Barcelona no existe. Ni antes con Trias y su derecha tribal, ni ahora con Colau y su izquierda masónico-burguesa
Tamer Sarkis Fernández (Barcelona, España)
Barcelona ha terminado por des-realizarse paso a paso desde aquellos marinos militares estadounidenses portadores de la «ayuda» del recaudador, quienes anclaban en el puerto condal y tardaban minutos en husmear por La Rambla a mujeres producto de la miseria de la guerra. En la realidad supremacista de radical segregación entre Amos y Esclavos, el comportamiento debe desenvolverse perfectamente homologado de acuerdo al patrón de naturaleza “superior”: todo pacífico, todo en paz. Los turistas viven Barcelona en paz y sin violencia se mean por doquier. Hay que ser, por lo mismo, derrotado en paz, paz para protestar, paz para ser asesinado por la impune Guardia de la Generalitat catalana. Uno ha de ser desalojado en paz y deportado a los barrios-gueto donde, bajo vigilancia, poder refugiarse de la misma Barcelona a cuyos cosmopolitas comensales uno tiene que servir la mesa en paz y bendecir.
Bajo la luz del rico alumbrado céntrico barcelonino, Qatar abre uno, dos, cinco hoteles deslumbrantes. Mientras, Siria arde a la lumbre y resplandor de sus atentados y de sus jóvenes zombies “rebeldes” (“Coca-Cola te comprende”, ironiza la canción). Zombies aquí y allá. Aquí vienen y van en mismidad. Estrujando una Tierra Prometida que les fue dada de arriba: de mano de la división territorial imperialista de los sectores de Valor. Estos insanos residuos del circuito-mundo aparecen en la publicidad (cívica, artístico-cultural, deportiva, mercantil o electoral europea) como el Ego normativo e ideal “en sociedad”. Pues son funcionalidad dúctil.
Amorfidad pura de estética y de sentido; superficie corporal donde todo cabe y todo puede ser impreso. Vidas de relatividad prestas a indumentarias-collage infinitamente reconducibles; sugestionables con fluidez a un Eterno Retorno del vintage. En política, en las formas de socialidad, en la música, en ropa y calzado, en otra Gran Guerra más cuando madure de nuevo la moda. Totalitarios militantes de la Nada, los colonos de Barcelona-Qatarona enarbolan orgullosamente, por sentido, justo la extrema ausencia y erradicación de cualquier Sentido. Esa es su palabra lanzada al Mundo: intraversión total de los momentos y de las existencias, reducidas a “pasar la vida”, a aprovechar predatoriamente lo dado, “a vivir el momento”, a utilidad práctica en pro de “lo que importa”, a idealizar en términos de “karma, Fortuna, Destino, Desarrollo, Modernidad”, la brutal jerarquía imperialista entre poblaciones. Son el ejército que conquista el ideal bernsteiniano de la dilapidación de todo Horizonte humano: “Los fines, los objetivos, no son nada. El movimiento es todo” (Bernstein).
Movimiento a la Nada, es este pasar de las reses depredadoras privilegiadas que componen la “raza de los Señores”, y que ante las narices de los pueblos y naciones oprimidas enarbolan su bandera de la sin-bandera. El llamamiento dance a la fusión, convergencia, identificación y mismidad de los esclavos con sus comensales predatorios. Todo sin banderas y sin violencia, claro está: ¿para qué la violencia en los territorios propiedad de los vencedores?. “¿Para qué la violencia?”: el orden de los Señores no puede comprender la violencia de parte de “los autóctonos” originarios de la tierra de Providencia, igual que con naturalidad decía la burguesía gala que era mejor ser pobre en París que adinerado en cualquier otro lugar. La violencia queda para Siria, en cuyo caso TV3 idealiza y celebra a cada telediario. En mitad de los combates que sucedieron el derribo de la casa, un camión de la televisión “catalana” fue incendiado. El universo cabe en un grano de arena. Si la perspectiva es la correcta, en el acto más “pequeño”, modesto y concreto reside entera la lucha de nuestra especie humana contra el Supremacismo sionista.
