El Museo de los Niños sigue renovándose para estar a tono con los tiempos, inaugurando exposiciones y ofreciendo las más populares, a pesar de los problemas financieros. Los aportes que daba el Estado fueron disminuyendo y desde que se creó el Fonacit no les llega ni un centavo
Víctor Amaya
Seguimos abiertos. La frase es la que pronuncian con más insistencia quienes trabajan en el Museo de los Niños de Caracas, una institución que está por cumplir 33 años desde su inauguración y cuyo mayor brillo, admiten, fue entre 1988 y 1994. Eran momentos aún de novedad, de un complejo Parque Central todavía esplendoroso y del recién inaugurado edificio anexo de cristal con un trasbordador espacial que se ve desde la avenida Bolívar.
Seguimos abiertos. Redundar en la frase lo consideran necesario, básicamente porque en la actualidad “sobrevivimos con la taquilla” (Bs 150), confirma Darwin Sánchez, jefe de Educación de la institución identificada con Museíto y su arcoiris. También viven de lo que se compre en la Tienda de Museíto, en ese mismo horario corrido de 9 am a 5 pm, de lunes a lunes. «Hay quienes creen que estamos cerrados», pero no.
El Museo de los Niños es una fundación privada sin fines de lucro nacida en 1974 e impulsada por Alicia Pietri de Caldera, que tomó esa forma para “garantizar su continuidad con independencia de los cambios políticos producto de la alternabilidad democrática”, según cuenta la historia oficial de la institución. No obstante, su funcionamiento museográfico está acorde al Manual de Normativas Técnicas que promulgó el Ministerio de la Cultura, de acuerdo con un documento fechado en mayo 2005.
A lo largo de la historia más de 600 empresas han colaborado con recursos para la institución que también recibió aportes del Estado, pero la última década ha sido de altibajos en los ingresos. Aunque durante varios años recibió un aporte estatal directo, que incluso logró obligatoriedad legal, esa asignación de recursos paró en seco con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de la República. Luego se retomó pero con cantidades que solo alcanzaban para el mantenimiento, ni siquiera para pago de personal (unos 50 empleados), y desde hace dos años volvió a desaparecer.
Con la promulgación de la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación en 2005, el museo tuvo un nuevo aire de ingresos por la obligación legal para empresas de contribuir al desarrollo científico. Muchas vieron en él un destino seguro y un uso correcto del dinero.
“Estamos inscritos como centro de desarrollo de ciencia y nos fue muy bien. Teníamos una exposición nueva por mes durante tres o cuatro años. Con esos aportes se renovaron como tres pisos completos. Hicimos o renovamos las exposiciones de El Volcán, ADN, Tecnologías de Información, Diabetes, Nanotecnología, Cuerpo humano y Electricidad”, recuerda el jefe de Educación del lugar.
Ello duró hasta que se modificó la Ley en 2010 y se determinó que todos los aportes privados debían ser consignados ante el estatal Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología (Fonacit), que dispondría su utilización. Desde entonces, no llega un centavo por esa asignación. “Tuvimos fondos para cubrir dos años más de desarrollos asignados, según tiempo de ejecución”, apunta Sánchez. El año pasado se gastó ese último centavo.
Sin embargo, aún se reciben aportes privados para proyectos específicos. “A veces se entusiasman con algún tema”, dice el educador. Así, en 2013 Banesco asignó recursos para la página web del Museo, según informe de responsabilidad social empresarial del banco, de diciembre de ese año; y en el recorrido se ven instalaciones patrocinadas, por ejemplo, por Microsoft.
Hay consecuencias evidentes: los ascensores a veces están apagados, o hay detalles sin funcionar en algunas exhibiciones. En la de energías las aspas eólicas no giran y en las de inmersión (odontología, radio, tv) no siempre hay un amigo guía disponible para activarla a quienes vayan fuera de un grupo escolar. “En la semana puede haber dos personas adentro y aún así todo debe estar encendido. Es una gran inversión»”, dice el jefe de la Unidad de Educación.
Aprovechamiento
Desde su inauguración, el Museo de los Niños ha sacado provecho a los espacios asignados por el gobierno de Luis Herrera Campins en Parque Central. Hace 30 años se decidió pintar el lugar por fuera para mostrarlo como una caja de colores, y el recorrido por los pisos aprovechó las escaleras de la estructura original del complejo arquitectónico. 10 años después, en 1993, se inauguró el edificio anexo, el de la Aventura Espacial con el trasbordador, un paseo lunar para niños y el Planetario. Fue la última gran expansión física.
En 2002 se inauguró la exposición La Emoción de Vivir Sin Drogas, y en 2004 la Caja de Colores para niños preescolares. Todo eso se hizo en espacios que ya el Museo tenía disponibles, pero desde entonces no ha habido sino reutilización de la planta física ya existente, sin ampliaciones.
