Todavía queda dolor antes de ver el renacimiento de la democracia. Esta historia continuará
Rubén Osorio Canales
Es preferible decir que el parto termina cuando la criatura lo diga, aún cuando sea llorando, que andar por allí pensando que ya nació. Ya una vez logramos parir esa criatura llamada democracia echando a un tirano y cuando nos disponíamos a hacerla crecer sana y robusta de mente y cuerpo, un autócrata caribeño que se declaró comunista, un año después de su conquista, agitó sus banderas para que en la América Latina no fuese así y muy especialmente en Venezuela.
Entonces partiendo de ese hecho absolutamente irrebatible, es necesario recordar que cuando decidimos convertirnos en ejemplo para nuestro propio continente con una democracia activa, construyendo el más colosal de los ascensos sociales que nuestra historia pueda recordar, muchos de los que hoy son parte de la represión que nos asfixia, activaron la violencia contra la democracia sin ningún remordimiento y no dudaron nunca en poner en práctica la matanza de policías, los secuestros, los actos terroristas y la violencia de los niples, siempre apoyados por Fidel, padre de los mayores males que sacuden todavía a nuestro continente. Y también es bueno que sepan que en aquellos tiempos, afortunadamente, teníamos unas FFAA conscientes y apegadas a nuestra Constitución, que supieron ser garantes de nuestra soberanía.
Hoy la situación es otra, los institucionalistas en nuestras FFAA se dejaron echar de sus puestos de combate y nadie recuerda sus nombres, los partidos políticos se dejaron vapulear por un autócrata que, para dominar el patio, tuvo consigo un discurso fantasioso lleno de mentiras, las mismas que secularmente el hombre quiere escuchar, un precio del petróleo que le sirvió para alimentar quimeras y chulos también, un populismo llevado a sus más perniciosas dimensiones con sus fatales consecuencias y un asesor experto en convertir el poder otorgado por un pueblo, en una tiranía.
«Las encuestas dicen lo que se siente en la calle, pero eso no es suficiente para salir de la pesadilla que significa la irracionalidad y el miedo a perder el poder»
De mentes y regímenes con vocación totalitaria podemos esperar cualquier cosa, nuestra historia más cercana, esa que se mueve en los territorios de la América Latina, loa bañada por el Mar Caribe, la transcurrida en nuestra cordillera andina y las de nuestra propia casa, está llena de ejemplos que incluyen persecución y acoso, represión extrema, juicios sumariales sin derecho a la defensa, fusilamientos y matanzas en nombre de una entelequia llamada “revolución”. Toda una escuela de perversidad represora que las sucesivas generaciones aferradas a esa aberración histórica tratan de perfeccionar.
La sola presencia de esas tribus armadas de violencia, esas que cada vez que el régimen lo requiere sale a exhibir su poder, entorpece el trabajo de parto porque el resentimiento que los domina y el miedo a perder el poder, actuarán para que la democracia, si es que la dejan salir, nazca en turbulencia y su crecimiento se dificulte.
Por ahora la tesis que el régimen forajido ha vendido sin pudor alguno es que si gana la oposición, el mar de sangre será incontenible y por lo tanto es mejor dejar las cosas como están y me temo que con cierto éxito, si vemos la posición expresada por Raúl Castro en la ONU en relación a Venezuela, la mucho más que tibia compostura, por decir algo, del Papa Francisco en su paso por nuestra América, los silencios de Obama entretenido en el juego de los Castro, la manera que tienen algunos mandatarios activos en nuestro Continente de mirar para otro lado cuando más de treinta ex mandatarios de Ibero América, levantan sus voces de alarma sobre la tragedia que se cierne sobre el pueblo venezolano.
Las encuestas dicen lo que se siente en la calle, pero eso no es suficiente para salir de la pesadilla que significa la irracionalidad y el miedo a perder el poder en grupos que además de no creen en la democracia, temen a ser juzgados por delitos que van desde la corrupción hasta traición a la patria.
Frente a nosotros tenemos la posibilidad de obtener una gran victoria, pero para ello es necesario seguir pujando, no bajar la guardia, expresar con optimismo los llamados de nuestra conciencia democrática y salir a votar en masa y defender el voto, teniendo siempre presente que este anhelo de cambio que viene de la calle, activó el mayor suplicio que puede sentir un tirano que no es otro que sentir miedo y en ese estado es capaz de la mayor locura.
Todavía queda dolor antes de ver el renacimiento de la democracia. Esta historia continuará.