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Colas: la nueva rutina de la clase trabajadora

Colas en Caracas para comprar alimentos

Al esquema laboral diario se ha sumado un nuevo elemento: recorrer locales cercanos para ver qué hay. Aunque no hay estadísticas sobre el ausentismo laboral por esta causa, Fedecámaras asegura que afecta en gran medida la productividad


 

Víctor Amaya

Hacer colas para poder comprar productos de alta rotación a «precios justos» ya forma parte de la rutina de muchos venezolanos. El esquema diario, con horarios de entrada y salida del lugar de trabajo, de almuerzo y de traslados, ahora incorpora un nuevo ítem: las caminatas a locales cercanos «para ver qué hay» o para comprar algún producto escaso.

Dependiendo del tipo de trabajo que se realice y hasta del carácter de los jefes, los empleados aprovechan los tiempos para ir a hacer colas. En el sector público se ha notado más el asunto en un país donde existe un decreto de inamovilidad laboral hasta diciembre, que se cree da mayores ventajas a quienes laboran en el Estado.

Magdalena es analista en el Ministerio de Vivienda. Trabaja en una oficina ubicada en el municipio Chacao, y a su día a día ha incorporado «un recorrido por los sitios cercanos, incluyendo minimercados y Farmatodo, a ver qué consigo. No voy sola, siempre vamos en grupo a la hora del almuerzo o cuando el ritmo en la oficina está suave», cuenta.

[quote_center]»Pedir permiso para hacer colas ya forma parte de la dinámica laboral diaria»[/quote_center]

Esta hija de orientales, menor de 40 años, tiene un compromiso con sus compañeros: «en las mañanas, cuando vamos llegando, estamos pendientes a ver si hay alguna cola que indique la llegada de un producto, entonces avisamos por mensaje a los demás y nos ponemos de acuerdo». Usualmente alguno hace la cola y avisa al resto para acercarse cuando se está próximo a entrar al local. Cuando toca por número de cédula funciona igual pero con menos involucrados. «Ya nos sabemos los terminales de cada uno, de tanto decirlos», ríe Magdalena.

Nuevas rutinas

María Villarreal asegura que no se puede “perder por mucho rato”. Esta empleada de una empresa de servicios en San Bernardino, integrante del equipo de atención al cliente cuenta que ella y sus compañeros comen “en cinco minutos, rapidísimo, para irnos a recorrer la zona», donde hay comercios chinos, farmacias, supermercados y hasta un Bicentenario.

Afirma que si la fila es muy larga, solo el más necesitado del grupo se queda. “Los demás se devuelven porque luego le toca salir al segundo grupo; la oficina no se puede quedar sola». La exigencia de dar cara al público las obliga a permanecer en su puesto de trabajo; no es un rol que se pueda compensar con más horas al final de la tarde o trabajo de fin de semana, como puede ocurrir en otro tipo de empresas.

«No tenemos una indicación formal por parte de los jefes sobre hacer colas. Simplemente nos piden no desaparecernos», agrega Villarreal.

Colas en Venezuela para comprar alimentos
«Si la fila es muy larga, solo el más necesitado del grupo se queda», asegura una trabajadora

Es el mismo caso de Mónica D’ Gregorio, empleada de un banco cuya sede está más al centro de Caracas. Como maneja una cartera de clientes del área de Microcréditos, no puede abandonar su puesto para ir a comprar. «Las veces que voy es cuando veo colas muy corticas al mediodía, cuando voy a comer. Y si me toca hacerla, paso un mensajito para avisar que me retrasaré», dice.

Dayimar Ayala es periodista y mamá. Aprovecha el reporterismo que hace en calle para cazar algún producto que necesite. «Uno saca el tiempo porque los chamos no pueden esperar, eso no es negociable», dice la administradora de la cuenta en Twitter @mamiencontro, donde usuarios de la red social «ofrecen trueques con otras personas porque no consiguen productos o no les da tiempo de ir a comprar. Es algo que no promovemos desde la cuenta, pero vemos que ocurre con terceros».

Según D’Gregorio, sus jefes al principio «no decían nada», pero las quejas empezaron porque las cargas laborales comenzaron a desequilibrarse en su oficina. «Ahora es muy evidente y los superiores piden que no sea tan seguido, que se organicen grupos para que siempre haya alguien en la oficina». En ningún caso hay indicación por escrito.

Estrategias

Manuel Fernández es dueño de un restaurante en El Paraíso. Desde hace meses notó el impacto del ausentismo laboral por las colas pero supo que sería difícil negarse a las compras domésticas. Además, «a veces no venían y era mentira que era por ir a buscar productos».

Para bajar el impacto en la dinámica diaria, llegó a un acuerdo con sus trabajadores: les da horas libres en los días que les corresponda comprar por número de cédula. «También compramos más cantidad de productos a los mayoristas y los empleados pagan la diferencia. Pasa con el azúcar o el café. A veces incluso se lo compran directamente a los distribuidores cuando vienen», explica.

La estrategia ha dado resultados. «Se han reducido bastante las ausencias, y nadie se molesta porque consiguen esos alimentos sin sobreprecio. Aquí no es que bachaqueamos sino que cada quien paga lo que le toca», dice Fernández.

Colas para comprar insumos
El impacto de las colas sobre el ausentismo laboral no está formalmente medido

Jorge Roig, presidente de Fedecámaras, afirma que el sector empresarial «está ayudando muchísimo a sus trabajadores para que puedan adquirir productos cuando les toca hacer cola«. Si bien el asunto se ha conversado en los directorios de la cúpula empresarial, no hay una estrategia generalizada para abordar el tema. «Cada quien lo organiza dependiendo del tipo de trabajo, se otorgan permisos, se cuadra con los empleados por turnos, todo depende», añade Roig.

Hasta ahora, el impacto real de las colas sobre el ausentismo laboral no está formalmente medido, según el presidente de Fedecámaracas. «No hay estadísticas completas. Es muy difícil hacerlo porque hay un ausentismo provocado por los propios permisos que se dan para hacer colas y además hay empresas semiparalizadas que lo permiten porque no tienen mucho que hacer”.

Sin embargo, el presidente de Fedecámaras Lara, Alberto Gámez, denunció en una entrevista reciente a Unión Radio que “tenemos alrededor de 36% de ausentismo laboral por esta nueva práctica que nos están llevando al desequilibrio”. Indicó que las colas son de cuatro a cinco cuadras, y que se “pierden horas hombre”.

Lo que sí está claro, señala Roig, es que “pedir permiso para hacer colas ya forma parte de la dinámica laboral diaria y eso trae una desmejora de la productividad en Venezuela de manera grandísima». Además se ha sumado a otra realidad: “el presentismo laboral, que es asistir pero no hacer nada, aprovechándose de la inamovilidad».

Si quieres contactar al autor de esta historia escribe a victor@larazon.net