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“El tiempo dirá quién puede más”

El malestar y la indignación popular debido al desastre por el que atraviesa el país, se ha constituido en un muro de contención muy difícil de derribar


 

Oscar Battaglini

Uno de los peores estigmas de los tantos evidenciados por los proyectos políticos desde el poder a nombre de la revolución y el socialismo, es el de haber gobernado mediante la aplicación de políticas y procedimientos de contenidos altamente autoritarios, represivos y totalitarios. Por este camino llegaron no sólo a equipararse, sino que en muchos casos superaron en tales prácticas a regímenes de un indudable carácter reaccionario y dictatorial. Este es, por ejemplo, el caso de la URSS stalinista y sus satélites de la Europa oriental, de China, de Corea del Norte, de la Cuba fidelista, etcétera. Fue así como se sepultó la idea de la revolución y el socialismo en los términos a los que habían sido pensados por Marx, Engels, Lenin, Trotski, Rosa Luxemburgo, Gramsci, etcétera, es decir, como un proceso de transformación global de la sociedad con la participación activa de las clases y grupos sociales más avanzados políticamente, y cuyo resultado fuera una sociedad democrática emancipada de la explotación del trabajo humano y de toda forma de opresión social y política. Se esté de acuerdo o no con esta teoría esto fue –queremos repetirlo- lo que se pensó inicialmente y no las aberraciones stalinistas.

Muerto Lenin y asumido el control de la Revolución por Stalin y su grupo, el poder en Rusia asume definitivamente las características de un poder burocrático, policial y totalitario, que aunque abandona en la práctica aquel ideario, no dejará de mostrarse como su representación más fervorosa. Es así como el stalinismo se constituye en el modelo sobre cuya base se crea una estructura organizativa internacional –a semejanza de una religión de alcance mundial- cuyos integrantes serían encuadrados y formados de acuerdo a los contenidos y los parámetros político-ideológicos de ese modelo. Este es el marco en que se forma la izquierda de América Latina, con militantes y cuadros dirigentes –virtudes aparte- con un escaso vuelo en el manejo de los problemas teóricos y políticos, de mentalidad sectaria y esquemática. Es también de ese aprendizaje, de donde se derivan, en una medida importante, la tendencia de esa izquierda a gobernar autoritaria y policialmente. Esa fue la experiencia barbárica y terrorífica que el stalinismo le impuso a la sociedad rusa. Esa es, en términos equivalentes, la situación que ha padecido la sociedad cubana durante más de 50 años. Por lo que se ve, esa parece ser la situación a la que pretende llevarnos el régimen que actualmente rige en nuestro país. A este respecto son diversos los indicios que así lo indican:

1.- La criminalización de la protesta y la opinión política. Para muestra, algunas expresiones concretas: Los juicios incoados en contra de algunos dirigentes obreros-sindicales de Guayana que vienen adelantando luchas y acciones de protesta en defensa de sus derechos y contra la política hambreadora del régimen chavista. El Caso de Rubén González, por ejemplo, donde no han cesado las amenazas en su contra, no obstante haberse producido, desde hace ya bastante tiempo, una decisión del tribunal de la causa que lo declaró en libertad plena, de quien no se ha sabido más nada. El encarcelamiento de estudiantes por manifestar en contra de las políticas del gobierno. La detención arbitraria de alcaldes y dirigentes políticos de oposición, en actos violatorios de los derechos humanos y de la Constitución de la República. El secuestro en Mérida del activista político Alcedo Mora por denuncia de irregularidades en Pdvsa. El hostigamiento sistemático en contra de directores de medios que mantienen una línea editorial contraria al régimen; la imposibilidad de los mismos para acceder al papel con qué hacer sus periódicos. Es así que el control masivo de medios de comunicación, el control de la opinión, el control impuesto mediante la restricción de las divisas, entre otras, son acciones de evidente orientación totalitaria mediante las que el chavismo oficial busca terminar de cerrar el círculo que deje definitivamente a la disidencia política sin medios de expresión a fin de que la única opinión que se conozca sea la suya.

2.- La puesta en vigencia por la FAN chavista de la resolución 8.610, que le confiere formalmente al estamento militar –en abierta violación de lo dispuesto constitucionalmente- la potestad de participar directamente en la represión de las manifestaciones civiles. El que este sector castrense aparezca elaborando y poniendo en ejecución una resolución como esa, sólo puede significar una cosa: el papel hegemónico que el elemento militar ha pasado a desempeñar en la conducción del poder público en Venezuela.

3.- La declaración del actual ministro de la Defensa, en la que anuncia la creación en el seno de la población civil de cuerpos armados, con la misión de participar en labores represivas al lado de la FAN (ch) y los cuerpos policiales. Probablemente se trate de una decisión dirigida a institucionalizar y legalizar a los llamados “colectivos” que ya venían operando como fuerzas paramilitares ilegales.

4.- La amenaza de nuevas medidas expropiatorias de propiedades en manos de empresarios privados.

5.- La institucionalización de la figura del “patriota cooperante”, como parte de una operación general de control totalitario de la población. Como sabemos, esta figura tiene sus referentes más cercanos en la Alemania de Hitler, cuando los nazis intentaron conformar una familia ideológica. Tal como lo muestra el cine, los niños llegaban a denunciar a sus padres o a sus vecinos, porque la lealtad al régimen estaba por encima de todo y la delación de los traidores formaba parte del juramento de ingreso en las Juventudes hitlerianas, aunque lo más seguro es que tal iniciativa haya procedido de Cuba, donde existe una larga y amplia experiencia en este sentido, a raíz de la institucionalización de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

Los venezolanos estamos en presencia de un plan perverso que tiene el deliberado propósito de introducir mayores elementos de desarticulación y división a lo interior de la sociedad, ya de por sí dividida mediante el esquema binario implantado en su seno desde un principio por Chávez y sus seguidores.

Lo que se pretende, en definitiva, es crear mediante la movilización abierta y encubierta de la base clientelar chavista (misiones, consejos comunales, nuevos pensionados, “milicias bolivarianas”, “colectivos”, “enchufados, civiles y militares, a todos los niveles, etc.), una autentica red de espionaje y control totalitario de la sociedad venezolana que asegure aún más su permanencia en el poder. Piensan los operadores del chavismo oficial y sus asesores insulares que eso lo podían hacer sin muchas dificultades y que todo funcionará según sus deseos. Pero la prepotencia militarista que los invade y las serias limitaciones de percepción que los caracterizan, les impide ver que aquí eso no prosperará. En primer lugar porque el pueblo venezolano, constituido mayoritariamente por sus obreros, sus trabajadores en general, sus estudiantes, profesionales e intelectuales, el ciudadano común, en fin, acostumbrado como ha estado a vivir después de la muerte de Gómez, sin miedo y sin ataduras, sencillamente, no lo permitirá. Y en segundo lugar, porque el malestar y la indignación que hoy padece debido al desastre por el que atraviesa el país, se ha constituido en un muro de contención muy difícil de derribar. El tiempo (breve o largo), que siempre es el gran árbitro en estas cosas, dirá quién puede más.