Sólo la propia democracia puede borrar esta locura de modelo prolongada en un tiempo torturantemente largo
Por Rubén Osorio Canales
Creo que si algo quedó claro de la larga perorata de Mauro en lo que se llamó presentación de la memoria y cuenta, que de eso poco o nada hubo, es que todo lo dicho allí define este año como un año electoral crucial para el gobierno así crean tener el sartén por el mango. Los hechos más puntuales en función de ese año electoral, fueron el anuncio de un primer aumento de un quince por ciento del salario mínimo, ridículo pero aumento al fin, la promesa del ingreso de trescientos mil pensionados nuevos en el sistema y todo aquello referente a la profundización del populismo que durante diecisiete años pusieron en marcha. No creo que sea confiable la tesis según la cual el gobierno está arruinado y sin dinero para repartir a su clientela. Poco les importan las consecuencias que esa política pueda tener porque para esa cúpula lo único que vale es sembrarse en el poder a cualquier costo. Para remontar la cuesta electoral este gobierno tiene el aumento del precio de la gasolina, la venta de activos de la nación, el pasticho parlamentario con el que tiene sometida, a la oposición y al país, los tribunales, el sistema de justicia a su servicio, la defensoría del pueblo y la máquina para fabricar dinero inorgánico. Desde luego estamos en presencia de una autocracia cívico castrense cuyo objetivo no es reconciliar al país, ni hacer que todos podamos vivir y desarrollarnos en un margen de libertad real, tampoco mejorar la salud, ni la educación, ni todas esas cosas que nos pretenden vender como acciones del socialismo, lo único que tiene interés para ellos, es el cronograma electoral en momentos en los que han sentido en carne propia el desencanto de sus seguidores y demostrado con ello su gran debilidad. Si a eso sumamos que desde la oposición no se ha generado todavía la propuesta de un modelo creíble para un cambio en paz y sin violencia, si las reacciones y convocatorias para salir a protestar puntual y democráticamente, están cubiertas en ocasiones por una pátina de ambigüedad, no creemos, y lo digo de todo corazón, que la oposición organizada en la MUD, pueda capitalizar todo el descontento que ha manifestado un grueso contingente de sus seguidores.
[quote font=»0″ bcolor=»#dd3333″ arrow=»yes» align=»right»]“Estamos en presencia de una autocracia cívico castrense cuyo objetivo no es reconciliar al país”[/quote]Medidas como las referidas al comienzo de este trabajo, en un pueblo que por desgracia se acostumbró a pedir, que ama cobijarse en el manto paternalista de los gobiernos populistas, surten su efecto y no me cabe la menor duda que hará su efecto en el grueso de los desencantados que tendrían la intención de abstenerse. Por eso mismo sostengo que si alguien tiene que abrir las compuertas de su territorio, elaborar un discurso de verdad incluyente, que le permita al pueblo descontento olvidar aquella consigna con que maceró el resentimiento social como es el “no volverán” repetido sin cansancio durante más de diecisiete años, es a la oposición.
Es verdad que el gobierno no sirve, que sus tretas y engaños han quedado al descubierto, que no hay un solo miembro del tren gubernamental con ideas importantes y la fuerza suficiente para sugerir cambios, más allá de un ejercicio retórico hueco y vacío de contenido, como el que un día si y otro también sale de la insinceridad de algunos de sus miembros, cuando proclaman que hay que rectificar y al mismo tiempo defender la revolución, como si aquí hubiese habido alguna revolución. Llamado sin fuerza porque si haber arruinado a un país, haberlo reducido a la vergüenza de mendigar después de haber dilapidado la inmensa fortuna que nos dio el petróleo, y llevarlo a no producir lo que se come y así hacerlo más dependiente, es una revolución, entonces nadie en este país la quiere.
No voy a decir que esta es la última oportunidad de la democracia, porque ella es un libro abierto que, aun extraviada como está, sabe hacerse presente en el momento menos pensado, pero de lo que si estoy seguro es que el reto que tiene toda la disidencia, es uno solo y no es otro que reunirse en una unidad compacta capaz de elaborar un programa basado en el sentido común y con las razones profundas de la democracia que, con su solo enunciado, pueda borrar esta locura de modelo prolongada en un tiempo torturantemente largo.