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El resultado electoral del 6 de diciembre

Una de las consecuencias más importantes es que deja planteada una crisis de legitimidad del poder madurista que lo acompañará inevitablemente hasta su caída final



Oscar Battaglini

Tal y como se esperaba el chavismo en todas sus expresiones (oficial y no oficial) acaba de perder la supremacía parlamentaria por una abrumadora diferencia. Más de las 3/4 partes de la representación parlamentaria de la nación quedó en poder de la oposición, lo que le confiere a esta una gran prerrogativa en todo lo concerniente a la toma de decisiones no sólo en materia legislativa, sino también en lo relacionado con muchos otros asuntos de interés nacional que involucre la necesaria reorientación de las políticas que han llevado al país al estado de postración en el que actualmente se encuentra.

En esta oportunidad al chavismo oficial no le funcionó la serie de mecanismos, modificaciones y manipulaciones introducidas por el CNE en el sistema electoral para favorecer sus intenciones políticas, en otras palabras, de nada le valieron los cambios hechos a los circuitos electorales con propósitos fraudulentos, las férreas limitaciones impuestas a la libertad de expresión, el monopolio de los medios de comunicación, la imposición de los estados de excepción, en las zonas fronterizas, la inhabilitación de candidaturas, el encarcelamiento y los juicios a dirigentes políticos de oposición, el ventajismo del aparato gubernamental, las constantes cadenas de radio y TV dirigidas a manipular y uniformar políticamente a los sectores más deprimidos socialmente, etcétera.

Pensó el oficialismo chavista que como en oportunidades anteriores, la conjugación de todos estos elementos, terminarían dándole de nuevo la victoria; lo que evidencia a las claras que no tuvo para nada en cuenta, ni la gravedad de la situación económica y social, ni el gran descontento que esa situación ha generado en el seno de la inmensa mayoría de los venezolanos, ni la firme determinación de estos, de esperar pacientemente el día de las elecciones, para salir masivamente a votar en su contra.

La ceguera y la prepotencia mostrada por el chavismo oficial a este respecto fue tan grande que no llegaron a darse cuenta de que el descontento por la situación a la que han llevado al país, había irrumpido en una gran fuerza, tanto en sus propias filas, como en los espacios sociales en los cuales ellos venían desde hace mucho tiempo, ejerciendo una gran influencia y control político. Eso es lo que explica, para poner un ejemplo concreto, los resultados registrados en el 23 de Enero y en Catia, bastiones donde el chavismo oficial fue derrotado de manera aplastante.

Una de las cosas que mejor caracteriza lo ocurrido en este proceso eleccionario, es que la oposición política que llevó al pueblo venezolano a votar masivamente en contra de este gobierno, no fue una cuestión que le fuera impuesta ideológicamente en el desarrollo de la campaña electoral. Nada de eso. Aquí como sabemos, este proceso eleccionario se llevó a cabo sin que se realizara una verdadera campaña electoral con las características que revisten este tipo de eventos. Esto quiere decir, de una manera clara y terminante, que se trata de una decisión tomada libérrimamente, teniendo como referente básico la grave situación social, económica y política existente en el país; lo cual pone de manifiesto, no sólo la enorme calidad política de esa decisión, sino la firme determinación de ponerle término a una gestión gubernamental que tanto daño le ha hecho a toda la sociedad venezolana.

Una de las consecuencias más importantes de esta determinación popular, es que deja planteada una crisis de legitimidad del poder madurista que lo acompañará inevitablemente hasta su caída final. En tal sentido puede afirmarse que habiendo ingresado en una fase del proceso político venezolano, que no admite ningún tipo de transacción entre el Estado y la sociedad civil que va más allá de la confrontación planteada entre el Poder Ejecutivo y la nueva Asamblea Nacional que asume funciones el 5 de enero del próximo año. Por lo tanto se está ante una contradicción que sólo podrá ser resuelta o superada mediante la completa y definitiva separación del chavismo oficial del lugar que hoy ocupa en el seno del Estado y en la estructura del poder gubernamental. Ese es el mensaje –es necesario insistir- que está contenido en el contundente y aplastante resultado de la reciente consulta eleccionaria.

Lo que sigue es cuestión de tiempo; sobre el chavismo oficial gravita inevitablemente -como una espada de Damocles- una sentencia popular de la que no podrá librarse, y que se irá cumpliendo inexorablemente en el curso de cada uno de los eventos electorales por venir. Esto lo sabe perfectamente la burocracia chavista, pero sigue comportándose como si el resultado de las elecciones parlamentarias fuera otro, y como si nada hubiese cambiado en la correlación de fuerzas políticas. Se trata de una actitud mezcla de despecho y zafiedad que tradicionalmente los ha caracterizado en el ejercicio del poder, y que ahora se ve exacerbada debido a la aplastante y descomunal derrota encajada el pasado 6D.

Lo previsible -teniendo en cuenta las nuevas amenazas proferidas por Maduro-, es que el chavismo oficial, en su fase terminal, tome el camino (como todo indica) de intentar sabotear las actuaciones de la nueva Asamblea Nacional. Esto, sin duda, llevaría el conflicto político en desarrollo a un nivel de mayor agudización que agravaría y profundizaría aún más la crisis gubernamental y que pudiera desencadenar acontecimientos indeseables que perturben el normal desenvolvimiento de la vida democrática del país. Persistir en una posición como la anunciada tanto por Maduro como por Cabello, en sus más recientes alocuciones, indica a las claras que estos caballeros no han entendido a cabalidad el mensaje que claramente la inmensa mayoría del pueblo venezolano expresó mediante el sufragio el pasado 6D. El pueblo votó no sólo contra el mal gobierno, sino que fundamentalmente para comenzar a poner en práctica las políticas y las medidas urgentes que permitan revertir el insoportable desastre impuesto por el chavismo.

Oponerse a ello, o lo que es peor, tratar de sabotear cualquier medida que se tome para superar esa situación, se convertirá automáticamente en un coadyuvante de la determinación existente en el ánimo y la voluntad del pueblo venezolano de poner -de una vez por todas- término definitivo al perverso régimen chavista.