Apestan las irregularidades en torno al podrido entramado creado alrededor del control de cambio
Todo lo que está relacionado a Cadivi y al control de cambio tiene tufo, es fétido, un hedor a corrupción que ya no se puede aguantar. Hace un año el ministro Jorge Giordani habló por primera vez de las empresas de maletín, esas fantasmas que recibían dólares preferenciales que luego engordaban el mercado paralelo, esas empresas que no importaban lo que debían, esas que siguen ocultas tras un manto cómplice. La podredumbre de la estafa contra el país es tan insoportable que miembros del Psuv se han pronunciado al respecto. Recientemente fue el diputado Ricardo Sanguino, quien reconoció que hasta empresas públicas participaron en el paralelo. Casi nada. Antes, el mismo presidente Maduro habló las irregularidades y el vicepresidente Arreaza amenazó con publicar la lista, pero pasan los días y sigue el engaño, el gobierno sigue amparando a empresarios fraudulentos que en perfecta simbiosis con funcionarios corruptos se encargaron de dilapidar los recursos de la nación, una nación que padece una enorme crisis económica que, a pesar de sus vulgares dimensiones, es apenas un punto comparado con la madre de todas las crisis, la crisis ética y moral que el gobierno, más allá de cualquier Habilitante, no quiere atacar, porque sería como propinarse un disparo mortal.