Solo en un país con semejante régimen, un presidente se permite decir, que “estas elecciones las ganaremos como sea”
Rubén Osorio Canales
Se activó el libreto pre electoral del régimen. El psiquiatra de la “revolución” acusa de insania mental a la oposición; el presidente de la AN denuncia un supuesto plan subversivo de la oposición “para desconocer los resultados”; Maduro, como paso previo a una expropiación de la Polar desde hace tiempo anunciada, acusa a Mendoza de conspirar con el FMI y; de paso anuncia a todo gañote, después de una reunión con los hermanos Castro, que estas elecciones las ganará “como sea”, añadiendo como estribillo “y saben a qué me refiero” y frasecitas como “se trata de la patria”, “no podemos permitir que la derecha” y gestos que hacen menos digeribles la expresión.
Si bien es verdad que la conciencia ciudadana ha ido creciendo a fuerza de golpes, hay otras realidades que atentan contra la paz ciudadana y la democracia en un país dominado por un régimen militar y comunista que trata de imponer la estrategia del caos, el fraude continuado, la activación de la irracional violencia, las limitaciones a la oposición organizada, el bombardeo cotidiano de la propaganda que produce esa combinación letal formada por el populismo mentiroso y el mazo de la amenaza, la complicidad delictiva de los poderes públicos, a las cuales se añade la conducta de lo que hoy conocemos como FA, que nada tiene que ver en visión y dignidad, con aquellas FAN que defendieron nuestra soberanía y vencieron los ultrajes intentados por la revuelta de los Castro desde Cuba para perjuicio de toda la región.
«¿Será suficiente el descontento popular para desterrar los abusos del régimen?»
No podemos olvidar que Venezuela cayó en las manos de un militar autócrata y populista, un adicto incurable al culto de su personalidad que una vez ganadas las elecciones imitando a Fidel, se declaró comunista, que con un discurso manipulador, resentido y delirante, dirigido a los más necesitados, a los humildes de buena fe, a los desinformados, a los más incautos, y por qué no decirlo, aprovechado por los parásitos y oportunistas que siempre han abundado en estas regiones, logró, copiando el modelo fracasado de los hermanos Castro, instaurar un régimen que se ha distinguido por su irracionalidad al servicio de las malas decisiones, el nombramiento mayoritario para los altos cargos de militares y civiles sin idoneidad para ocuparlos, la calumnia, la sevicia y ensañamiento contra toda disidencia, todo lo cual ha servido como caldo de cultivo para la inseguridad, la corrupción, la justicia sesgada, la intolerancia, la arbitrariedad, creadoras, todas ellas juntas, de este desastre con visos de tragedia que estamos viviendo.
Por supuesto que, solo en un país con semejante régimen, un presidente se permite decir, que “estas elecciones las ganaremos como sea”, ratificando con ello que para el régimen las elecciones son una suerte de farsa para el disimulo en tiempos en los que, solo en apariencia, existe vigilancia y repudio contra las dictaduras.
«¿Qué hará la unidad democrática organizada para enfrentar y derrotar tan aberrantes como trágicos anuncios?»
En estas condiciones nos acercamos a una encrucijada que nos obligará a decidir, si ayudamos a completar el parto de la democracia, con la convicción de que la protegeremos de cualquier atentado contra su vida como pueden ser un fraude descomunal, una alteración grosera de los votos, el desconocimiento de los resultados, o por el contrario permitimos que se haga realidad el “como sea” de Maduro, sintetizado en un discursos como el del Ministro de la Defensa según el cual, “el único proyecto viable y posible que asegura la independencia y la patria es el proyecto bolivariano de Hugo Chávez, a cuyo frente está nuestro comandante en jefe Nicolás Maduro” o aquel pronunciamiento de Rangel Silva, según el cual, “un hipotético Gobierno de la oposición sería vender el país, eso no lo va a aceptar la FAN”, tesis que Maduro, el cogollo militar que apuntala el régimen y los hermanos Castro, presuntos afectados y dolientes directos de un cambio, podrían promover sin reservas, ante la mirada indiferente de factores que deberían prestarle la más debida atención.
Es obvio que el régimen actúa contra la historia y que poco le importa internarse en la violencia y hasta llegar a la locura de una guerra civil para retener el poder, por eso es absolutamente pertinente preguntarnos, ante un escenario como este, ¿será suficiente el descontento popular para desterrar los abusos del régimen? ¿Bastará para derrotarlo el profundo y visceral rechazo de un pueblo burlado por promesas nunca cumplidas? ¿Qué hará la unidad democrática organizada para enfrentar y derrotar tan aberrantes como trágicos anuncios? Y muchas preguntas más que requieren respuestas donde las palabras, de verdad, signifiquen lo que ellas nombran.