El nuevo régimen propuesto tiene todas las características del fascismo histórico, que con sus matices y especificidades tendrá en el estado comunal la base para sostenerse y replicarse.
Humberto González Briceño
El proyecto del Estado Comunal que el chavismo pretende imponer con su reforma constitucional de 2025 es la culminación de un proceso de desmantelamiento institucional iniciado por Hugo Chávez en 1999. Siguiendo el modelo de la dictadura cubana, el régimen busca reconfigurar la estructura del Estado para garantizar su perpetuidad en el poder, sustituyendo el actual régimen político por un entramado de control político diseñado para anular cualquier posibilidad de alternancia.
El concepto de Estado Comunal no es nuevo en el discurso chavista, pero su implementación definitiva representa un salto cualitativo en la degeneración del sistema político venezolano. Bajo este modelo, los gobiernos municipales y regionales electos desaparecerían, sustituidos por «consejos comunales» y «comunas» subordinadas directamente al Ejecutivo. A primera vista, este sistema podría parecer una forma de participación popular, pero en la práctica, no es más que un mecanismo de centralización absoluta del poder, donde todas las decisiones emanan de la cúpula chavista sin contrapesos reales.
Las semejanzas con el régimen castrista son evidentes. En Cuba, los llamados Órganos del Poder Popular funcionan como simples correas de transmisión del Partido Comunista, eliminando cualquier atisbo de pluralidad política. El chavismo aspira a replicar esta estructura en Venezuela, garantizando que todas las instancias de poder respondan a la línea del partido, eliminando gobernadores y alcaldes electos para consolidar un control vertical sobre la sociedad.
La estrategia es clara: sustituir la democracia representativa por un simulacro de democracia participativa donde las decisiones ya están tomadas de antemano por el aparato del régimen. No es una reforma administrativa, sino un golpe mortal contra la posibilidad de restaurar el Estado de Derecho en Venezuela.
Si bien el modelo se inspira en la dictadura cubana, el chavismo enfrenta un obstáculo fundamental: la corrupción y el caos interno de su propio régimen. En Cuba, el Partido Comunista ha logrado mantener una disciplina férrea sobre el aparato estatal. En Venezuela, en cambio, la fragmentación del poder y la lucha entre facciones dentro del chavismo hacen que la imposición del Estado Comunal no solo sea un intento de consolidación autoritaria, sino también una estrategia desesperada para recomponer el dominio del régimen sobre sus propios cuadros.
Mientras el aparato represivo cubano es monolítico y eficiente, en Venezuela el chavismo se sostiene con una mezcla de violencia desorganizada, represión selectiva y una red de lealtades clientelares que podrían resquebrajarse ante la eliminación de los gobiernos locales. La crisis económica y el rechazo popular añaden un elemento de incertidumbre que hace impredecible el desenlace de esta maniobra.
El Estado Comunal no es un simple artificio burocrático, sino el paso final de la mutación del chavismo en un fascismo de nuevo tipo. A diferencia de las dictaduras militares convencionales o los regímenes comunistas clásicos, el chavismo ha construido un modelo híbrido donde la represión convive con redes de poder informales, el Estado se disuelve en estructuras de control paralelas y el liderazgo se perpetúa mediante la eliminación de cualquier vestigio de institucionalidad democrática.
Venezuela no enfrenta solo un mal gobierno. El chavismo, lejos de buscar gobernar, pretende transformar el país en un régimen totalitario que anule toda posibilidad de cambio. Este nuevo régimen propuesto tiene todas las características del fascismo histórico que con sus matices y especificidades tendrá en el estado comunal la base para sostenerse y replicarse.

EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.