El gobierno advirtió pública y notoriamente (y mucho antes de las elecciones) que “jamás entregaremos el poder, ni por las buenas ni por las malas”.
Jesús Seguías
- Varios venezolanos insistimos muchísimas veces que, si la oposición asumía la vía electoral para propiciar un cambio en el país, era necesario garantizar tres resultados: ganar, cobrar y gobernar. Son TRES , no uno.
- De nada servía ganar y no poder cobrar. O ganar, cobrar, y no poder gobernar. El objetivo final del país es el número tres. Quedarse estancados en el punto uno por tiempo indefinido, olvidándose del desespero de un pueblo por encontrar una salida a la crisis, eso es una irresponsabilidad (por no decir una traición también).
- El más fácil de los tres era ganar las elecciones. No era necesario hacer encuestas o ir a unas elecciones para validar que desde 2015 (no desde 2024, como se ha querido hacer ver) el gobierno de 25 años ya estaba agotado y era rechazado por la mayoría absoluta de los electores.
- Más de la mitad de los venezolanos estaban dispuestos a votar por cualquier candidato unitario, llámese como se llame (tal como ocurrió en las elecciones parlamentarias de 2015). Su foco era, es y seguirá siendo generar un cambio. El foco no era acudir a unas elecciones para quedarse en un punto muerto.
- Lo difícil era cobrar, para lo cual era necesario que el candidato opositor contara con la confianza del gobierno para que le entregaran el poder. Por tanto, la ruta estratégica correcta obligaba al liderazgo opositor a escoger un candidato que pudiese cumplir con los tres objetivos.
- Y para ello era necesario negociar una salida ganar-ganar con el gobierno antes de las elecciones ¿Por qué? Porque era el único camino que quedaba para convertir las elecciones del 28 de Julio en una gran oportunidad de cambio en el país. Pero justamente se hizo lo contrario.
- De pronto, para ese liderazgo opositor lo importante no era organizar una transición consensuada con el gobierno para satisfacer las exigencias del país sino desafiar al gobierno colocando como candidato a alguien al que jamás le entregarían el poder. Lo más asombroso es que el gobierno advirtió pública y notoriamente (y mucho antes de las elecciones) que “jamás entregaremos el poder, ni por las buenas ni por las malas”, a quien fungía como a la verdadera candidata. Esto de por sí generaba un inmenso desafío estratégico a la oposición.
- De nada valió la advertencia del gobierno. Se insistió – por terquedad, por arrogancia y por una ambición política mal administrada- en una fórmula que jamás cumpliría con el objetivo final de los venezolanos: tener un gobierno que generara grandes cambios en la economía, la infraestructura y la política.
- Se jugó mal. Se desaprovechó una oportunidad más. Se nos dijo tácitamente: Si no soy yo la presidente, pues prefiero que venga el diluvio. Y llegó el diluvio. Definitivamente, algunos líderes políticos son expertos en poner las cosas más difíciles a los venezolanos. Piensan más en sí mismos que en el país.
- No copian las realidades, manejan diagnósticos piratas y complacientes, no fluyen con los hechos sino con sus inconsistentes suposiciones. No saben surfear en el mundo de la política. Es una triste realidad.
- Y cuando vuelven a equivocarse (llevan mínimo 11 años diciendo lo mismo y equivocándose una vez tras otra), entonces llaman “traidores” “arrastrados al régimen” a quienes desde sus propias filas dicen que hay que rectificar y no seguir haciendo lo mismo esperando resultados diferentes.
- “Traicionar” a un error no es traición sino un poderoso acto de sabiduría. Por las mismas razones que se dilapidó la oportunidad de cambio en 2024 se está dilapidando la de 2025. La sabiduría es lo único que salvará a la oposición del descalabro final.
@JesusSeguias
EL AUTOR es periodista, consultor y analista político, experto en estudios de opinión. Actualmente se desempeña como presidente de la empresa Datincorp, especialista en investigación y análisis en los mercados, la política y la sociedad.