El economista Natan Lederman cree necesario aumentar la competencia para producir rubros no relacionados a materias primas
Enrique Meléndez
Natan Lederman dice que la economía venezolana presenta dos características: la primera es su elevada volatilidad, y la otra es su bajo crecimiento como consecuencia del manejo inadecuado de las políticas monetarias, cambiarias, financieras y fiscales.
El profesor de la Universidad Metropolitana cree que la ineficiencia de la gestión está ligado al “deterioro creciente” de las instituciones venezolanas.
Algunos economistas sostienen que con sólo tomar unas cuantas medidas de orden disciplinario, rápido se pueden corregir los desequilibrios macroeconómicos, tomando en cuenta que estamos frente a una política económica que pareciera desquiciada. ¿Qué piensa usted?
Venezuela exhibe una elevada volatilidad de su economía, que se traduce en permanentes fluctuaciones en el crecimiento económico de un año al otro.
Algunas de las manifestaciones de esta inestabilidad son las tasas de inflación elevadas, las fluctuaciones bruscas en la tasa de cambio, las crisis de deuda, las crisis bancarias que hemos tenido en el pasado, entre otras expresiones. Este comportamiento resulta dañino, tanto para la economía como para la calidad de vida de los venezolanos.
Este fenómeno se encuentra estrechamente vinculado con la alta concentración y dependencia de nuestra renta de la actividad petrolera y del comportamiento volátil de los precios del petróleo. Pero fundamentalmente con el manejo inadecuado de las políticas monetarias, cambiarias, financieras y fiscales, que han sido particularmente deficientes en estos últimos 16 años.
La gestión ineficiente a su vez ha sido consecuencia de un deterioro creciente de nuestras instituciones, que se han convertido en presas fáciles de la corrupción y del clientelismo político.
¿Cuáles serían los desafíos planteados para dejar de ser una economía volátil?
En cuanto a los desafíos a corto plazo diría que la política fiscal, cambiaria y monetaria son las piezas centrales de cualquier programa de estabilización que se intente aplicar en los próximos meses, pues la otra característica que presenta la economía venezolana es su bajo crecimiento.
“Hay que romper definitivamente la dependencia de la actividad petrolera y diversificar el aparato productivo”
En promedio el ingreso per cápita en los últimos 16 años creció a una tasa interanual de 2%. A ese ritmo necesitaríamos más de un siglo para poder converger a nivel del ingreso de cualquier país desarrollado. El crecimiento económico depende de la inversión del capital físico y humano y de la productividad.
La falta de crecimiento, en consecuencia, ha sido el resultado de un conjunto de obstáculos que han limitado la inversión privada, sobre todo en lo que concierne a las fallas de gobierno; los riesgos macroeconómicos, como la devaluación, la inflación, el manejo inadecuado de las políticas fiscal y monetaria; y los riesgos de tipo microeconómico, como la ausencia de derechos de propiedad y la falta de garantía de los contratos, corrupción, etcétera.
El otro elemento es la productividad de la economía, la cual ha caído en los últimos 16 años de una manera drástica. El petróleo se ha hecho insuficiente para sostener el crecimiento de la economía venezolana, y la productividad del sector de los servicios, que representa alrededor del 65% del PIB, es muy baja.
¿Cuáles serían las propuestas que, a su juicio, pudieran despejar esta situación?
Hay que romper definitivamente la dependencia de la actividad petrolera y diversificar el aparato productivo, aumentando nuestras habilidades y competencias para producir muchas más cosas, no necesariamente relacionadas con el petróleo y las materias primas en general. Debemos mejorar nuestra inserción en el comercio mundial y regional, elevar significativamente la productividad en el sector servicios.
¿Eso implicaría ir a una unificación cambiaria y un aumento de los precios de la gasolina, que serían las primeras medidas que habría que tomar?