“Lo que hacemos es una tendencia internacional, que es el aprovechamiento de los espacios. Por ejemplo, antes los niños se entretenían y aprendían con rompecabezas de grandes piezas, ahora es con pantallas táctiles y juegos digitales que ocupan menos espacios. Eso nos ha funcionado porque antes teníamos 10 exhibiciones en un espacio y ahora podemos tener hasta el doble en el mismo espacio”, explica Darwin Sánchez, jefe de Educación del lugar.
Añade el vocero que “aunque no tengamos áreas nuevas, sí tenemos cosas nuevas. Además, contenidos que antes no estaban, como el calentamiento global o el impacto en la capa de ozono, los incorporamos. Esa es la forma como hemos optimizado el recorrido, incluso quitando contenidos que ya estaban obsoletos para renovarlos”.
En total, el Museo de los Niños tiene casi 600 exhibiciones pero algunas suelen estar desactivadas. “La mayoría tiene elementos mecánicos, electrónicos, computarizados, y es una norma de todos los museos que más o menos el 5% puede estar en mantenimiento preventivo precisamente por el uso constante que tienen”, dice Sánchez, quien recuerda que la filosofía de “prohibido no tocar” hace que el desgaste de piezas sea acentuado. “Estos años hemos hecho esfuerzos porque los materiales se construyan acá, que los software sean hechos aquí, así como los videos, con técnicos locales porque tenemos mantenimiento permanente en vista de que abrimos de lunes a lunes. Solo cerramos cuatro días al año”, agrega.
Pasado y presente
Recorrer el Museo de los Niños no es tarea de un día, si se quiere aprovechar cada exposición o atracción. El cálculo oficial es que se requieren, al menos, 24 horas continuas. Es decir, casi tres días.
La visita es anárquica. No tiene un inicio ni un final formales: cada quien la comienza donde quiere y se dirige a los montajes que quiera. Muchos de los 180.000 a 200.000 visitantes anuales se decantan por la carrera espacial, la más atractiva, aunque según registros oficiales la más visitada es el área de biología.
Las instalaciones más emblemáticas del Museo siguen allí: la molécula, el túnel de colores, el piano gigante, el submarino incrustado en una pared, el Viaje al Mundo Maravilloso con todo y su cabina; el trasbordador y la superficie lunar. No pocas se han modernizado. Por ejemplo, ya los niños no “manejan” un viejo Malibú sino una moderna camioneta Trail Blazer. Tampoco miran una pantalla enfrente, sino que la imagen es proyectada en el propio parabrisas del vehículo.
“Aquí están las más recordadas y populares, así como cosas recientes, como la exposición de Agua Potable”, confirma una de las guías, quien muestra cómo en un mural se dan detalles de los dos satélites venezolanos y ya se preparan para cuando sea lanzado el tercero.
Otra área con pocos años es El Rincón de los Cuentos, un espacio dedicado a la fundadora, Alicia Pietri, donde un amigo guía hace de cuentacuentos para los más pequeños, rodeado de animales hechos con materiales reciclados.
“El año pasado inauguramos el Laboratorio de Química por el Día del Niño y también el Estudio de Televisión Digital en Semana Santa 2014”, dice Darwin Sánchez. “Por la naturaleza de la institución siempre tenemos actualización de temas, contenidos y actividades”, agrega. De 2014 también son las Ilusiones Ópticas del área de Percepción, la actualización de la exposición de esqueletos animales y de cráneos humanos.
“Este año tenemos un par de novedades para agosto que aún no queremos anunciar”, expresa el jefe de la Unidad de Educación. Para él, lo más importante es hacer el llamado a que haya más amigos guía. “En vacaciones serán de 60 a 80 guías por turno”, apunta explicando que durante el año escolar la semana sirve para visitas de grupos de colegios y los fines de semana para las familias, que en receso académico se esparcen durante todos los días. “Es el momento en el que viene más gente en todo el año”, aclara Sánchez.
Misma filosofía
Quienes laboran en el Museo de los Niños se sienten seguros. Tienen vigilantes internos en las instalaciones y en los pasillos de Parque Central siempre hay personal de seguridad del complejo, “porque al lado tenemos al Sistema de Orquestas y creo que los cuidan es a ellos, pero igual nos funciona”, dice uno de los empleados. “Otra cosa es en el sótano tres, donde nunca hay nadie”, agrega sin identificarse.
Dentro de Parque Central, la esquina del museo luce cuidada. “Tenemos una calle privada que llega directo a la puerta y donde los grupos escolares desembarcan y embarcan directo. Eso da tranquilidad, porque ahora es un rollo, los papás no siempre quieren dejar salir a sus niños, a donde sea”, dice otro de los guías del lugar.
El Museo de los Niños es presidido por Mireya Caldera Pietri, quien mantiene la filosofía del lugar que impulsó su madre de aprender jugando y prohibido no tocar, pero también la de no hacer publicidad, confiando en el boca a boca, en el interés de colegios y profesores por llevar allí a sus estudiantes y en el de los padres por educar de una manera distinta a sus niños.
Si quieres contactar al autor de esta historia, escribe a victor@larazon.net