El objetivo es erradicar para siempre la perversa militarización de la sociedad y de la justicia
José Rafael López Padrino
La falaz y bastarda revolución bolivariana ha fracasado en su lucha contra la pobreza y la miseria. Los índices socio-económicos así lo demuestran: desnutrición infantil 20%, desempleo rural 35%, desempleo urbano 22%, niveles de exclusión social 43%, informalidad-buhonerismo 55%, tasa de mortalidad infantil 25,3 muertes cada 1.000 nacimientos vivos. Los niveles de pobreza rondan alrededor del 42%, y de pobreza extrema el 21%, valores estos muy semejantes a los existentes en la década de los 90. Además, con un sistema de salud pública colapsado, reflejado en el repunte de endemias que se encontraban erradicadas el desmantelamiento operativo de Barrio Adentro I y el abandono de la infraestructura hospitalaria, todo esto aunado a la ausencia de un sistema de seguridad social digno y eficiente. Ante este panorama dantesco nos preguntamos ¿Dónde está la revolución redentora de los pobres de la cual tanto alardean los voceros del régimen?.
Nadie más que el régimen fachochavista es responsable de los graves desequilibrios que aquejan a la economía de nuestro país. No hay conspiración internacional alguna o fantasiosa guerra económica que explique un déficit fiscal cercano al 20% del PIB, una galopante inflación, la escasez de alimentos y medicinas, y el colapso de la actividad productiva del país. Estos problemas no son nuevos, existen desde hace varios años, pero se han profundizado con el transcurrir del tiempo y agravado durante los últimos meses debido al desplome de los precios petroleros. Ello es el producto de un “desgobierno” dirigido de una logia milica-civilista corrupta, ineficiente, e incapaz empecinada en imponer un capitalismo de Estado militarizado que ha generado el desmejoramiento de la calidad de vida de la población, así como el repunte de la pobreza. Un régimen que ha despilfarrado miles de millones de dólares en programas sociales (misiones), dádivas sociales tomadas de la botija de PDVSA, las cuales distan mucho de ser soluciones efectivas y sostenibles en la erradicación y superación de la pobreza. Igualmente, en la compra de sofisticados equipos militares innecesarios ¿Dónde está la revolución emancipadora de los desposeídos?.
No se trata de remover a una persona específica como algunos equivocadamente han planteado (Maduro vete ya o Maduro renuncia). Ello es un error político imperdonable. De lo que se trata es de derrotar la perversa “revolución bolivariana” y su proyecto corporativista-neofascista que ha desmejorado las conquistas laborales de los trabajadores (libertad sindical, seguridad social, flexibilización y precarización laboral), e impuesto una obediencia ciega basada en un culto a la personalidad cuasi-religioso y un patrioterismo primitivo. Se trata de derrotar la cultura de la ineficiencia y la corrupción que ha generado el actual desabastecimiento y racionamiento de alimentos y medicinas entre otros rubros. El objetivo es erradicar para siempre la perversa militarización de la sociedad y de la justicia, la criminalización de la protesta social y la utilización de la violencia como herramienta para resolver la conflictividad social. Es necesario defenestrar un proceso perverso que apelando a una mentirosa fraseología socialista ha mediatizado las luchas populares, favoreciendo el surgimiento y consolidación de nuevas fracciones capitalistas-burguesas al amparo de una desbocada corrupción para-estatal. ¿Al servicio de quién esta la pestilente revolución del XXI?.
Es obvio que la autodefinición de antiimperialista y socialista de esta insana revolución surge producto del agotamiento de un discurso fantasioso y demagógico. Una revolución que muestra su talante antiimperialista solo discursivamente (mítines, foros internacionales) en busca del apoyo y solidaridad de una izquierda oportunista y prostituida dispuesta a venderle el alma al mejor postor. Antiimperialismo retórico que no se compagina con la sistemática desnacionalización de PDVSA, y la transferencia de áreas de explotación en bloques (franja bituminosa del Orinoco, Plataforma Deltana y Falconiana) a las más importantes empresas petroleras transnacionales (Hess, Chevron-Texaco, Repsol, Statoil, Totalfinaelf, Koch, entre otras). Antiimperialismo que no se armoniza con la entrega de nuestras riquezas naturales a transnacionales rusas, iraníes, pero en especial a las empresas Chinas. ¿Dónde esta el antiimperialismo militante que tanto publicitan los plumíferos afines al proceso?.
Más allá de la propaganda goebbeliana del régimen seguimos siendo un país rentista que sufre las consecuencias de un vulgar populismo pretoriano, etiquetado publicitariamente con el logo de la revolución bolivariana y del socialismo del siglo XXI. Populismo militarista enajenante que ha acentuado el fuerte desequilibrio distributivo capital-trabajo, y que ha manipulado las necesidades económicas y de justicia social de los más necesitados, quienes por ingenuidad o ignorancia han sido arrastrados hacia posturas acríticas y sumisas, muchas veces contrarias a sus propios intereses clasistas. Es evidente que esta errática, engañosa y entreguista política ha generando una mayor miseria y hambre en el país.