Sobre los precios de la gasolina, necesariamente hay que hacer una revisión. Este ajuste habría que estudiarlo, porque la eliminación del subsidio y su reemplazo por un impuesto óptimo tiene un conjunto de implicaciones, que van desde lo fiscal hasta lo ambiental. Me refiero a la típica externalidad Pigouviana y de Ramsey, que toma en cuenta los efectos de la congestión vehicular, pero en un contexto como el nuestro, con un transporte colectivo deficiente, se requiere de un análisis más reposado.
Por otra parte, no podemos pensar en un ajuste cambiario como una medida aislada. Se trata de una serie de medidas de naturaleza macroeconómica que deben ser necesariamente consistentes, por aquello que los economistas denominan “la trinidad imposible”, en un contexto que limita el margen de maniobra.
Es muy difícil eliminar radicalmente la volatilidad cambiaria. Tomemos como ejemplo cuatro países que tienen libre convertibilidad cambiaria: Brasil, Chile, Colombia, México. Los cuatro confrontan en este momento un problema que los economistas conocemos como “over shooting”, es decir, de alta volatilidad cambiaria. A pesar de ser países que tienen todas las condiciones teóricas para estabilizar el tipo de cambio: libre movilidad de capitales, pueden hacer política monetaria y hay libre convertibilidad del tipo de cambio, sin embargo, se observa una gran volatilidad en el tipo de cambio, una gran inestabilidad del tipo de cambio con su consecuente efecto inflacionario, el llamado “pass through” que ha obligado a los bancos centrales de estos países a hacer correcciones permanentes de sus metas de inflación y modificar las tasas de interés.
“Es muy difícil eliminar radicalmente la volatilidad cambiaria”
Esto tiene que ver con el comportamiento de los productos de exportación de estas economías como resultado de la ralentización de la economía mundial y de los cambios en los mercados financieros, pues los ajustes que se han producido, como resultado de la normalización monetaria en EEUU con el aumento de la tasa de interés, está impactando los movimientos de capitales.
De modo que afirmar que por una simple medida, que fijando un precio único para el tipo de cambio se va a anclar allí, es absolutamente inadecuado. A estos países, que usan la tasa de interés como ancla nominal para tratar de estabilizar las expectativas de los agentes económicos, tampoco le está funcionando últimamente.
Han tenido que colocar la tasa de interés muy por arriba, para tratar de neutralizar el impacto del fenómeno inflacionario de la volatilidad cambiaria sobre esas economías, y no han tenido éxito. La inflación se ha disparado en Brasil y ha sido difícil de contener en los otros países, que se han regido por esta política monetaria.
Por otra parte, un ajuste cambiario exige una acumulación de reservas, que resulta inimaginable con el nivel de las de Venezuela actualmente. Un ajuste en estas condiciones es inimaginable.
¿Eso exigiría una asistencia financiera por el orden de los 60 mil millones de dólares?
Inevitable. Esa cifra que se coló en la conversación telefónica entre Ricardo Hausmann y Lorenzo Mendoza no tiene carácter especulativo. Refleja un poco las necesidades de financiamiento de la economía venezolana, no sólo para cumplir con las obligaciones de deuda que contrajo la República, incluyendo Pdvsa, sino para honrar la deuda comercial, que es una condición necesaria para mejorar el funcionamiento de la economía venezolana.
Inclusive, si nosotros estamos pensando en estabilizar las expectativas cambiarias, el Banco Central de Venezuela necesariamente tiene que acumular un nivel de reservas adecuado para poder responder por esas expectativas, porque de otra manera va a inducir a una mayor devaluación del tipo de cambio, y a una pérdida tremenda de reservas, que lo va a obligar a tener que echar para atrás todas las medidas y reformas.
Los voceros oficiales se jactan de que uno de los logros de la revolución chavista ha sido la reducción los niveles de pobreza extrema. ¿Qué opina al respecto?
Al hablar de capital humano, nos referimos esencialmente a los conocimientos que podemos transformar en prácticas productivas. Ese conocimiento productivo se traduce en crecimiento, que es el que hace posible elevar el nivel y la calidad de vida de las personas. Desde el punto de vista social, no obstante, se afirma que el bajo crecimiento ha contribuido muy poco a la disminución de la pobreza.
