La oposición tiene que dar respuestas a toda esa audiencia que reclama cambios que parezcan sentencias y no dejen señales de dudas
Rubén Osorio Canales
Mucho se ha escrito sobre la despolarización del país, son muchos los grupos que insisten sobre el tema, todos ellos minoritarios, unos con prestigios, otros con prestigios residuales y otros sin prestigio de ningún tipo, que enarbolan una tesis que, aun teniendo desde cierto punto de vista alguna lógica, hasta estos momentos, no levanta entusiasmo y la razón es muy sencilla, la sociedad toda está sometida a una confrontación, cada vez más viva, las veinticuatro horas del día entre quienes quieren imponer el comunismo en Venezuela y quienes quieren vivir en democracia, entendiendo por ello un estado en el que el destierro de la palabra exclusión sea definitivo, en el que exista una justicia igual para todos, en el que los derecho humanos reciban un trato absolutamente privilegiado, en el que con un lenguaje de convivencia se puedan debatir aun los problemas más espinosos, en el que las elecciones sean libres, equitativas y la palabra ventajismo no aparezca por ningún lado, para que se imponga, sin dudas de ningún tipo. la voz de las mayorías. Condiciones todas estas que en la actualidad nacional no sólo no existen y que fueron sustituidas por acciones aberrantes propias de las conductas totalitarias, como las inhabilitaciones, el hostigamiento general a los activistas de la oposición sumado todo ello a la construcción de escenarios que perturban al país entero como son el desabastecimiento, la inseguridad, el desempleo, muchas de ellas como actos deliberados y otros como el producto de una aberrante incompetencia para gobernar muy usual y reconocible en los sistemas totalitarios y comunistas. Pero hay hechos más menudos, montados con visión de alevosía y propósitos muy innobles montados por los máximos representantes de la cúpula del desgobierno, que van surtiendo sus efectos en la galería circense, como es el uso y abuso de programas dedicados con criminal ensañamiento llenos de calumnias, insultos, difamaciones, contra la dirigencia opositora con la única deliberada intención de desmoralizar a la gente, sin que haya organismo o institución que se atreva a sancionar lo que es, a todas luces, un delito de los más graves que se puedan cometer contra una sociedad. Y es en ese chiquero lleno de amenazas, de coacciones, chantajes, abusos de poder, el terreno en el que se mueve día tras día, a pesar de ciertos escarceos francamente absurdos por extemporáneos de grupos que integran la MUD, la voluntad verdaderamente mayoritaria que con decisión protesta contra la inviabilidad de un régimen, no solo ha logrado sobrevivir sin morir en el intento, sino que ha visto como su verdad ha crecido ahora sí a paso de vencedores.
Estamos a seis meses de unas elecciones que si bien desde ya se anuncian como las más adversas para un gobierno que malgastó el capital político mal habido que le proporcionó el ejercicio de un populismo inmoral, con medidas irresponsables y destructivas que sumieron al pueblo que dicen amar en el desencanto que les proporciona todos los días saberse un desbordado abismo, también se muestran desde ya como las más fraudulentas que la historia electoral de Venezuela hayan visto luz. Y es que esa cúpula es capaz de realizar los más temerarios actos de ventajismo con tal de lograr en primer lugar, retener el poder y en segundo lugar convertir en polvo cósmico a toda opinión disidente. Es válido suponer que si ante un escenario tan adverso como el que tiene, el régimen decide ir a las parlamentarias es porque cree haber logrado completar los mecanismos del fraude continuado que tiene en marcha desde hace dieciséis años Y es ante un panorama tan tétrico y adverso que la oposición tiene que dar respuestas a toda esa audiencia que reclama cambios que parezcan sentencias y no dejen señales de dudas. Es el momento de demostrar que ha logrado la unidad táctica necesaria para el envío satisfactorio de mensajes altamente incluyentes a todos aquellos que quieren vivir de manera digna, hoy representada en el ochenta y cuatro por ciento de la población, capaces de derribar, sin un solo disparo, las mentiras de un régimen tan tenebroso. Sólo así se podrá lograr una victoria parlamentaria que nos devuelva el derecho a soñar con la democracia.