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¿Últimas elecciones directas en Venezuela?

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El objetivo es claro: perpetuarse sin disimulo. Si se impone el Estado comunal, no habrá más campañas, ni oposición formal, ni conflicto electoral.

Humberto González Briceño

El 25 de mayo podría quedar marcado en la historia no por lo que se elija, sino por lo que se pierda. No serán elecciones democráticas —eso lo sabemos—, pero quizás sí sean las últimas con apariencia de tal. ¿Por qué? Porque el régimen chavista tiene en marcha su verdadera jugada: desmontar, desde adentro y con su legalismo fraudulento, el modelo republicano venezolano. Lo que viene es el Estado comunal. Y eso no es un eslogan, es una advertencia.

El Estado comunal no es una idea nueva. Aparece camuflado en los textos del Plan de la Patria, en la Ley Orgánica de las Comunas y en las arengas de quienes aún recitan, como en trance, las frases de Chávez sobre el “poder popular”. En esencia, es una copia mal disfrazada del sistema cubano: un andamiaje político sin partidos, sin elecciones directas, sin representación libre. Todo el poder, en manos de una red de consejos comunales, donde el voto será solo un trámite ritual, interno, controlado, sin opciones ni debate. Las comunas no serán órganos de participación ciudadana, sino sucursales del PSUV.

Por eso insisten tanto en “transcender la democracia burguesa”. La idea es eliminarla sin disparar una bala. Las comunas —al estilo cubano— reemplazarán a gobernaciones, alcaldías, consejos legislativos. Y con ellas, desaparecerá la posibilidad de elegir autoridades por sufragio universal. El poder quedará anclado en estructuras de segundo o tercer grado, seleccionadas por el mismo aparato político que controla el sistema desde hace más de dos décadas.

El objetivo es claro: perpetuarse sin disimulo. Si se impone el Estado comunal, no habrá más campañas, ni oposición formal, ni conflicto electoral. Se acabó la política como espacio de confrontación abierta. Se acabó incluso el juego de la alternancia simulada. Quedará solo el consenso obligatorio dentro de los “espacios del poder popular”, con lenguaje de asamblea y control de inteligencia.

Ya lo ha dicho Maduro: “nosotros vamos hacia el Estado comunal y nadie lo va a impedir”. Y no es una frase al aire. Mientras la oposición se divide entre el llamado al voto y la resignación abstencionista, el régimen avanza en lo que de verdad le importa: institucionalizar su dominio en una arquitectura legal que no requiera más elecciones molestas ni sorpresas aritméticas. Una trampa perfecta para capturar al país desde la base.

Frente a esto, el error más costoso sería seguir repitiendo estrategias fracasadas. No hay forma de enfrentar al chavismo sin entender de dónde toma su modelo. Y ese modelo es Cuba. Allí, la ficción democrática se terminó hace más de medio siglo. No hay partidos, ni elecciones reales, ni pluralismo. Solo una maquinaria ideológica que se legitima a sí misma. Eso es lo que Maduro quiere replicar: una dictadura sin disfraces, con comunas en vez de urnas, y obediencia en vez de votos. 

.@humbertotweets

EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.

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