En el mazo de las cartas de Fidel está la colonia venezolana, regalo de su hijo Chávez a su padre y progenitor ideológico
Manuel Malaver
No deja de ser una perfecta ironía de la historia -o más bien una mofa- que la visita que realizara el viernes a La Habana, el Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, a izar después de 54 años la bandera de las barras y estrellas en la isla, coincidiera con el 89 aniversario de Fidel Castro.
Y en plan de invitado especial o principal, pues, aunque llegó con horas de atraso a la fecha de nacimiento del otrora caudillo caribeño (13 de agosto de 1926, creo), no hay dudas que en Cuba, América y el mundo muy pocos se acordaron de que ya era casi un nonagenario, mientras que nadie perdía detalles de lo que ocurriría con la presencia del “hombre de Washington” en La Habana.
En strito sensu, fue como si Fidel figurara solo como otro invitado al evento que muy pocos dudaron en colocar la etiqueta de “histórico”, en tanto Kerry se tomaba las garantías de que no se lo presentaran ni en pintura.
Para bajarlo de la duda, debieron haberle informado que en La Habana también se encontraban los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y el de Bolivia, Evo Morales, dos vástagos de la última camada de dinosaurios legada por la hoy extinta revolución y más interesados en recibir, aunque fuera una llamada telefónica del siempre esquivo míster Kerry, que en retratarse con un sobreviviente cuyo poder real se acercaba al cero absoluto.
Por tanto, sintiéndose el peor de los moribundos y convencido de que solo le queda tiempo para pensar que realmente murió cuando los yanquis regresaron a la isla con el aplauso general de todo el planeta y con la alegría desbordada del pueblo cubano.
Menos de él, recordándole un día antes a Kerry en un artículo o mensaje que público en “Gramma”, que no habría paz, ni amistad, ni reconciliación entre los días países, hasta que los yanquis no cancelaran una indemnización de algo así como 100.000 millones de dólares de los daños causados por el embargo que rige la relaciones económicas USA-Cuba casi desde que se inició la revolución.
¿Y cuáles son esos daños? Pues nada más y nada menos que la destrucción de la nación cubana, ya que puede afirmarse sin una brizna de exageración, que de la que fue una de las economías más pujantes y prósperas de América y el mundo occidental, después de 54 años de revolución, no queda piedra sobre piedra.
Pero no se piense -y ésta es una de las mentiras más monstruosas del castrismo- que por el embargo económico de Estados Unidos, o de otro, u otros países, sino por la asombrosa improductividad del socialismo que, no solo devora las riquezas que por lo general hereda de los viejos regímenes, sino que reduce a cenizas las que ingresan a los países víctimas por concepto de exportación de materias primas, préstamos, créditos y ayudas internacionales.
Hambre, miseria, pestes, deudas, prestación de servicios de mano de obra esclava como la que actualmente se realiza con los médicos que viajan a “países hermanos” como Venezuela y Brasil son los resultados, y al final, cuando ya nada es suficiente para sobrevivir, regreso al regazo de los viejos dioses contra los que se luchó, batalló y promovió tantos sacrificios y sufrimientos inútiles.
“En Venezuela no hay embargo, y se acabó la comida allí también” le decía el saxofonista y queridísimo amigo, Paquito D’ Rivera, al periodista de ABC, Pablo Martínez Pita, en la edición del 7 de febrero del 2014, en un registro tan agudo como el de su alt en la inolvidable versión del “Vals de Lauro”, y que desnuda la tragedia de los socialismos cubano y venezolano.
Pero que, el hoy casi nonagenario caudillo sigue negando como resultado de su fracasada revolución y atribuyendo –para justificar el fracaso e incluso, cobrar por él- a un presunto capitalismo que, si no paga, no solo seguirá en el banquillo acusados de ser la causa eficiente de la pobreza que desde hace 54 años hunde a la también llamada “Perla Negra”, sino de ser el responsable del aborto de una apertura que, hasta hoy, es más un gesto que una realidad.
Una advertencia también para su hermano, Raúl, el cual debe, no solo convertir la cancelación de la deuda en condición esencial para continuar las relaciones, sino también en una amenaza para estos gringos que siguen empeñados en no reconocer que comunismo es comunismo y hablar en la Cuba castrista de democracia y derechos humanos, es como hablar de misa en los infiernos.
Pero ahora, el viejo dictador puede dormir tranquilo, pues le acaba de dar a los republicanos la excusa perfecta para continuar el embargo, y dar marcha atrás con la apertura, mientras Raúl tendrá que decidirse entre, legar la dictadura a sus hijos a través del modelo chino, o arriesgarse a una oleada democrática como la que tiene en jaque al llamado “Socialismo del Siglo XXI”.
No es cualquier aventura, ya que, en el mazo de las cartas de Fidel está la colonia venezolana, regalo de su hijo Chávez a su padre y progenitor ideológico, y, cómo lo están demostrando las imágenes que llegan vía los medios radio eléctricos y la Internet, a estar más con Fidel que con Raúl y en espera de rebelarse si Kerry no le garantiza los “salvoconductos” que parece firmará a Raúl.
Estos se reducen a una sola petición a Obama: le damos todo lo que quieran (materias primas, apoyo en la ONU y otras multilaterales), mientras nos dejen consolidar nuestras dictaduras y morir en nuestras camas de después de medio siglo, como evidentemente ocurrirá con Raúl y Fidel.
Y no se trata, arguirían Maduro y Evo, de un reconocimiento explícito, ni mucho menos condicional, pero si de dar a entender que, así como rueda una posible coexistencia con Cuba, también Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, y los que pueda agregarse, contarán con un “no darse cuenta” de Washington.
Estaban ahí, en La Habana, en las exequias -perdón, cumpleaños de Fidel-, Maduro y Evo Morales, esperando turno al bate, mientras se retrataban con el viejo caudillo, pero, igualmente, para tratar de que Kerry los saludara en un descuido, o, al menos, les concediera una entrevista de cinco minutos, solo cinco minutos.
No es, en sentido alguno -todo hay que decirlo- para hacerle concesiones a Kerry y dar marcha atrás con el modelo neototalitario y castrista que avanzan implementado en sus países, sino para asustar a las oposiciones democráticas de Venezuela y Bolivia, a las cuales dirán de regreso, que ellos no son menos que Fidel y Raúl y podrán continuar sus dictaduras sin “que nadie se meta en sus asuntos internos”.
Ventajas que no podrán esgrimir dos miembros de la pandilla en apuros, el dictadorzuelo ecuatoriano, Rafael Correa, y la populista brasileña, Dilma Rousseff, el primero con el pueblo ecuatoriano en las calles amenazando con derrocarlo si no renuncia a la dictadura vitalicia, y la segunda, al borde de un “empeachment” (destitución), por corrupta, incompetente y castrista.
Acontecimiento que no están lejos de precipitarse en Nicaragua, y quien sabe si por efecto dominó, en Bolivia y Venezuela que, a su manera, también sienten que el fin de ciclo también podría alcanzarlos.
En otras palabras que, otra razón para sentirse triste el viejo dictador, quien, este viernes 14 de agosto, en sus 89 años sintió cruzar por su mente la certeza de que su muerte “biológica” sería también su muerte “histórica” .
Noche del viernes de fiestas, guateques, gritos y caravanas en La Habana y en un palacete “Punto Cero”, de las calles de las calles 10 y 12 de El Vedado, un anciano se retira a dormir mientras, por primera vez en su vida, siente que una lágrima, una larguísima lágrima, le nubla los ojos.