forma puntual y confiable le suministra petróleo barato. Y no se olvide que a pesar de estar formalmente rotas las relaciones entre Venezuela y los EEUU las negociaciones entre ambos continúa en forma fluida, directa y sin intermediarios.
El Estado chavista parece haber encontrado una zona de tolerancia en la cual puede insultar y vejar a sus pares internacionales sin mayores consecuencias en la medida en que no afecte intereses sensibles de otros Estados. Esta política le ha rendido dividendos a un país como Cuba que sobrevive y colapsa en las narices de los Estados Unidos sin que este país muestre la menor intención de querer intervenir para salvar al pueblo cubano como también podría considerar hacerlo con el venezolano.
A las acusaciones de los vínculos del régimen chavista con organizaciones terroristas antinorteamericanas como Hamas y Hezbollah los Estados Unidos no les ha otorgado credibilidad y quizás por eso aún Venezuela no entra en la lista de países enemigos de los EEUU. Sin embargo, hay sectores envalentonados dentro del régimen chavista que están presionando para hacer un pacto con Irán que le permita a este país instalar un complejo industrial militar en Venezuela. De concretarse esta operación la misma constituiría un acto de provocación que no pasaría desapercibido para los Estados Unidos y el abandono inmediato de la política en la zona de tolerancia que hasta ahora ha beneficiado al chavismo.
EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.