La velocidad con la que el crecimiento reduce la pobreza depende tanto de la distribución inicial de ingresos, como del ritmo de crecimiento. El crecimiento ha sido lento, y las personas en extrema pobreza han recibido muy pocos beneficios del mismo.
Esto se debe a que el crecimiento impacta muy poco a los sectores productivos muy intensivos en un uso de mano de obra no calificada, aunque la situación ha variado en estos últimos años de 3,5% de la caída en el nivel de pobreza entre 1998 y 2012, medido a través del indicador de vulnerabilidad, el 2,31% vendría explicado por el aumento acumulado del PIB per cápita; es decir, el 67% de la reducción de la pobreza, mientras que la diferencia restante, equivalente al 33%, sería atribuible a la disminución paradójica de la desigualdad. Por otra parte, durante el mismo lapso, el número de pobres extremos experimentó una reducción de alrededor del 9,5%, mucho menos de lo que se afirma.
Digo paradójica porque la reducción de la pobreza vía de la disminución de la desigualdad, sobre todo de la pobreza extrema durante esos años, y que ahora ha vuelto a remontar, tiene su origen, por una parte, en políticas de transferencias, o sea, de las llamadas misiones, y un aumento en el retorno de los salarios de los trabajadores con menor escolaridad, mientras que los retornos de los trabajadores con mayor educación, sobre todo, terciaria, han venido cayendo.
Pues sería de esperar que, al menos inicialmente, los retornos salariales aumenten a medida que se incremente el nivel de calificación de los individuos, medido por los años de escolaridad; por lo tanto, un incremento en la educación del individuo debería conducir inicialmente a una mayor desigualdad en cuanto a las remuneraciones en el trabajo. A su vez, la magnitud del efecto del ajuste salarial depende de la escasez relativa de trabajadores calificados en función de la dispersión del capital.
Así que la mejora en la distribución del ingreso, que ha habido en estos últimos años en Venezuela, guarda muy poca relación con los efectos acumulados del crecimiento económico, y más bien se trata de una consecuencia de una caída y de una igualación de los retornos en el mercado laboral de los años de escolaridad; particularmente de los asalariados con nivel terciario de educación completa, a causa de un aumento en los salarios mínimos; que ha contribuido a que la participación en los salarios de los trabajadores con menor educación haya aumentado, y, por otra parte, ha habido un incremento de la oferta de trabajadores con estudios primarios, secundarios y terciarios; algo que tiene que ver con la masificación de la educación, pero se trata de una educación de muy baja calidad, lo cual unido a la caída de la productividad de la economía, explicaría este resultado.
Un ajuste cambiario no puede ser una medida aislada
¿Esos datos que usted maneja coinciden con los que ha dicho el gobierno, que pertenecen al Índice Gini, donde se nota una disminución de la desigualdad?
Justamente, ahí está lo que te vengo diciendo: se observa una mejora en la distribución del ingreso, pero esta mejora en la distribución del ingreso, cuando analizamos el comportamiento del salario en el mercado de trabajo, tiene que ver, básicamente, con un aumento de los salarios mínimos, por una parte, que ha favorecido a los trabajadores con menor calificación, y con un aumento de la incorporación de trabajadores con un nivel de educación primaria y secundaria, además, se trata de una educación de muy baja calidad, y con la caída de los retornos de la educación de los trabajadores con educación terciaria completa.
Esto guarda relación, a su vez, con la caída de la productividad de la economía en general. Por tanto, concluyo que en lugar de producirse la llamada paradoja del regreso, en razón de la cual uno espera que, inicialmente, con el aumento de los años de escolaridad aumente a su vez la desigualdad en la distribución del ingreso, y a muy largo plazo, cuando se arrastra a todo el conjunto de la sociedad se observa una tendencia a la igualación o a una mejora en la distribución del ingreso, algo parecido a la llamada curva de Kuznets, la U invertida, estamos ante algo así como “la paradoja del regreso”. Además, la leve mejora en la distribución del ingreso imputable a este hecho ya está desapareciendo, y al final del día estamos regresando a los niveles precedentes a la era del chavismo.