, , ,

Catatumbo: La guerra que podría derrocar al chavismo

  La ruptura militar interna no parece hoy una fórmula para desbancar al régimen chavista y podría no serlo nunca por el grado de deterioro y corrupción en que se encuentran esas fuerzas militares.

Humberto González Briceño

            Desde hace varios años hemos argumentado en las páginas de La Razón que en Venezuela el chavismo solo saldrá del poder por vías de fuerza, jamás por elecciones.

            Esta tesis que se puede ser etiquetada de irresponsable, tremendista y alucinante tiene fundamento en la caracterización que hemos hecho del Estado chavista como una entidad que en sustitución del Estado nacional venezolano tiene el control absoluto del poder político y militar en Venezuela.

            Con un tinglado jurídico-legal soportado en la constitución de 1999 y la disposición de las fuerzas militares y policiales al servicio del régimen es imposible encontrar formas institucionales para lograr el cambio jurídico dentro de ese régimen político.

            El Estado chavista sigue los pasos del Estado cubano para eternizarse en el poder y si no hay nada que afecte la estructura de ese ecosistema militar el resultado, como ya se puede apreciar, será muy similar a del Cuba donde la mafia castrista ya pasó los 65 años de tiranía.

            Pero también hemos dicho en La Razón que en la actual coyuntura no se perciben signos de ruptura interna o de presión internacional que empujen a una salida de fuerza en Venezuela.

            En la estructura militar, principal componente del Estado chavista, hay grupos, carteles y mafias pero definidos por el reparto del botín no por su postura política frente al régimen a que sirven y menos aún por su defensa de las formas democráticas. A esto se suman purgas que periódicamente hace el régimen para neutralizar a todos aquellos oficiales militares que, aun sin ser enemigos del régimen, no se comportan con el grado de incondicionalidad y fanatismo que se espera.

            Así, la ruptura militar interna no parece hoy una fórmula para desbancar al régimen chavista y podría no serlo nunca por el grado de deterioro y corrupción en que se encuentran esas fuerzas militares.

            La presión internacional se ha limitado a la condena diplomática y a la aplicación de unas leves sanciones que no afectan al régimen chavista pero que son usadas por su aparato de propaganda para justificar su dramático fracaso ante sus propias clientelas. Mientras no exista un Estado dispuesto a declararle la guerra al régimen chavista como lo hizo Alemania con el régimen de los Zares en Rusia será imposible ver una presión internacional efectiva contra el chavismo, suficientemente fuerte como para sacarlo del poder.

            Entonces ¿qué opciones quedan? La falsa oposición electorera invocando su legítimo derecho a sobrevivir el linchamiento moral y físico no tiene otra salida que refugiarse en el esquema de la nueva normalidad propuesto por el chavismo. Tendrán que aparearse con el régimen si no quieren perecer y esto quizás hasta obligue a un entendimiento entre las facciones de los partidos intervenidos judicialmente para ir juntos, agarrados de la mano, a las elecciones  del 2025 y hasta para apoyar la reforma a la Constitución de 1999.

            Pero también hemos argumentado que la estructura político-militar del estado chavista que es muy eficiente y efectiva para linchar a ciudadanos civiles desarmados no tiene las capacidades ni las fortalezas para defender la integridad del territorio y menos aún para enfrentar una amenaza militar externa.

            La posibilidad de que en los próximos años la Corte Internacional de Justicia tome una decisión desmembrando el Esequibo del territorio venezolano le planteara al endeble y frágil Estado chavista el dilema de responder militarmente o no al despojo. En este artículo no vamos a discutir el fondo de la controversia territorial, solo diremos, como también lo hemos explicado en esas páginas, que esta sería una decisión sin ningún fundamento jurídico ni histórico sino más bien atendiendo a motivaciones de tipo geopolítico de las potencias que controlan e influyen en la CIJ.

            El chavismo podría intentar responder a la agresión con un ejército débil y desorganizado incapaz de sostener acciones militares de guerra por más de 8 horas frente a una coalición militar internacional alineada con Guyana. Esta segura derrota militar terminaría con el descabezamiento, por vía de fuerza, del chavismo.

También hay otra posibilidad. Que el chavismo, consciente como lo es de sus propias debilidades militares, decida enfrentar el despojo por la vía diplomática sin arriesgarse a provocar una intervención militar internacional que sería letal. Esta alternativa quizás podría generar un reacomodo dentro de las fuerzas militares del régimen si es que aún queda alguna fibra patriótica en esos oficiales. Pero de esto no hay garantía porque las nuevas generaciones de militares chavistas han demostrado una extraordinaria disposición al servilismo y la corrupción.

De una u otra forma, el chavismo no podrá ser indiferente ante la posible pérdida del Esequibo en el marco de un eventual enfrentamiento militar a escala internacional que, dependiendo del grado de entreguismo, podría decidir o no el destino de un régimen político que ha, literalmente, descuartizado a Venezuela.

@humbertotweets

EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.

https://larazon.net/category/humberto-gonzalez-briceno