El gobierno venezolano logró un patente y dominante radio de acción a través de una insana política de reparto del petróleo nacional.
Por Gustavo Luis Carrera
La Venezuela de los comienzos y el desarrollo de la explotación petrolera fue un objetivo suculento e indefenso para los imperialismos más experimentados: el inglés y el holandés; y uno nuevo y muy eficiente, el norteamericano.
ATRACCIÓN DE LA VORACIDAD IMPERIALISTA. Pero, esa atracción no se limitó al aspecto petrolero. Justamente, el “boom” derivado del petróleo dio a Venezuela un ropaje de riqueza económica que atrajo nuevas modalidades imperialistas. De hecho, la perfección actual del imperialismo económico chino, de cobrar y darse el vuelto, y del imperialismo cubano, de tirar la piedra y esconder la mano, nunca se le hubiera ocurrido al imperialismo común, tradicional y originario. Estos nuevos imperialismos son expertos en el arte del disimulo: no se dejan ver, siendo implacables explotadores. Ya es un lugar común hablar del imperialismo norteamericano o estadounidense, porque es el más publicitado; y esta insistencia, de carácter político y partidista, lo ha hecho ver, en su evidencia, a través del tiempo. Pero, el imperialismo económico es la perfección lograda por el gobierno chino: un régimen sociocapitalista o capitacialista que no concede préstamos en dinero (que permitiría al “beneficiario” comprar a quien quisiera), sino en la forma manipulada de un crédito para adquirir productos exclusivamente chinos, y de ser el caso, con la contratación de técnicos, e inclusive obreros, chinos. Este el tipo de los propagandísticos “convenios” de China con Venezuela. De igual espíritu absolutista es el imperialismo político cubano (económico no puede ser, lógicamente), que domina en materia de orden sociopolítico, pero a la vez se beneficia del petróleo realmente donado por el Ejecutivo venezolano, y que los cubanos, que nunca han sido lerdos, revenden en un comercio tan jugoso como cínico.
PRETENDIDA EXPANSIÓN. El gobierno venezolano logró un patente y dominante radio de acción a través de una insana —pero bien recibida por los beneficiarios aprovechadores— política de reparto del petróleo nacional. Ha apoyado económicamente campañas electorales de candidatos de su preferencia (Nicaragua, Bolivia, México, Argentina…), y ha tratado de reponer presidentes caídos (Honduras) con fuerte respaldo y prolongado subsidio económico y participación directa de personeros oficiales de Venezuela, que prácticamente han cumplido tareas de conducción de la acción. De otra y reciente parte, ha financiado partidos políticos seudo “socialistas” en Europa (el MAS español), propagandistas plumíferos semifranceses (Ramonet), y actores norteamericanos). ¿Se trata, realmente, de un mini-imperialismo?
VÁLVULA. “Es muy difícil hablar de un imperialismo venezolano, en ninguna época. Cuando Simón Bolívar decidió invadir otros territorios —Colombia, Ecuador, y sobre todo el conservador Perú—, fue con el ideal romántico, pero exitosamente real, de defender (imponer) la República como sistema liberador del poder monárquico metropolitano, con trascendencia para toda Latinoamérica. De su parte, en la actualidad, es posible que el trasnochado “socialista” gobierno de Guyana (Guayana Inglesa, Surinam) califique de imperialista a Venezuela, que reclama su Zona Esequiba (aunque no con suficiente y patriótica firmeza oficial); pero, cabe preguntarse si Guyana, heredera del feroz imperialismo inglés, no está aplicando contra los venezolanos la estrategia imperialista del hecho cumplido, provechosamente aprendida de sus tan irreductibles como insaciables maestros británicos”.
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