Barcelona no existe. Ni antes con Trias y su derecha tribal, ni ahora con Colau y su izquierda masónico-burguesa. Hoy, es cuestión primordial para la alcaldía permitir a la banca seguir desahuciando para exportar la vivienda incautada a los mercados europeos. Así pues, se hace pagar el pato a los modestos barceloninos que alquilan apartamentos a turistas, y a quienes se pone a pagar multas que no pueden pagar, o bien se les da la alternativa de «redirigir su actividad hacia el alquiler social de alojamiento a desahuciados». Estos pequeños caseros habían sido previamente estigmatizados por prensa a título de insolidarios oportunistas que hacían caja hospedando incívicos, contra la salud pública de los barrios y su tranquilidad cotidiana. ¡Como si el consistorio municipal y la macro-estructura económica de la que el ayuntamiento es aplicación extensiva, hubieran dejado más alternativa de ingreso a los autóctonos, sobre todo si son viejitos!. Con el reciclaje hacia «lo social» los hoteles, a quienes la alcaldesa libra de «competencia desleal», quedan contentos. También la banca. Y hasta la ciudadanía, que contempla cómo la nueva izquierda empoderada concede judeocristiana oportunidad de expiación al pequeño propietario de barriada.
Barcelona es el espejo donde “el último hombre” colono pasea arriba y abajo contemplando su propia vacuidad y consumiéndola en los escaparates. Los turistas del Sinsentido no se ven más que a sí mismos, a su propio deseo auto-referencial y al grotesco mundo que ellos generan a su imagen y semejanza. Pero creen estar viendo y visitando una ciudad, que no es. Y creen estar tratando a sus gentes, organizado estereotipo humano en auto-parodia por ese plato de comida cuya necesidad ha venido disolviendo nuestro sentido del ridículo, y cuyos ingredientes están ya en manos de MONSANTO y sus patentes europeas.
“Nada es imposible; todo está permitido”. El slogan sesentayochista cantado por Georges Moustaki es perfectamente transfigurado en Barcelona, donde hace tiempo los Dueños del bloque “occidental” arrojaron una bomba H que deja la multiplicidad intacta, mientras ésta pertenezca al orden de la mismidad de funcional intrascendencia: skate, bici, rollers, música y charanga, chanclas o arena, cerveza en las terrazas o en los terrados, museos o discotecas, arte callejero o sublimes adquisiciones de galería para concentrar la creatividad humana a modo de Capital en unas cuantas calles de un micro-mundo elitista londinense, berlinés, parisino o bostoniano, tan rico que acumula y privatiza ya la historia y sus objetos, tal y como sus garimpeiros a jornal y sus Marines han saqueado ya Sumeria, Bosra o Palmira. Para las ansias y pulsiones humanas del esclavo el ayuntamiento deja dispuestos los centros cívicos, los casales, los splais de voluntarios sin fronteras, el tejido pseudo-nacionalista de clientela para-estatal, los desfiles de masas y las urnas para decidir si se quiere ser todavía más esclavo deudor, comercial, político y policiaco del sionismo.
Unificar el perfil humanoide en laboratorios como Barcelona, es empresa que requiere de una realidad única. Más allá de los nihilistas “apaños a este Mundo-pecado de calamidad” solamente puede haber palo, balas de FOAM, grúa y criminalización. Más allá de la mantelería hostelera más o menos identitaria bordando una Catalunya reformulada hasta la estafa discursiva, se palpa cómo los Emires, el petroburgués, la bestia rubia burocrática nórdica, el financiero de NY y el club hermético de VIPs y de Electi, han dejado claro a sus cipayos y a sus matones, que en su nueva Meca mediterránea no hay espacio político ni edificio social comunicativo que valga.