El tan pregonado “socialismo bolivariano” no es más que una grotesca manipulación ideológica, que apuntala al proyecto hegemónico
José Rafael López Padrino
La nomenklatura bolivariana no se cansa de presentarse como un proyecto de izquierda y socialista. Apelan al viejo procedimiento goebbeliano de que la repetición de una mentira, termina por convertirse en verdad. Su definición principista no pasa de ser una vulgar estrategia publicitaria en la búsqueda de un sombrilla política para cobijar ideológicamente sus atrocidades.
El falaz socialismo bolivariano podría resumirse como un imaginario estatista-burocrático proclive al establecimiento de un Estado milico-policiaco. Cuyas bases principistas han descansado en la figura endiosada del ya fallecido teniente coronel, el “profeta predestinado por la providencia” que murió por los pobres. Representa políticamente un amasijo variopinto de expresiones ideológicas contradictorias y efectistas que atizan pasiones mayoritariamente en los sectores sociales más atrasados políticamente (lumpen proletario), quienes habitualmente acumulan profundos resentimientos sociales y actitudes vengativas. Económicamente impulsa un capitalismo de Estado militarizado y explotador que ha permitido el surgimiento de una suerte de “burguesía paraestatal”, quienes ejercen el verdadero control del Estado y disfrutan de las mieles de la renta petrolera. Su modelo se reduce a un anquilosado capitalismo de Estado, tutelado por la bota militar que impulsa políticas sociales asistencialista, edulcoradas con una falsa retórica socialista. Asistencialismo estatal que implica una obediencia incondicional de los beneficiados a la agenda política del proyecto dominante. Más que socialistas son veneradores supersticiosos del Estado, del despotismo burocrático y de las miserias del fascismo, las cuales malvadamente publicitan como si fuesen ideas y valores del “nuevo socialismo del siglo XXI”.
Estos farsantes ideológicos presumen que están construyendo socialismo porque la economía venezolana ha sido forzosamente estatizada. Se olvidan o ignoran, que el socialismo no es propiedad estatal, así como tampoco es socialismo, suponer que por decreto se crea un “Estado Socialista” como lo afirmó el ya fallecido dicharachero de Sabaneta y lo repite incansablemente el iletrado enciclopédico de Maduro. Pensar que una “propiedad estatizada” crea un modo de producción cualitativamente diferente al capitalismo, es decir un modelo socialista es una vulgar falsificación de las ideas de Marx. Se trata de comprender la elemental observación de Engels de que las nacionalizaciones y estatizaciones, no pueden confundirse con las “socializaciones” ni con la “propiedad social”. Históricamente se ha demostrado de que no se construyen espacios de economía socialista desde la propiedad estatal o desde la planificación centralizada y burocrática. El mejor ejemplo de ello han sido los regímenes estatistas y represivos del siglo XX y XXI. Construir una economía socialista no es establecer “colectivismo estatista”, basada en una “planificación burocrática”. Para Marx, el socialismo era una “etapa” específica en el desarrollo de una sociedad sin explotadores y sin explotados y que pasaba obligatoriamente por la socialización del poder y de los medios de producción. Los acróbatas ideológicos del siglo XXI no cesan en criticar al Estado de la IV República, pero la realidad es que no solo han reproducido ese mismo Estado, sino algo peor, han profundizado y magnificado sus aberraciones.
Los devotos de este engañoso socialismo han renunciado al ejercicio crítico de la razón por considerarla inoportuna, se han transformado en verdaderos cómplices de los desmanes de la logia milico-civil en estos 16 años de “desgobierno”. Su pedagogía siniestra incita al delito y a la traición. Su pensamiento es borroso, acomodaticio, alejado de cualquier principio ético o ideológico. Defienden hoy con sin igual vehemencia lo que condenaron en el pasado: la represión, la violación de los derechos humanos, la corrupción, la intervención del Estado en los asuntos sindicales, el militarismo, la criminalización de la pobreza, etc.
El mal llamado socialismo bolivariano representa la gran estafa ideológica del siglo XXI, que apela al socialismo como muchos otros proyectos totalitarios del pasado para justificar su hegemonía autoritaria, la represión, la exaltación del partido-único, la planificación burocrática, la propiedad estatizada, la sumisión ideológica. Marx nunca fue un apologeta del estatismo autoritario.
El tan pregonado “socialismo bolivariano” no es más que una grotesca manipulación ideológica, que apuntala al proyecto hegemónico. En la realidad, es un proyecto autoritario, traficante de esperanzas e ilusiones que degradan a la utopía socialista. Promueve un capitalismo de Estado, que privilegia al capital financiero internacional, y pisotea las conquistas socio-económicas de los trabajadores.
El socialismo bolivariano representa estadolatria, sangre, falacia, y muerte.