Tanto en Grecia como en Venezuela, la corrupción llegó a paso de vencedores a dominar todos los espacios de la vida
Rubén Osorio Canales
Con todo lo que los occidentales le debemos a Grecia en ideas, pensamiento, evolución, formación y sociedad, nunca imaginé que en pleno siglo XXI Grecia pudiera servirnos como un espejo en el cual mirarnos todas las verrugas que nos han desfigurado el rostro y hasta el alma. Sucede que Grecia y los griegos, comenzando por sus políticos, olvidaron las lecciones de sus hombres más preclaros y visiblemente se dedicaron de manera desmedida, a ejercer las malas conductas clásicas de todo los gobiernos irresponsables y hoy tienen que pagar el alto precio de ser centro de un debate que ha puesto en evidencia la trágica historia de un país y su carrera desbocada hacia la ruina, como consecuencia de una despreciable cadena de engaños, algo parecido a lo que le ocurre a Venezuela.
Comencemos por decir que Venezuela como Grecia, siguiendo los dictados de la izquierda radical, es uno de los Estado más intervencionistas que existen hoy en día en el mundo, llena de controles paralizantes, todo ello acompañado de ese discurso rimbombante y estéril que utilizan los radicales para engañar a los descontentos. Que se sepa que, salvo la inmensa poesía de Kavafis , la narrativa de Kazanzakis, el cine de Cacoyanis, y la fuerza interpretativa de Irene Papas, y Melina Mercuri, más ciertos hallazgos culinarios, Grecia no ha desarrollado ninguna industria sustentable más allá de una que otra actividad asociada al turismo, razón por la cual carece de las herramienta necesarias enfrentar los retos del mundo moderno que la requeriría más competitiva y desarrollada. En Venezuela tenemos que bajo los dictados de un gobierno igualmente radical, irresponsablemente populista, todos los días le dan golpes de gracia a la empresa privada empleadora indispensable para salir de la crisis, golpes al aparato productivo a fuerza de controles e intervenciones que violan todos los linderos de la lógica y el sentido común.
Pero las semejanzas no se detienen en estos puntos verdaderamente cruciales, sino que invaden otros territorios muy delicados y comparte records para nada envidiables como son, que Venezuela y Grecia los Estados con mayor burocracia en el mundo, con el mayor gasto público en el mundo y que Venezuela como Grecia es un país cuyas cúpulas gobernantes, aprovechando información privilegiada y tratos preferenciales, han abusado hasta el agotamiento de la burbuja crediticia de los llamados años felices hasta el punto de provocar un endeudamiento irracional que en nuestro caso contrajimos con la excusa de los exorbitantes precios del petróleo. Que en ambos países se han dado fenómenos de perturbación que desembocaron en las crisis que viven los dos y que ni Syriza, que es la coalición de la izquierda radical que ocupa el gobierno en Grecia, ni el Psuv en Venezuela, pueden explicar, y mucho menos reconocer, el estrepitoso fracaso de ambas conducciones, razón por la cual han preferido con muy mala fe, la misma que siempre acompaña a las posiciones radicales, manipular y esconder toda información que ponga en evidencia todas sus grandes y tenebrosas vergüenzas.
En ambos casos tanto en Grecia como en Venezuela, la corrupción llegó a paso de vencedores a dominar todos los espacios de la vida, las mafias se apoderaron de todo sin aportar nada a cambio y con ello impidieron el desarrollo de programas que de manera urgente reclamaban los dos países. Tanto los griegos de Syriza como los mandamás del Psuv, han mentido sistemáticamente sobre el déficit público, ambos se han negado a poner en manos de sus ciudadanías las verdades de sus respectivos fracasos, en unos casos ocultaron cifras y en otros llenaron los cuadernos de datos falsos, que en Venezuela significaron solo a manera de ejemplo, que la ONU le hiciera un reconocimiento por la fulana derrota del analfabetismo, que nunca fue verdad, y más recientemente el de la FAO sobre alimentación que es sin duda una de las grandes mentiras a la vista, del régimen. A eso hay que agregar que en ambos países sus cúpulas gobernantes crearon una gran estructura clientelar a base de “enchufes”, corrupción, subvenciones muchas de ellas en Venezuela con el nombre de Misiones, que con el aumento de la burocracia aumentaron la ineficiencia y el despilfarro de las empresas públicas, los sobornos y la evasión fiscal y por supuesto el perfil de estado maula que no paga sus deudas.
Son estas y muchas otras realidades que nos obligan a mirarnos en el espejo griego con infinito temor.